"Los Idus de Enero" de Javier Negrete
En su última novela, Javier Negrete nos traslada a los tiempos de la república de la antigua roma, una época, para mí, mucho menos conocida que el imperio, a pesar de su extensa duración. Por su lado, la novela transcurre en apenas 24 horas, a lo largo de las cuales tendrá lugar el asesinato de Gayo Graco y el nacimiento de Quinto Sertorio. Mi cultura histórica es bastante superior a la media, pero ¡ay! está muy enraizada en la ficción. No habiendo caido bajo mi radar ninguna novela sobre este personaje, lo desconocía todo sobre Quinto Sertorio, a pesar de su relación con la península ibérica. Es pronto para decirlo, pero parece que Javier Negrete ha decidido poner término a mi ignorancia. Siempre es de agradecer este afán divulgativo, aunque a veces le pierda, como ya pasaba con “La hija del Nilo”.
A pesar de que todo lo que cuenta es interesante, la cantidad de datos que la novela proporciona sobre su época, puede llegar a ser extenuante. Javier Negrete hace un gran trabajo intentando sumergirse en la mentalidad de la época, de modo que todos los símiles y metáforas que cruzan por la cabeza de sus personajes pertenecen a la mitología, teatro, filosofía o habladurías de la época. Desgraciadamente, suelen ser desconocidos para el lector, lo que obliga a tener que explicarlos pormenorizadamente, lo que llega a hacerse cansado.
Los momentos dramáticos y de acción, cuando llegan, son excelentes, como imponen la marca de la casa y en el tercio final de “Idus de enero” hay un buen montón de escenas brutales, trágicas, terribles y emocionantes, pero, sinceramente, creo que se trata de la novela histórica escrita por Javier Negrete que menos me ha gustado hasta la fecha. Le veo tres problemas graves. Uno es completamente personal, así que lo dejaré para el final. Los otros dos:
Como ya hemos dicho, la novela transcurre en apenas 24 horas, pero eso no es exacto, porque contiene infinidad de flashbacks de sus múltiples personajes. El cine, la televisión y, por supuesto, la literatura, ya nos han acostumbrado a este tipo de saltos temporales. Bien llevados, tirando de intriga, consiguen mantener el interés del lector, mientras se presenta a los personajes y sus situaciones, aunque lo que se esté narrando no sea algo demasiado dramático. No obstante, hay un “pero” muy evidente, tiene que existir un gancho, normalmente situado en el presente, que te incite a seguir leyendo. Durante un tercio del libro, los diversos protagonistas de “Idus de Enero”, recuerdan sus pasados y sus problemas, mientras dan vueltas en la cama, combaten la resaca o dan por perdida la lucha con el insomnio y se levantan a trabajar un poco por la noche. Puede que tengan pasados interesantes o que intuyan que al día siguiente les va a caer una buena, pero a mí al menos, no me terminó de enganchar. Sobre todo cuando yo mismo estoy en la cama, con sueño.
El otro problema es que la narración se ve entreverada constantemente por visiones y profecías, que ocupan un porcentaje muy significativo de páginas, si las comparamos con aquellas en las que de verdad están ocurriendo acontecimientos. El monto de las cosas que realmente ocurren en “Idus de Enero” no llega ni de lejos a aproximarse al de las cosas que están por ocurrir y la mayor parte de ellas, al final, quedan inconclusas. Diría que todo queda pendiente de una secuela que Javier Negrete nunca escribirá, pero ese chascarrillo ya lo gasté con China Mieville. A pesar de los precedentes de “Alejandro Magno y las águilas de Roma” y “El último espartano”, sinceramente, creo que sí que escribirá la secuela, o secuelas, de “Idus de Enero”, hasta entonces esta novela queda como un mastodóntico prólogo.
Este post queda terminado. Ahora me pongo mi boina de abuelete gruñón y voy a por el tercer punto que me ha disgustado:
A lo largo de la obra Javier Negrete repite continuamente pasajes formados por bloques de tres frases. En ellos, en la primera se afirma algo, en la segunda se matiza y en la tercera se desmiente por completo. Aquí debería poner un ejemplo, pero estas cosas son más fáciles de encontrar con un libro en papel, que con el digital. Me pasa muy a menudo, que cuando quiero buscar un ejemplo, soy incapaz de encontrarlo. Me he vuelto loco y lo más que encontré fue esto, que no es exactamente lo que buscaba:
"Pero lo cierto es que la desmemoria de Cepión en lo relativo a él es fingida. Lo ha comprobado poco después.
De hecho, parece que el joven noble ha hecho averiguaciones sobre su vida actual.
Su vida con Urania."
Emplea tres frases para volcar todo el impacto en la final. Igual estoy flipando y me lo he montado todo en mi cabeza.
Las frases que me molestaban, en mi cabeza, tenían este estilo:
"Lamelobranquius es un gran estratega.
Es una forma de decirlo.
En realidad, es un estratega lamentable."
La primera vez que te encuentras esto, te hace gracia. Puede que también la tercera o la cuarta. A la decimoquinta ya estás hasta las narices, tratando de saltarte los renglones para ir directo a la última frase y preguntándote porque el narrador no se dejará de circunloquios y dirá lo que quiere decir de una maldita vez.
2025-05-23
ResponderEliminarA mí me ha parecido excesivamente truculento, aunque es posible que como buen cebolleto que soy sea cosa de la edad. Por lo demás, el pulso narrativo de siempre. Qué pena que con tan buenos mimbres no acabe de redondear una novela como hizo con Salamina. Joer, qué buena es Salamina.
ResponderEliminarDe acuerdo en todo. Es posible que por esto de leer con sueño no me haya impactado tanto, pero es verdad que se regodea un poco demasido en eso de arrancar caras, el "hostel" romano y alguna cosa ma. Pero, por encima de todo, de acuerdo en lo buena que es Salamina.
EliminarTendría que releerla, pero guardo buen recuerdo de la saga de Tramórea.
EliminarLa saga de Tramórea me pareció irregular. Primero y tercero son un poco flojos, sobre todo el primero, que no parece tener claro adonde se dirige el argumento. El segundo es muy bueno y el cuarto también. Aún así, me gustó más la de Alejandro Magno.
EliminarSalamina me encantò, tienes razón.
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