“El jardín de la memoria” de Rodolfo Martínez.


Ya hablé en una ocasión de lo arriesgada que podía llegar a ser la lectura de los libros de Rodolfo Martínez. Lo hice con ocasión de mi reseña de “El adepto de la reina”, en los primeros días de este blog. Han pasado muchos años desde entonces, (tantos que incluso le ha dado tiempo a Rodolfo Martínez a decidir cambiar el orden de lectura de los volúmenes 2 y 3 de la serie). He leído otras obras de este autor sin que su terrible embrujo laboral cayera sobre mí. A pesar de que el propio Rodolfo Martínez bromea a menudo en la red sobre la tendencia a cerrar que tienen las editoriales que publican sus novelas, consideraba que la maldición había desaparecido, que no se trataba más que de una de mis innumerables pajas mentales. Nunca mi situación profesional ha sido tan estable. Llegué a pensar que sólo una crisis económica que redujera de una forma brutal los beneficios de mi empresa podría dejarme en el paro. Me creía a salvo.

Hasta ahora.

A pesar de que he comprado religiosamente cada nuevo libro, y en papel, encontrar un motivo para retrasar la lectura de la continuación de las andanzas del adepto empírico se fue convirtiendo casi en un hobby para mí, llegando a utilizar algunos realmente peregrinos. En el 2019 me fijé como objetivo leerme los libros de una puñetera vez. En el 2020, cuando Rodolfo Martínez anunciaba la publicación de su obra más ambiciosa, “La simiente de la esquirla” decidí que había que ponerse de una vez por todas.

¿Qué ha ocurrido, antes siquiera de que tuviera la oportunidad de comenzar la lectura? ¡La pandemia! ¡El aislamiento! (1)

Mientras espero el inevitable ERE o ERTE, transcribo las impresiones que me ha causado la lectura de “El jardín de la memoria”. Como ya ha pasado mucho tiempo desde su publicación, por una vez prescindiré completamente de explicar el argumento (Yaxtor viaja a Japón, digo a Honoi, como motivo de los esponsales de su emperador y la reina de Alboné). Mi animo vengativo me hace centrarme en los aspectos negativos.

Yo soy de la opinión de que, en una narración, todo lo que no suma, resta. Es decir, que cualquier fragmento de lo narrado debe hacer avanzar la historia. Si no cumple este requisito, estorba, resta. Al final del capítulo que empieza en la página 118 de mi edición, Fléiter Praghem hace un descubrimiento. En el capítulo que empieza en la página 140 Fléiter Praghem se lo comunica al regente Orston Velhas, casi palabra por palabra. Hay una bonita descripción de Lambodonas y se apuntala la trama de Arstin Penjándel, pero, por lo demás, al final de ese capítulo nos quedamos exactamente igual que como estábamos en el anterior capítulo al que me he referido. No hemos avanzado nada. Bueno si, que Orston Velhas conoce esa información, lo que, dadas las buenas relaciones entre los servicios secretos de Alboné y la confederación occidental, lo podíamos haber dado por supuesto. Lo peor de todo es que Rodolfo Martínez está a punto de repetir la jugada en el capítulo que empieza en la página 161, donde esta misma información le llega al gran chambelán, aunque, afortunadamente, aquí si se introduce alguna información nueva que si será relevante para lo que se cuenta. También he encontrado un tanto reiterativas las descripciones de los personajes. Se repiten demasiadas veces los mismos rasgos de carácter y las mismas relaciones. Después de la tercera o cuarta vez que se menciona, ya pillé lo mucho que hay en Yaxtor de niño malcriado, las ganas que tiene de humillar y destruir a Itasu y que esta nunca le dará la espalda. No hace falta que me lo repitan cada cincuenta páginas. Además, a nuestro autor se le sigue dando mucho mejor describir a sus personajes que hacer que estos se comporten de modo acorde a como se les ha descrito, o que se definan ellos mismos, por sus actos y sus palabras, opción que siempre consideraré más eficaz.

Por otro lado, empiezo a tener un problema con algunos autores que escriben en mi mismo idioma y que he seguido desde hace mucho tiempo. Me ocurre que empiezo a percibir en su prosa “muletillas” expresiones que se repiten, modos de articular las frases o rasgos de los personajes que se expresan siempre del mismo modo. Curiosamente no me ocurre con los autores extranjeros, tal vez porque los enmascara la traducción. No tiene porque ser necesariamente un defecto, simplemente puede ser parte de la personalidad del autor. Aún así, a título estrictamente personal, han empezado a cargarme los “quizá”, “o no” y los “podría ser esto … o podría ser algo completamente diferente” de Rodolfo Martínez, amén de las sonrisas irónicas y las miradas melancólicas.

Por último, la novela se titula “El jardín de la memoria”. Todo parece girar alrededor del susodicho jardín. Se crean expectativas en el lector. Cuando finalmente llegan a él, los personajes principales entran en el jardín y salen casi en la página siguiente, aunque para ellos hayan pasado 3 años subjetivos, con la excepción de Fijune, personaje completamente irrelevante cuya presencia podría eliminarse completamente sin afectar a la novela. Contamos sólo con la descripción de R'nendo de la página 335, página, por cierto, excelente, llena de magia y sentido de la maravilla. El caso es que el jardín no parece tan importante, al final de todo, aunque si lo sea lo que salga de él. No sé si esta frustración de las expectativas será algo intencionado, pero, a mi al menos, me produjo una desagradable sensación de bajón. Las explicaciones sobre la creación del jardín y su funcionamiento, otro lugar, el anclado de islas, etc, me han parecido confusas y contradictorias. Me recordaban a veces la tecnojerga de Star Trek. La explicación que da Mizuni al final, bueno, corresponde a una forma de ver la vida, pueden ser incluso cierta, a cierto nivel, pero no deja de parecerme el tipo de palabrería con la que un J.J. Abrams intentaría disimular que no se le ha ocurrido ninguna revelación o desenlace que estuviera a la idea de las expectativas que el mismo ha creado.

Muchos párrafos siendo negativo, nunca positivo, que vuelven a dar una impresión equivocada, pues he disfrutado mucho de la habilidad narrativa de Rodolfo Martínez, de la sencillez con la que fluye el relato, de la emoción de los momentos cumbres, de algunos giros realmente inesperados , de su imaginación y ese talento gigantesco que parece tener para la construcción de escenarios. En su momento hubiera dicho que con el universo de Yaxtor Brandan había alcanzado la cumbre de su capacidad para el “word-building” pero todo apunta a que “La simiente de la esquirla” lo va a dejar en agua de borrajas en comparación. Pienso seguir con la serie y por mis c… que me la acabo este año.

Me he leído “El jardín de la memoria”. ¡El séptimo sello está abierto! ¡Habrá granizo y fuego, mezclados con sangre, que serán lanzados sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se quemará y se quemará toda la hierba verde. Una gran montaña ardiendo en fuego será precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convertirá en sangre. Y morirá la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves será destruida. Y caerá del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y caerá sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas!



(1) Hago un inciso para desear una muerte horrible a todos los que hablan por los codos de las nuevas actividades a las que se dedican ahora, la limpieza, los ciclos de cine o la papiroflexia con los que se ven obligados a rellenar el inmenso tiempo libre del que disponen, al verse obligados a quedare en casa. ¿Es que nadie teletrabaja? Yo teletrabajo desde mi casa las mismas hora que antes trabajaba en la oficina, esta crisis no ha ampliado mi tiempo libre, más bien todo lo contrario.

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