"Alba de Tinieblas" de Eduardo Vaquerizo


 
Tengo todavía pendiente de lectura “Memoria de tinieblas” y eso que compré el libro en cuanto salió, sin embargo ha acabado adelantándolo la tercera novela de Eduardo Vaquerizo ubicada en este universo de ficción, quizá motivado por haber sido expuesto recientemente a u auténtico chute de historia de los Austrias.

Como siempre que leo una obra de género fantástico, engarzada con aparente realismo en una realidad histórica, vuelo a lamentar el abandono del sitio lanovelaantihistorica.wordpress.com. Me encantaría asistir a un coloquio en el que un par de historiadores discutieran con el autor los acierto y los inevitables fallos de su obra. Puesto que soy incapaz de enjuiciar su rigor histórico, tengo que limitarme a disfrutar de su lectura.

En contra de lo que se suele decir, el punto Jonbar, hermosa palabrota que tuve que buscar en el google para escribir correctamente, fue una plaga equina que acabó con todos los caballos de la Tierra, o de Europa, al menos. Los animales estaban tan debilitados y moribundos que la carga de la caballería realista, en la batalla de Villalar, fue un fracaso y los comuneros ganaron la batalla y la guerra. Carlos I tuvo que renunciar a sus pretensiones de convertirse en emperador del imperio astro-húngaro y volver a España, donde las comunas le arrancaron una humillante serie de capitulaciones, que les garantizaba un alto grado de independencia. También le exigieron la libertad de culto, con el propósito de evitar futuras purgas de los antiguos comuneros, disfrazadas como inquisiciones religiosas. Aunque está bien argumentado, este punto es el único que me parece discutible, no me cuadra con la imagen que tengo de la gente de la época, que pensaran que algún día podían correr el riesgo de ser acusados de herejía, pero ya digo que no soy un experto.

España se llenó de árabes, judíos, humanistas y Luteranos, incluyendo al propio Martín Lutero, puesto que los príncipes alemanes lo traicionaron a cambio del apoyo del Papa y hubo de refugiarse en la península ibérica, donde convirtió a su doctrina a Santa Teresa de Jesús, con la que acabó casándose. Este es el otro detalle que no me convence, me parece forzar las cosas, como obligar a que todas las personas famosas se conozcan.

En estas llegamos al segundo punto Jumblar, Jomblar o como diantre se diga. Felipe II muere en un accidente de caza, lo que provoca una guerra de sucesión entre su hermanastro Juan y su hijo Carlos.

La novela se centra en esa guerra. Aunque abundan personajes de los dos bandos, las principales líneas argumentales corren a cargo de los juanistas, que son el bando que lleva las de perder. Al ejército carlista hay que sumar la inminente llegada, a través de los pirineos, de una nueva cruzada, dispuesta a acabar con los herejes que pululan por estas tierras y de una horda de mercenarios, a sueldo del Papa, que cuentan con pavorosas máquinas de guerra, basadas en diseños de Leonardo da Vinci.

Si me he extendido demasiado sobre el escenario en el que se desarrolla la obra es porque explorar sus vericuetos y las diferencias, a veces sutiles, a veces enormes, con la historia real, es uno de sus atractivos, al igual que lo es el modo sutil en que Vaquerizo desarrolla un interesante discurso sobre las auténticas fuerzas que mueven la historia, da una visión tan poco favorecedora como creíble de la aristocracia de la época y, tal vez, de todos los españoles

La novela está compuesta por infinidad de capítulos breves, con cambio de personaje y de punto de vista en cada capítulo, que termina con un cliffhanger gordo. Es una técnica que se está convirtiendo en un estándar y a la que tengo bastante ojeriza, porque me da la sensación de que me escatiman los momentos más interesantes. Los capítulos terminan cuando el personaje protagonista de cada uno toma una decisión, recibe una pavorosa revelación o se da de bruces con una adversidad demoledora. Es decir, terminan en lo más interesante y cuando su trama se retoma, varios capítulos más tarde, ese momento cumbre de su vida ya ha quedado atrás, lo que me resulta anticlimático, sobre todo cuando muchas veces hace falta un flashback para rellenar los huecos que este salto temporal ha dejado en la trama. Vamos que me quedo con la sensación de estar perdiéndome lo mejor.

En fin, debe ser cosa mía, porque, últimamente, casi todas las obras con vocación popular se escriben así. Eduardo Vaquerizo parte de estos mimbres, pero lo hace muy bien. Tras la lentitud inevitable de los primeros capítulos, donde se va presentando cada personaje, la novela coge ritmo y ya no lo pierde hasta el final. Tan sólo lamento las partes relacionadas con la cruzada, porque ahí si que parece uno perderse todas las batallas y los momentos cumbres. Pero tampoco lo lamento demasiado. No es la subtrama mas interesante del libro.

Como todos los comentaristas no se cansan de decir, uno nunca se pierde entre los múltiples personajes de la obra, aunque, a decir verdad, auténticamente importantes sólo hay 4 o 5 y dos siempre van juntos. Quizá me sobren algunos capítulos de la condesa de Vallepineda, su visita a la bruja y su encuentro con Fortebracci y no me acaben de encajar algunas de sus decisiones, pasa con demasiada facilidad de un cierto pragmatismo a una capacidad de sacrificio que roza el fanatismo, pero es una pega muy subjetiva.

Como ya parece un requisito inexcusable para la ambientación, la novela está escrita en un lenguaje que, hasta cierto punto, imita el castellano antiguo. Cumple su objetivo de un modo superior al del conocidas novelas históricas y no por ello resulta difícil de comprender. Es más, el estilo resulta uno de los grandes atractivos de “Memoria de Tinieblas”. Ya me lo pareció aquel remoto día en que leí su novelización del guión de “Stranded” que el uso del lenguaje que hace Eduardo Vaquerizo del lenguajes es extremadamente cuidado, del mismo modo en que “Alba de tinieblas” es una obra extremadamente cuidada y profesional. Puede, incluso, que el modo en el que está escrita la novela sea más interesante que lo que cuenta, lo que no es de ningún modo una cosa mala, sobre todo porque no te das cuenta de ello mientras la estás leyendo.

Aparece otra vez mi subjetividad y siento que me estoy pasando, porque me parece una novela muy recomendable, lo he pasado bien leyéndola y me he quedado con ganas de adentrarme en otras novelas del autor, pero, puede que la haya encontrado un poquito demasiado trabajada. Quizá y repito que sólo quizá, le sobre algo de artificio y le falte algo de chispa.

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