Existence (2) Dramatis Personae


 

Ya he sobrepasado el ecuador de la novela, así que puedo dar unas primeras impresiones. Al igual que “Tierra”, “Extinción” transcurre en un futuro más o menos cercano, podríamos llamarlo “presente exacerbado”. Ha habido algunos grandes desastres, naturales o no, hubo una plaga de nacimientos de autistas, el uso de la realidad aumentada y la inteligencia artificial está generalizado (todo el mundo usa esas lentes de contacto que seguro que serían tan incómodas en la vida real), el acceso a la información es casi instantáneo, nuevas maravillas tecnológicas surgen a cada momento, lo que ha llegado incluso a la creación de un movimiento anti-progreso tecnoloico y anti-investiación científica y bueno…, vivimos en la edad dorada del amateurismo. Puedes lanzar cualquier consulta técnica en el equivalente a Internet, por ejemplo, sobre el funcionamiento de los zepelines y en el acto se formará un grupo de frikis de los zepelines dispuesto a asesorarte. Llega a decir que ese amateurismo ha salvado a la humanidad de la trampa de la especialización: lleva tanto tiempo llegar a dominar un área de conocimiento especializado que es imposible comprender alguna otra, lo que a la larga deviene en estancamiento, por falta de comunicación y de nuevos puntos de vista. Pero, afortunadamente, para eso están los frikis dispuestos a lanzarse al rescate.

De momento la novela me está resultando muy entretenida, es un momento agradable el que dedico cada noche a reflexionar sobre las amenazas a la especie humana y a ver que es lo siguiente que le pasa al personaje del día.

Lo digo porque los capítulos se separan por fragmentos de libros ficticios, conferencias y cosas así. He escrito que tratan sobra las posibles causas de la futura extinción de la especie humana, porque me parece que de eso van la mayoría, junto con ideas para evitarlo, pero son bastante variados, también los hay sobre la paradoja de Fermi, amén de especulaciones sobre alienígenas, el posible comportamiento de civilizaciones intergalácticas, anécdotas de la historia de la China o cualquier cosa que pasara en ese momento por la cabeza de Brin. Son breves e interesantes, pero a veces desearía que utilizara otro método para proporcionar información, o que se centrara en unos pocos temas.

Al igual que la mayoría de las novelas de Brin, “Existence” tiene un reparto coral y cada capítulo está contado desde el punto de vista de uno de sus personajes, aunque ya no recurre a la costumbre de poner su nombre al comienzo de los mismos. Lo hecho de menos, de seguir haciéndolo, ya me los habría aprendido y podría citarlos aquí. Debo reconocer que buscarlos era más fácil en un libro físico, no todo iban a ser ventajas para el formato electrónico. Pero como llevo varios días para escribir estos pocos párrafos, al final se me han acabado quedando. Helos aquí, ordenados de menor a mayor importancia:

Joey Torrey: millonaria, aficionada a la ciencia y a financiar la construcción de observatorios astronómicos.

Hacker Torrey: hijo de la anterior. Millonario aficionado a la astronaútica. Después de uno de sus viajes turísticos al espacio, sufre un accidente y acaba perdido en el mar, donde es socorrido por una tribu de delfines sorprendentemente inteligentes. Sus capítulos son los más fáciles de leer, porque, con muy pocos cambios, la historia fue publicada dentro del libro de relatos “Las esferas de cristal”, lo último que se ha publicado del autor en nuestro idioma. Constituyen uno de los viejos trucos de Brin, empieza la novela poniendo a uno de los protagonistas en peligro de muerte y así el lector estará distraído con sus capítulos, mientras vas presentando a los demás miembros del reparto y preparando sus tramas. Ya nos conocemos, señor Brin.

Tor Poplov: una especia de periodista/influencer. Sus capítulos empiezan siendo bastante irrelevantes, una excusa para describir el mundo futuro, sin apenas relación el resto. Sin embargo, ya ha tenido su momento de gloria, con una tensa escena de heroísmo, de esas que tan bien se le dan al autor, y desde entonces parece haberse convertido casi en el narrador o, al menos, la voz que conecta las diferentes partes.

Hamish Brookeman: un antiguo escritor de thrillers científicos, en los que siempre, inevitablemente, un descubrimiento o una nueva tecnología se convertían en una amenaza para la existencia de la humanidad. Novelas que luego, ineludiblemente, acababan convertidas en películas de éxito. Ahora se ha unido al movimiento anti-progreso y está investigando los motivos que llevaron a uno de sus políticos a ponerse en ridículo en público. Al parecer se le suministró ilegalmente un ANTÍDOTO contra una adicción y el médico que lo hizo AMENAZA con descubrir la naturaleza de dicha sustancia si se intenta procesarle. Brookerman, según declaraciones de David Brin, es un personaje inspirado en Michael Crichton.

Gerald Livingstone: un astronauta aburrido que, mientras se dedica a limpiar la órbita terrestre de peligrosos desechos, encuentra un objeto de cristal, que reacciona al sol y al contacto, capaz de comunicarse con su entorno y que, a todas luces, parece fabricado por extraterrestres

Peng Xian Bin: que intenta sobrevivir en la costa y buscar un lugar mejor para él, su mujer y su hijo, rehabilitando una mansión inundada, en cuyos sótanos encuentra un objeto del todo similar al de Livingstone, pero, aparentemente, con siglos de antigüedad.

Como habrán deducido de los dos últimos personajes, se trata de una novela de primer contacto.

Pasada la mitad del libro, parece que ha introducido un nuevo personaje, lo que me toca un poco las narices, no es de obras bien planificadas, a menos que se tratara del joven que instruye a los recién llegados a una comunidad de refugiados, cuyos discursos de bienvenida también han separado otros capítulos. Creo que no.

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