“La daga” de Philip Pullman


 
Lo primero que sorprende en la segunda parte de la saga “La materia oscura” es como el personaje de Lyra Belacqua pasa casi a segundo plano, después de su protagonismo absoluto en “Luces del norte”. “La daga” se estructura en varias tramas que transcurren en paralelo, cada una con su propio protagonista, de entre los cuales el más importante es Will Parry. 

Will es un niño de nuestro propio mundo, no mucho mayor que Lyra, cuyo padre desapareció misteriosamente mientras realizaba exploraciones en Alaska, cuya madre parece tener problemas mentales y que es asediado por misteriosos enemigos, que buscan información sobre su padre. Mis sentimientos sobre Will son ambivalentes. Pullman se las arregla para darle suficiente carisma y, inicialmente, no parece ser “el elegido” que salvará al mundo, lo que ya es una mejora respecto a Lyra, pero me resulta demasiado maduro para su edad, demasiado valiente, demasiado responsable. Demasiado perfecto, en suma, mientras que Lyra, al comienzo de “La materia oscura”, se comportaba como una niña bastante normal, incluso malcriada. 

El grueso del libro transcurre en universos diferente a aquel del que proviene Lyra. Para mí, eso le hace perder encanto, porque me resultó un entorno muy atractivo. En su lugar, tenemos un mundo en el que los adultos parecen haber sido borrados del mapa y bandas nómadas de niños saquean sus ruinas, un pequeño clásico de la ficción apocalíptica al que Pullman no saca todo el jugo que podría, aunque la causa de la desaparición de los adultos, los espantos, sean una creación memorable y sumamente inquietante. 

El componente religioso, o más bien anti-religoso que apareció al final del libro anterior va creciendo y todo parece indicar que se apoderará del desenlace de la serie. 

Terriblemente adictiva, “La daga” más que enganchar, atrapa. Sus continuos saltos entre líneas argumentales atrapan la atención del lector, hasta que el picor de ojos o el dolor de mantener las manos alzadas lo obligan a abandonarla. Diría que la construcción es modélica, si no me rechinara la parte de Lee Scoresby. No me refiero a que sus capítulos sean malos o aburran, el final de su trama contienen los momentos más emocionantes del libro y las escenas de acción más espectaculares. A lo que me refiero es que la motivación para sus actos es del todo insuficiente. En el anterior libro, apenas tiene alguna conversación con Lyra y ahora resulta que la quiere como si fuera su hija y la causa de la búsqueda que emprende, un leve rumor que él mismo no tiene nada claro, es completamente insuficiente. Creo que aquí Pullman lo encajó en la trama completamente a la fuerza. 

Philip Pullman sacrifica toda ambición literaria, a favor del dinamismo, del movimiento. En “La daga”, todo es acción, aventura e incluso drama. Los protagonistas caminan de una situación límite a otra, con tiempo solo para intercalar alguna nueva revelación. Quizá hubiera sido deseable una escritura menos funcional y dedicar un mayor tiempo a caracterizar a sus personajes, pero tal y como está no ha quedado nada mal.

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