“Edén”. De Stanislaw Lem
Una nave espacial se estrella en
un planeta alienígena. Su tripulación intentará repararla, a la vez que
exploran el planeta y tratan de comprenderlo. Hasta aquí bastante típico. Lo
primero que llama la atención es que a los personajes no se les conoce por su
nombre de pila, sino por el nombre de su especialidad. Así tenemos al
coordinador, el físico, el cibernético, el químico, el médico… Esto es un poco más
raro, pero Lem también hizo lo mismo en “El invencible”. Sin embargo, es el
primer defecto de la novela. Los protagonistas son muy poco carismáticos. Son
hombre de ciencia bien entrenados y resueltos, que se consideran a si mismos
capaces de afrontar cualquier situación y resolver cualquier enigma. El médico,
como no, es el mas humano de todos y el único consciente desde el principio de
sus limitaciones, los demás, al contrario, pueden llegar a resultar inhumanos
por su dedicación, especialmente el coordinador, el líder, pero tampoco sin
exagerar. Esta no es una novela de personajes, si eres uno de esos lectores
que, ante todo, requiere de unos personajes carismáticos a los que amar u
odiar, búscate otro libro.
El planeta está habitado y su
especie preponderante pronto les resultará incomprensible. Era de esperar. Uno
ya lleva varias novelas de Lem y se hubiera dado cuenta de que consideraba el
diálogo entre especies como imposible, aunque no lo hubiera leído en algún
artículo por Internet. Se puede decir que era el autor de la incomunicación
extraterrestre. Sin embargo, esta vez no desarrolla su tesis de una manera tan
conmovedora como en “Solaris” ni tan
exhaustiva como en “Fiasco”. Los protagonistas pasan páginas y páginas paseando
por un planeta que no comprenden,
aventurando hipótesis interesantes que el médico se apresura a criticar con el
irrebatible argumento de que los prejuicios y preconcepciones humanas no se
pueden aplicar a otros mundos. Lem no transmite sensación de impotencia o
frustración, si es que eso era lo que pretendía. Todo es demasiado vago y poco
interesante. Se trata de una novela anterior a las que he mencionado, y parece
como si aún estuviera dándole vueltas a las ideas que posteriormente
desarrollaría con mayor éxito.
Junto con las excursiones, los
náufragos del espacio pasan mucho tiempo reparando su nave. Estas reparaciones
son descritas con gran detalle y abundantes términos técnicos. Soy incapaz de
decir si son científicamente plausibles o no, pero carecen de interés. Aún así
no son el principal problema, el principal problema son las largas descripciones
de los paisajes del planeta Edén y de las obras de sus habitantes. Copan la
mitad o tres cuartas partes de la novela, y son bastante aburridas. Si eres de
los que consideraban tediosas las detalladas descripciones de H.P. Lovecraft de
sus monstruos y ciudades de pesadillas, éste tampoco es tu libro, porque son
como diez veces peores.
También son fascinantes, todo hay
que decirlo. Transmiten genialmente la impresión de una biología y una
inteligencia que nos es del todo ajena. La imaginación de Lem parecía no tener
límites y éste si es un libro para los adictos a esa cosa tan difícil de
definir que llaman “sense of wonder”.
O efecto atiza.
Algunos de los momentos de la
obra son inolvidables. El miedo y la confusión cuando los protagonistas se ven
envueltos en un tumulto o estampida, la frialdad, casi crueldad con la que se
le revela su destino a cierto personaje. Es difícil hablar sin revelar spoilers.
Al contrario que en otras
ocasiones, al final de la novela se llega a una especie de revelación de lo que
podría estar pasando, aunque los protagonistas son conscientes de que podrían
estar equivocándose, debido a la imposibilidad de desprenderse de su bagaje
terrestre. Esta revelación me resulta insuficiente. Aunque es una idea
brillante e interesante, se dedica poco espacio a desarrollarla. Lem no
consigue hacerla real al lector, no pasa de la teoría a la práctica, se nos
dice que explica casi todo, pero no cómo lo explica. En el fondo, lo mismo
hubiera dado que, en vez de una nueva ciencia de la información (ahhh lo he
soltado), hubiera dicho que todo era obra de un mago, no pone ejemplos de cómo
se aplica, no consigue hacernos creer lo imposible, que es lo peor que se puede
decir de un escritor de literatura fantástica.
Una nóvela interesante, distinta
de lo que estamos acostumbrados a leer en la ciencia ficción anglosajona, pero
no por ello de mayor calidad. Sólo apta para los fans irreductibles de su
autor.
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