“La isla de los eones y otras historias de mundos perdidos” de Robert E. Howard

 



Peculiar el libro que nos ocupa. Empieza con dos versiones de una misma historia “La isla de los eones” del título, ambas incompletas y termina con un posible final, cuya autoría no viene registrada. El volumen se completa con un par de poemas, un apéndice sobre los mundos perdidos en la obra de Robert E. Howard y un puñado de fragmentos y relatos. Todo ello lo convierte en una pieza atractiva para los seguidores del autor, pero en el libro menos adecuado que puedo pensar para aquellos que quieran iniciarse en su obra, aunque ejemplifica perfectamente sus temas preferidos: la creencia, compartida por su compañero de generación H. P. Lovecraft, en un pasado legendario, no recogido por la historia oficial, que esconde terribles prodigios, la concepción cíclica del devenir, en la que las civilizaciones son destruidas por cataclismos o guerras, olvidadas y seguidas por nuevas civilizaciones que repetirán el ciclo y la reencarnación y la posibilidad de revivir las experiencias de los antepasados.

La parte principal cuenta la historia de dos marineros que naufragan en una isla cubierta por las ruinas de una misteriosa civilización, acosados por una misteriosa presencia simiesca que les ataca por la noche. Básicamente es la construcción de un escenario y un escenario fascinante, pero no es material pensado para su publicación, sino un puñado de borradores. Es interesante ver el proceso de escritura del escritor, como en la segunda versión pule algunos detalles que chirrían, avanza desde el principio el pasado del holandés para que la explicación de su erudición no parezca tan rebuscada, eliminando la del narrador. Elimina secuencias como la “música visible” y las referencias al baño de Moctezuma, seguramente considerando que entorpecían la acción … y luego repite casi palabra por palabra el penúltimo capítulo en el último.

La verdad es que recuerda a algunas de esas novelas modernas que se las dan de experimentales, repitiendo varias veces los mismos hechos, con ligeras variaciones y todo ello entusiasmará a los fanáticos de Robert E. Howard por lo que deja entrever de su método y proceso creativo, pero, a pesar de algunos momentos muy buenos, hará perder la cabeza a los que sólo quieran una lectura agradable.

Muchos de los extras son similares. “La sombra del pozo “ es una sinopsis de un relato de piratas que tiene un aire tremendo a una aventura de Conan. “Fragmento sin título” es una escena impactante que nunca debió de ser capaz de introducir en una obra mas larga. “El regreso del hechicero” y “¡Leven anclas! “ son comienzo de relatos que nunca terminó. Lo mismo sería “La puerta al mundo” si no hubiera sido terminado por J. Pulver, autor al que desconozco y que no se cubre de gloria, en mi opinión. En “La historia de Am-ra”, no hay tal historia, presentación de personaje o comienzo de relato que nunca se escribió, es difícil decirlo. “La tierra del hachís” y “Un sueño” son breves transcripciones de experiencias oníricas. La segunda no es particularmente original, he leído la reflexión que la cimenta innumerables veces, Chuang Tzu la expresó con más elegancia y sin embargo funcionan y fascinan, como también lo hace “La tentadora en la torre de la tortura y el pecado”, un tópico relato de civilizaciones pérdidas, éste si completo, pero tópico como el sólo. No faltan ninguno de los clichés de este tipo de historias. A pesar de ello, me ha parecido magnífico. No sabría decir en que radica su magia, no desde luego en sus superficiales reflexiones sobre la civilización sumeria, aunque al menos Robert E. Howard demuestre que conoce los nombres de los pueblos que la asolaron. Quizá en la atmósfera, en el sostenido ritmo de lo narrado, en el peculiar tormento al que someten a uno de los protagonistas, no lo sé, pero el caso es que funciona muy bien.

“Un fragor de trompetas” es algo peor, pero a su modo bastante bueno, es una pieza extraña de su autor, porque se trata de una historia de amor y por lo mal parado que deja el colonialismo. No falta el componente sobrenatural.

“El jinete del trueno” es uno de sus relatos de memoria racial. En este caso, el protagonista es un nativo americano, que narra una experiencia vivida por uno de sus antepasados. Todo lo relativo al descubrimiento de las memorias de sus vidas pasadas es magnífico y la historia principal empieza muy bien, pero un final apresurado la echa bastante a perder.

“Oro español en Devil Horse”, la búsqueda de un tesoro, debería haber sido publicado en las antologías dedicadas a los relatos policíacos de Robert E. Howard y demuestra su poca habilidad para el genero. Casi todo en este relato es de juzgado de guardia, los personajes toman continuamente decisiones absurdas y las casualidades sin pies ni cabeza jalonan la trama. El protagonista descubre el tesoro, básicamente clavando el pico donde le parece bien, después de que los villanos hayan estado escarbando la zona durante semanas. En determinado momento un personaje pierde una pistola, para que pueda ser capturado sin oponer resistencia y luego misteriosamente, cuando es necesaria para salvar la situación ¡LA VUELVE A ENCONTRAR! En fin, un cúmulo de despropósitos que haría sonrojarse a un autor novel. Aún así, tiene momentos muy emocionantes.

Eso sería desmenuzando pieza por pieza. La impresión global que me ha dejado el libro, ha sido más bien positiva. Contienen suficientes fragmentos, emocionantes, terroríficos o melancólicos como para que leerlo me haya resultado una experiencia satisfactoria. Sin embargo, no creo que les resulte igual a los lectores que no sean asiduos del autor. Este libro predica sólo para conversos. Supongo que en eso me he convertido.





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