“Huevo de dragón” de Robert L Forward



La mayor parte de los lectores no habituales de novelas de ciencia ficción, piensan que son una novelas ridículas, sobre naves espaciales que realizan veloces acrobacias y hombrecitos verdes a los que se dispara con rayos láser y hay que reconocer que una parte importante de los aficionados a la ciencia ficción piensan que las novelas de ciencia ficción deberían tratar sobre naves espaciales que realizan veloces acrobacias y hombrecitos verdes a los que se dispara con rayos láser. Un tercer sector piensa que sólo merecen la pena las distopias y las novelas que dibujan mundos que son metáforas poco sutiles de aspectos de la actualidad, llenas intensidad emocional. Este sector piensa que la ciencia ficción “dura” es una cosa incomprensible, llena de fórmulas que no pueden comprender y no van a tratar de hacerlo.

“Huevo de dragón” queda para el resto de los lectores. Básicamente, es la historia de la civilización de los habitantes de una estrella de neutrones, los Cheela, nacidos en una gravedad 67.000 millones de veces superior a la de la Tierra con una química no iónica, sino nuclear, en la que un día de la tierra equivale a un milenio Cheela. Bueno, y de la expedición humana enviada a reconocerla, aunque estos ocupan menos páginas.

La sombra de “Hal Clement” y su “Misión de gravedad” planea sobre “Huevo de dragón”, no sólo porque Hal Clement figure entre las citas que recomiendan su lectura, sino porque en el apéndice sobre cuestiones científicas se reconoce de modo explícito la deuda de Forward con Mesklin, en cierto modo, creo que Forward intentaba superar la creación de Clement, con un mundo todavía sometido a una condiciones increíblemente más extremas, que ya es decir.

El caso es que, si yo intentara explicarles las cosas que me han impresionado de este libro a un amigo ajeno al género, puedo imaginar lo cómica que resultaría la escena. Yo alucinando en colores con que el campo magnético sea tan fuerte que existe una ´”dirección fácil” en la que es posible moverse y en la que las comunicaciones se propagan a mayores distancias y mi interlocutor imaginario preguntándose si acabo de ser poseído por el espíritu de uno de los personajes de “The Big Bang Theory”

Porque, de lo que normalmente se conocen como “virtudes literarias”, “Huevo de dragón” como que no tiene ninguna. Hay quien dice que los personajes humanos son acartonados. Yo más bien digo que no existen. A menos que memorices los nombres, es imposible diferenciar entre sí a los miembros de la expedición humana, salvo por el que escribe libros de divulgación para niños. Hay un momento de una actividad extravehicular peligrosa, contada con tal desapego, que no pude evitar los bostezos, aunque mis nuevos horarios de lectura pueden haber influido en ello.

Del lado cheela, bueno, aunque sean unas tortas aplanadas de unos pocos milímetros, su modo de pensar es completamente humano. Soy muy poco original al decirlo, todas las reseñas que he leído lo mencionan. Son más espabilados, pero tampoco tienen mucho carácter.

El grueso de la novela lo componen capítulos que cuentan momentos clave de su historia. Aunque los supongo intencionados, algunos paralelismos con la historia humana, que deben tener intención irónica, no han llegado a hacerme gracia. La crónica de la historia de una especie alienígena no tiene porque ser aburrida, otros autores han logrado engancharme con argumentos similares, como por ejemplo Adrian Tchaicovsky con las arañas de “Herederos del tiempo”, pero, en este caso, he seguido la novela con bastante desinterés durante la mayor parte del tiempo.

El estilo de Forward es ramplón y no consigue involucrarme con lo que narra. Su sentido del ritmo es inexistente, algunas crisis se arreglan en menos tiempo del que se ha tardado en plantearlas, el punto de vista cambia de modo poco claro, emplea tiempo en presentar personajes de los que luego se deshace sin que hayan hecho nada importante … Para acabar de completar sus virtudes, no se le da muy bien explicar o hacer intuitivas, si no comprensibles, las cuestiones científicas, lo que empiezo a pensar que es un pecado imperdonable en una novela de ciencia ficción “dura” moderna. El género tiene ya casi más de un siglo de historia, durante los cuales se han depurado los mecanismos para hacer comprensibles los aspectos técnicos a los lectores con pocos conocimientos. Emplearlos debería ser una obligación.

De modo que ni personajes, ni estilo, ni atmósfera, ni intriga, ni ritmo, ni emoción… Tal como la estoy poniendo, “Huevo de dragón” debe ser la peor novela de la historia. Tampoco es eso. Mejora bastante en su parte final, cuando se convierte en una original historia de primer contacto. En estos tiempos de cinismo, encuentro su ideología inspiradora: la búsqueda del conocimiento y la comprensión del universo como objetivo final y hermanador de las especies conscientes. Y como aficionado a la ciencia ficción “dura”, quizá simplemente como aficionado a la ciencia ficción, he encontrado cautivadores varios pasajes.

Esto es bastante personal, estoy seguro de que los mismos pasajes de la novela no tendrán el mismo efecto en otros personas. Por ejemplo, el que me ganó definitivamente y, al estar bastante al principio de la novela, su recuerdo me persuadió de abandonarla en muchas ocasiones, fue el momento en el que los cheela descubren los números. En mi caso fue casi una revelación, ver como un concepto que tengo tan asimilado desde mi niñez se abre paso por una mente que lo desconocía iluminó mi propia perspectiva de las matemáticas, de lo que es natural y de los logros de la humanidad.

Otros momentos de efecto “atiza” que me hicieron alzar las cejas y pararme un momento a darle vueltas al cerebro fueron, la ya mencionada “dirección fácil”, la descripción de los mecanismos por los que la “Mata dragones” se sirve para proteger de las fuerzas de la marea a su tripulación y, sobre todo, el experimento de los cheela con anti-gravedad. Todo lo relativo a la “descompresión gravitatoria”. ¡Pardiez! ¿Cómo se le pueden ocurrir a alguien estas cosas? Estudiando, evidentemente, y dándole vueltas al magin.

Estos momentos hacen que, después de todo, leer “Huevo de dragón” me haya valido la pena y que seguramente lea más obras de su autor. Aunque no demasiado pronto. Y no quitan que, probablemente se trate de la peor novela que se te podría ocurrir para prestar a un amigo al que quisieras aficionar a la ciencia ficción. O tal vez no.

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