"La criatura de allende el infinito y los relatos lovecrafianos" de Henry Kuttner




Debo confesar una cosa, interpreté mal el título de este libro. Pensé que quería decir “La criatura de allende el infinito y otros relatos lovecraftianos”

En realidad, se compone de una novela de ciencia ficción de Henry Kutttner, seguida de los relatos lovecraftianos del mismo autor, con la notable excepción de “Las ratas del cementerio”, relato considerado unánimente como lo mejor que Kuttner escribió y que, a pesar de incluirse habitualmente en la recopilaciones de “Los mitos de Chtulhu” nunca me a parecido muy lovecraftiano, la verdad.

No estoy seguro de si lo hubiera comprado de haberme dado cuenta de su doble naturaleza. Sobre todo, cuando Óscar Mariscal reconoce en la introducción que “no podemos afirmar que estamos ante una de las novelas más brillantes de Kuttner”. Es descorazonador cuando te encuentras con que en el propio volumen por el que acabas de pagar (o por el que pagaste hace 10 años) se reconocen sus escasos méritos.

“La criatura de allende el infinito” tiene algo así como dos líneas argumentales. En una se nos cuenta la historia de Ardath el único superviviente de una nave alienígena estrellada en la Tierra antes de la aparición de la especie humana. Mediante el recurso de la hibernación, aunque nunca se le llame así, Ardath va saltando entre diversas épocas de la historia. Su objetivo es encontrar a un hombre tremendamente inteligente, una supermente, para emparejarlo con una mujer de las mismas características y dar a luz a una dinastía de genios que le hagan compañía. Pero como las supermentes son difíciles de encontrar, pronto empieza a recolectar seres humanos que le acompañen en su eterno viaje, al principio incluso en contra de su voluntad.

Por otro lado, en el siglo veinte tenemos a Stephen Court, la supermente vaticinada, niño prodigio y genio. La novela se anima algo con sus primeras apariciones. En su niñez casi parece un personaje de Stephen King, un niño que sugestiona y esclaviza a los adultos. Luego se convierte en uno de esos peculiares héroes de Van Vogt, tan superiores a los simples mortales y tan aficionados al lavado de cerebro. Pero, finalmente, cuando acaba la presentación, no es más que el héroe de la historia, que se enfrenta a una extraña enfermedad que convierte a sus víctimas en una especie de vampiros de energía vital y, en el último estadio de su transformación en seres refulgentes.

La palabra “Pulp” puede emplearse de modo nostálgico o peyorativo. La interpretación que le cuadra a esta novela es la peyorativa. Ciencia ridícula, científicos que siguen las vías más ilógicas de investigación, dos tramas que no terminan de confluir y que se limitan a perder el tiempo durante la mitad de su breve extensión, personajes tan arquetípicos que llegan al ridículo. Parecería una parodia, si tuviera algo de humor. “La criatura de allende el infinito” es todo aquello que la gente que abomina de la ciencia ficción sin haberla leído nunca, cree que la ciencia ficción es.

La otra mitad del libro, los relatos lovecraftianos, está bastante mejor. En su mayoría son buenos y todos son entretenidos. Sufren de una cierta verbosidad, un intento de dejarlo todo exageradamente claro, que se da de bruces con lo endiablado del ritmo y una cierta falta de imaginación en los recursos estilísticos empleados. Los más utilizados, los signos de admiración, generalmente en fragmentos tan sutiles como “aquello era imposible ¡Pero estaba sucediendo ante sus ojos!”. Como si el lector no se hubiera dado cuenta. En algunos casos, la huella del maestro de Providence es muy tenue, lo que no tiene nada de malo ni de bueno. “El secreto de los Kralitz” uno de los relatos que más me han gustado, es un relato gótico muy clásico, en el que el par de párrafos que dedica a divagar sobre Yuggoth, Yog-Sothoth y demás miembros de la familia, son lo único que sobran. En cambio, otros como “El horror de Salem” o “El beso negro” casi parecen remakes de relatos del maestro.

En conjunto, son un buen puñado de cuentos, no excesivamente originales ni brillantes, pero bien montados y construidos. Hay más aficionados a este tipo de historias de los que parece y dichos aficionados pasarán un buen rato con estos cuentos. Pero no compensan la lectura de “La criatura de allende el infinito”.

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