“Autoridad” de Jeff Vandermeer
Segunda entrega de la saga “Southern
Reach”. Cambiamos de enfoque, salimos de la zona X y nos centramos en John Rodríguez
(prefiere que le llamen Control), hijo y nieto de espías y nuevo director de la
organización, sustituyendo a la psicóloga que descubrimos que fue el anterior.
Excepto esta última, el resto de
miembros de la expedición protagonista de “Aniquilación”, han reaparecido en
similar estado que los de la penúltima. Eso permite que Control pueda
entrevistarse una y otra vez con la bióloga y tener esos brillantes diálogos
tan habituales en algunas series de televisión, cortos, misteriosos y, en los
que por encima de todo, no debe decirse absolutamente nada importante ni
revelador.
Entre entrevista y entrevista,
Control visita las instalaciones de Southern Reach, conoce a los que trabajan
allí, se pelea con la ayudante de la psicóloga, hace footing, da de comer a su
gato y recuerda a su infancia, a sus padres y a su abuelo.
Eso es todo durante la mayor
parte del libro. Sólo en las últimas cincuenta páginas ocurre algo importante.
Pueden saltarse todas las anteriores y leerse solo las últimas. Bueno, mejor
pueden evitar leer el libro.
“Aniquilación” era un libro
corto, sin casi personajes, en el que no pasaba casi nada. “Autoridad” es mas
largo, tiene más personajes, y pasa mucho menos. Y lo de los personajes es
discutible. Salen bastantes personas, pero la mayoría son meros comparsas y los
que tienen algo de autenticidad, son ignorados. Por ejemplo, Cheney un científico
brillante que arruinó su carrera al quedar asociado a una agencia gubernamental
desprestigiada y en decadencia. Suena real, hay gente así, pero antes de haber
acabado de presentarlo, ya está saliendo de la historia. Por el contrario, sale
mucho Whitby, cuyo comportamiento es tan excéntrico que no tiene ningún
sentido.
De Grace, la ayudante de
dirección y los juegos de poder que libran ella y Control, mejor no hablemos, las
estrategia a las que ambos recurren no es que sean absurdas o estúpidas, son
infantiles. La aparente derrota final de Control es la mayor tontería que he leído
en mucho tiempo, se basa en el conocimiento de una mentira, que solo ellos dos
conocen que se realizó y que a nadie le importa.
El único personaje que,
aparentemente, rezuma algo de vida, es el propio Control, pero eso es
discutible. Podríamos decir que es un personaje bien definido, porque se
incluyen flashbacks de su infancia, su adolescencia y sus relaciones con su padre,
su madre y su abuelo paterno. Y se nos cuentan sus sueños. El caso es que todo
ese trasfondo no nos ayuda a comprenderlo mejor. El punto crucial es cuando, acorralado
por Grace, recuerda un suceso traumático que marcó su vida. Es una buena
escena, funciona, es dramática y tiene emoción, pero lo que descubrimos no
parece realmente encajar con la personalidad de Control y nada de lo revelado
nos ilumina sobre sus motivaciones. ¿Por qué hace lo que hace? Seamos sinceros,
porque a Jeff Vandermeer le da la gana.
Hay un fragmento, cuando Control está
leyendo las entrevistas de reclutamiento de la expedición del libro anterior
que dice: “el resto de reclutas habían sido imparables,
géiseres imposibles de contener: auténticas máquinas parloteantes de lanzar
clichés y carcajadas nerviosas. Personas que, en comparación, eran incapaces de
morderse la lengua. Cuatro mil seiscientas veintitrés palabras; siete mil
ciento cincuenta y cuatro. Y la auténtica campeona: la lingüista, que se había
echado atrás en el último momento, con una marca de doce mil setecientas
cuarenta y tres palabras que incluían sus respuestas y el relato heroicamente
prolongado de un recuerdo de niñez, «tan entretenido como tener que sacar una
piedra del riñón por la polla», tal y como alguien había anotado en uno de los
márgenes.”
Parece que en ese párrafo, el
autor esté haciendo autocrítica. Casi todo lo que dice se podría aplicar, punto
por punto a esta novela, que, como ya he dicho, incluye muchos recuerdos de
niñez de su protagonista. Su mayor mérito, es que consigue que una novela en la
que no pasa prácticamente nada, no se haga aburrida, al menos en mi caso, pues
he encontrado por Internet muchos comentarios de gente que expresaba pareceres
totalmente opuestos. En fin, si “Aniquilación” me decepcionó ligeramente, “Autoridad”
confirma y ahonda esa decepción. Vandermeer se va consagrando como un
especialista empaquetador, cuyos regalos, debajo de un envoltorio muy bonito,
no contienen absolutamente nada.
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