"Robots del amanecer" de Isaac Asimov



Es imposible que este post no se ponga terriblemente personal, probablemente hable mas de mi mismo que de la novela. El motivo es que “Los robots del amanecer” no se trata de una novedad, ni una reedición, ni una obra de un autor, hoy olvidado, al que conviene rescatar. Simplemente es una novela que tenía muchas ganas de releer. A estas alturas de la vida no voy a explicar a nadie quien es Asimov. Tenía ganas de volver a leer “Los robots del amanecer”, porque debe ser la única novela de Asimov que sólo he leído una vez. Bueno, y “Viaje Alucinante II”, pero esa no cuenta. ¿Los motivos de esta ausencia de relecturas? El ejemplar que leí, en vez de pertenecer a mis hermanos mayores, pertenecía a un primo y tenía que pedírselo para leerlo. Cosas de la vida.

Dentro del cuerpo del universo ficticio de Asimov, la novela pertenece a una especie de sub-saga, que sigue las investigaciones de Elijah Baley, un policía de New York, en casos que siempre involucran a robots positrónicos, asistido por el robot de aspecto completamente humano R. Daneel Olivaw. La saga comienza con la novela “Bóvedas de acero” continua en “El sol desnudo” concluye con “Los robots del amanecer” y tiene una especie de epílogo en “Robots e imperio”. Siendo extremadamente precisos, entre “El sol desnudo” y “Los robots del amanecer” se sitúa un relato “La imagen en el espejo”. No es particularmente brillante ni relevante, Baley media entre dos matemáticos que se atribuyen una misma idea, que después desarrollaron conjuntamente, ambos respaldados por sus robots personales, que dan versiones contradictorias entre sí. A pesar de ello, siempre me ha resultado frustrante lo difícil de encontrar que es ese relato. Yo necesité una edición de los cuentos completos de Asimov para leerla. Alguna de las reediciones modernas de estas novelas deberían incluirla como extra. Y ya puestos, aquí me fallan las neuronas, existe un relato incluido en “The early Asimov” que también parece ocurrir en este mismo universo, a modo de precuela, aunque las conclusiones eran contradictorias con el desarrollo de la saga, así que podríamos considerarlo una precuela, ubicada en un universo alternativo.

En este universo, la Tierra se extendió por la galaxia, en una primera ola colonizadora en la que se poblaron 50 mundos, que obtuvieron la independencia tras un conflicto que dejó a la Tierra aislada del espacio exterior. Mientras que los espacianos viven en mundos casi despoblados, atendidos por robots con cerebros regidos por las famosas tres leyes de la robótica , unas existencias que se miden por siglos, los habitantes de una Tierra superpoblada, sin apenas rastros de intimidad, viven una existencia subterránea, mucho más breve, que les provoca una agorafobia congénita. Y tienen fuerte prejuicios contra los robots.

En “Las bóvedas de acero” la investigación tiene lugar en la Tierra, mientras que en “El sol desnudo” y “Los robots del amanecer” la presencia de Baley es requerida en mundos espacianos. En esta ocasión, en rigor, el caso no se trata de un asesinato, si no de la destrucción de la mente de un segundo robot de aspecto humano. Dicha destrucción se realizó causando una especie de interbloqueo (“deadlock” que decimos los informáticos), enredándole con órdenes conflictivas y requiere unos conocimientos de robótica de los que sólo dispone su creador, Fastolfe. Fastolfe es el único valedor de la Tierra entre los espacianos, el único que apoya la idea de romper el bloqueo y permitir que los terrestres se embarquen en una segunda ola colonizadora. La destrucción del robot se vería como un intento de sabotaje del movimiento contrario, que quiere que los nuevos mundos sean colonizados por robots humanoides que los preparen para nuevos ocupantes, espacianos. Dicho sabotaje, de demostrarse, dañaría de tal modo la imagen pública de Fastolfe que los terrestres perderían su único valedor y cualquier oportunidad de abandonar su mundo. Por lo tanto, las apuestas son elevadas.

Requerido por el propio Fastolfe, Baley debe luchar en Aurora, el planeta capital de los mundos espacianos, por encontrar otra explicación plausible al “asesinato” del robot, a pesar de no contar con ningún tipo de autoridad o apoyo, mientras se enfrenta a su propia agorafobia y su incomprensión de la sociedad aurorana.

Asimov realizó varios intentos de mezclar la ciencia ficción con el policiaco clásico. Siempre he pensado que la mayor influencia en toda su obra no viene de otros escritores de ciencia ficción, si no de los relatos policiacos victorianos. Relatos-problema, novelas de investigación, siempre hay un enigma que sobrevuela todas sus narraciones, cuya solución se alcanza en las últimas páginas, a menudo después de un par de giros inesperados y jugadas de despiste. Leída “Los robots del amanecer” ahora, conociendo la solución final, sorprende lo limpio que Asimov juega con el lector. Todas las pistas están ahí desde un principio y un lector atento podría anticipar con cierta facilidad la sorpresa final, si sabe separar el grano de la paja y no se deja confundir por los pases de trilero de Asimov.

Otras cosas se me han atascado más: nunca me había dado cuenta de lo bien que argumentan sus opiniones todos los personajes. Esto, que a priori es algo bueno, resta credibilidad a los diálogos. Independientemente de su estado de ánimo, aunque estén tratando temas personales que deberían resultarles muy duros o incómodos, los personajes siempre son capaces de expresarse de un modo lógico y estructurado. Y sin perder los papeles, ni recurrir a insultos o descalificaciones. Tributo debido, seguramente, a lo ordenado de la cabeza del buen doctor y a los relatos victorianos de sus primeras lecturas, pero que les hace parecer inhumanos y vuelve el relato algo farragoso. A ello también contribuye la traducción de María Teresa Segur y Hernán Sabaté, absolutamente ilegible, de esas en las que, a menudo, hay que detenerse a pensar que quería decir realmente el autor, porque cambian absolutamente el significado de sus palabras, dando lugar a frases incoherentes con lo que se está contando. Algunos diálogos hasta se me han hecho largos, lo que es extraño, no porque las narraciones de Asimov funcionen avancen a golpe de diálogo, con muy poca acción y ninguna descripción, si no porque yo ya lo sabía antes de comenzar la relectura y me suponía acostumbrado a ello. Y hay cosas un poco cogidas por los pelos, que son así porque tienen que ser así y se nos repiten machaconamente: nunca se nos explica bien como se acabó con el robot, porque sólo Fastolfe pudo hacerlo, porque únicamente los robots de aspecto humano pueden acondicionar mundos para humanos …No me resisto a pensar mal, quizá Asimov alargara intencionadamente los diálogos, para alcanzar el número de páginas que se había comprometido a alcanzar por contrato.

He mencionado la ambientación. El exotismo nunca existió en las obras de Asimov, lo de la evasión a otros mundos, extraños y maravillosos, lo dejaba para otros autores. Aún así, los escenarios en los que transcurrían las anteriores aventuras de Baley no carecían de interés, el ambiente subterráneo y superpoblado de “Bóvedas de acero”, más intuido que descrito, o esa Solaria despoblada, con inmensas fincas habitadas por una sola persona y ejércitos de robots. En contraste, Aurora me parece soso. Una Solaria más racional, donde sus habitantes son capaces de compartir habitaciones y las distancias que los separan son menores, algunos hasta tienen vecinos y también es menor el número de robots que los asisten. Lo más llamativo es la inexistencia de relaciones familiares. Por motivos médicos, se mantiene un registro de lazos familiares; los parentescos no se ocultan, pero no se espera que los parientes tengan una relación estrecha. Aunque no es ilegal, lo habitual es que los niños no sean educados por sus padres, si no por instituciones especializadas. Las relaciones sexuales casuales son habituales, cualquiera es libre de proponer a otro que las mantengan y, si el otro no está muy ocupado o no le viene mal, lo educado es aceptar siempre la propuesta. El matrimonio, extrañamente, existe, aunque su único propósito sea tener hijos, pero no implica ningún tipo de exclusividad y no se hacen cargo de la descendencia. Su sistema de gobierno es un tanto delirante… Nada demasiado horrible, ni demasiado atrayente. En su día, habría fantaseado con vivir allí, porque es el único escenario en el que un lerdo como yo podría comerse una rosca, pero, por más que pueda sonar rancio, creo que Asimov acierta al señalar que este sistema de vida entorpece el establecimiento de vínculos afectivos fuertes, como descubre, para su desgracia, Gladia, la solariana de “El sol desnudo”, establecida en Aurora después de los acontecimientos de esta novela, primera y única emigrante de su mundo.

Resumiendo, es un escenario un poco anodino.

Por el contrario, el ritmo es excelente. La trama está comprimida en apenas 3 días. Quizá el comienzo sea un poco demasiado moroso, quizá algunas escenas demasiado dilatadas (las visitas al lavabo de Baley) , pero nunca dejan de pasar cosas y hasta lo que parece más irrelevante acaba teniendo su importancia. La novela es correcta incluso en el lado emocional, fundamentalmente a través del personaje de Gladia, haciendo una adecuada exposición de las personalidades, motivaciones y relaciones de los personajes, aunque la extrema pulcritud del estilo de Asimov desinfle los momentos que podrían ser más conmovedores. También es muy eficaz el modo en que va aumentando el suspense, a partir de unas nubes que van cubriendo el cielo poco a poco, hasta desembocar en el único momento realmente peligroso que afronta Baley. Y, por supuesto, el final es excelente, una resolución a la altura de las expectativas creadas, que ilumina todo lo ocurrido hasta entonces bajo una nueva luz, revelando la verdadera naturaleza de lo que hasta ese momento parecían golpes de suerte o casualidades demasiado forzadas.

Considero que junto con “Los límites de la fundación”, “Los robots del amanecer” fue la mejor novela que Asimov escribió después de su regreso a la ciencia ficción. Con cierta desilusión, constato que no ha sido una lectura tan grata como esperaba. Las relecturas de las novelas policiacas tienen algo de eso, pierden parte del interés cuando ya sabes la solución del enigma, aunque mucho me temo que la culpa es mía, que lamentablemente ya no soy aquel adolescente que se sumergía profundamente en la lectura durante horas, al que tal vez buscaba entre sus páginas.



Comentarios

  1. Mientras me documentaba para este post, he descubierto que no hay sólo episodios del Doctor Who entre las innumerables joyas de la BBC que se han perdido, si no que también desaparecieron adaptaciones de “Bóvedas de acero” y “El sol desnudo”. La de “Bóvedas de acero” pertenecía a una serie titulada “Story Parade”, en la que cada episodio adaptaba una novela diferente, probablemente sin el menor respeto por los derechos de autor. El guion era de Terry Nation, el creador de los Daleks y de los “Siete de Blake” y Baley era interpretado por … PETER CUSHING.

    No acabo de imaginármelo en el papel, pero debió ser algo digno de contemplarse.

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