“Así se pierde la guerra del tiempo” de Amal El-Mohtar y , Max Gladstone


 
En “Así se pierde la guerra del tiempo” nos encontramos con dos potencias, la Agencia y el Jardín enfrentadas en un conflicto que se extiende a lo largo del espacio y el tiempo. Los dos bandos envían a sus agentes al pasado para que fijen o den lugar a líneas temporales que les sean favorables.

La novela empieza cuando dos mujeres, agentes opuestas, empiezan a dejarse cartas, empleando para ello los medios más peregrinos que imaginarse pueda. Para que se hagan una idea, el más sencillo que recuerdo era codificar la carta en los anillos de un árbol.

Lo que empieza como una mera jactancia, después de haber frustrado una jugada del oponente, va dando paso progresivamente a la curiosidad por el modo de vida del enemigo y termina convirtiéndose en una historia de amor.

Durante bastantes páginas se repite el mismo esquema. Roja o Azul, así se llaman las protagonistas, están infiltradas en alguna época exótica. Encuentran una carta, la destruyen y luego aparece una misteriosa presencia, la Buscadora, que husmea los restos de la carta. Después de eso, aparece el texto de la carta.

Reconozco que no sé muy bien que pensar de esta galardonada novela. Tiene unos giros interesantes, aunque bastante esperables, dado que se trata de una historia de viajes por el tiempo. Las breves pinceladas de los mundos que visitan las protagonistas son atractivas, o simpáticas. La preocupación de los autores por lo que se narra es pareja a su preocupación por como lo narran. No sólo eligen una estructura más o menos original, sino que se esmeran en el lenguaje que utilizan en las cartas, cada vez más apasionado y poético y en el elaborado lenguaje con el que narran los sucesos entre las cartas. Puede que ese sea el problema.

Quizás estoy tan acostumbrado a leer libros escritos de una forma estrictamente funcional y narrativa, que, cuando por fin encuentro uno con un estilo elaborado, lo he encontrado un tanto ¿amanerado? A partir del momento en que se declaran su amor, aunque no usen esas palabras, el apasionamiento de sus cartas empezó a resultarme artificioso y un poco cargante. Y lo mismo me ocurre con los fragmentos puramente narrativos, en los que el narrador se expresa de un modo demasiado enrevesado para mi gusto.

Y, evidentemente, la estructura de la novela no tarda en volverse repetitiva, aunque juega en su favor su escasa longitud.

Bueno, al cabo de tantos años, al final puede que tenga que reconocer que, después de todo, no soy mas que un asno semi-iletrado, carente de sensibilidad artística. En fin, la historia no es mala y yo mismo encontré un cierto goce estético en su lectura, así que es probable que mentes más sensibles que la mía disfruten enormemente.

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