“Rumbo a Marte” de Joe Haldeman
Cuando escribo una reseña suele ser víctima de un exceso de entusiasmo. Al pasar el tiempo, empiezo a darle vueltas a lo que he escrito y a lo que recuerdo de la novela reseñada y, a menudo, ya no me siento de acuerdo con lo que escribí hasta el punto de que, a veces, me he planteado escribir una segunda reseña.
Esta mutabilidad de mis aprecios también se aplica a la opinión que me merecen algunos autores. La publicación de la serie “Flandry” derribó a Poul Anderson del pedestal en que le tenía. Algo parecido va camino de ocurrirle a Joe Haldeman. Siempre me ha interesado su obra, quizá porque los dos primeros volúmenes de la serie “Mundos” fueron de las primeras novelas de ciencia ficción “modernas” que leí. Me parece un hábil narrador. Me encanta “La guerra interminable” tanto la novela como la adaptación al comic, “Paz interminable” es irregular, pero tiene bastantes cosas buenas para considerarla una lectura interesante. “Compradores de tiempo”, “Recuerdo todos mis pecados”, “Libertad eterna” … son simplemente entretenidas y rebelan una tendencia al “Deux ex machina” tan literal como preocupante. Creo que no entendí el final de “El engaño Hemingway”, “Viejo siglo XX”, si llega al aprobado, es por los pelos y “Camuflaje” es muy mala.
Quizá por esas decepciones he tardado tanto en leerme esta novela. El hecho de que sea la primera entrega de una trilogía cuyos volúmenes dos y tres permanecen inéditos en nuestro idioma no ayuda. Ni que las críticas la consideren una novela juvenil o “young adult”
Finalmente me decidí, es bastante corta, tampoco me iba a herniar ...
Durante la primera mitad de la novela, básicamente, no ocurre nada, un preocupante patrón que empiezo a ver en las novelas de Haldeman. La protagonista, Carmen Dula, viaja con su familia a Marte. Cogen un ascensor orbital y luego una nave. No se producen incidentes graves en su camino. El ascensor es descrito con bastante detalle, funciona con energía solar. Es decir, el medio de propulsión es un láser, generado por una planta de energía solar, que impacta contra un espejo en la cabina, como en algunas historias de veleros espaciales. Imagino que será factible. En el libro se dan pocos detalles técnicos. La historia es narrada en primera persona por Carmen, cuya principal preocupación es el uso del inodoro.
No sé si esta obsesión con los detalles escatológicos pretende demostrar la inmadurez de Carmen o es un toque de realismo desmitificador. Si lo piensas bien, refleja una necesidad vital muy entorpecida en los entornos superpoblados de baja gravedad.
Carmen tiene 18 años, pero durante media novela se expresa como si tuviera catorce. (Salvo por el tema del sexo, Joe Haldeman no debía de querer que le denunciaran las asociaciones de padres, quizá por eso deja claro desde el comienzo que el personaje es mayor de edad) Lo que he escrito no es exacto, se expresa como si el típico narrador de todas las novelas de Joe Haldeman contara objetivamente lo que piensa una jovencita inmadura. Todas las novelas de Haldeman parecen tener el mismo sarcástico narrador, ya sea en primera o en tercera persona. No es nada malo, significa que tiene una voz propia y para mí es uno de los atractivos de su prosa. Pero choca un poco por su costumbre de usar la primera persona del singular, es como si oyeras hablar a la misma persona, fingiendo unas veces ser un veterano de guerra traumatizado y otras una estudiante de primero de universidad.
La novela se anima cuando alcanza la mitad. Carmen comete una tontería muy absurda por motivos que nunca quedan plenamente justificados y eso desencadena el giro inesperado que hace que la novela por fin enganche. Curiosamente, a partir de ese momento Carmen se comporta de un modo más adulto, es como si toda la inmadurez fuera una excusa para ese acción absurda, que tenía que realizarse para que la novela evolucionara. Aunque quizá “comportarse” es exagerar. Carmen es un testigo de los hechos, no un actor principal y, aunque siempre esté cerca de la acción, la verdad es que no hace nada relevante durante toda la novela.
No mencionaré cual es el giro inesperado, por si todavía queda en España algún interesado en leer este libro y consigue encontrarlo en una librería de segunda mano, pero diré que no es demasiado sorprendente, tratándose de una novela de ciencia ficción, ni mucho menos original.
Pensándolo bien, hay muy poco original en la novela. Todo suena a refrito de situaciones mil veces leídas en mil novelas y relatos similares. Hay unos personajes curiosos, vitales en la segunda mitad del libro, que no carecen de interés, pero son la excepción. Decía al principio que Joe Haldeman me parecía un autor “moderno”, sin embargo aquí calca los temas y los argumentos de la edad dorada de la ciencia ficción. Me pregunto incluso si “Rumbo a Marte” no pretendería ser un homenaje a aquellos viejos moldes, ya caducos.
Sin embargo, no será esta la novela que me haga abominar de Haldeman. Su sencillez, unido su falta de ambiciones y su brevedad, se convierten en sus mejores valedores. Es una novela ligera y olvidable, pero que, sobre todo a partir de la segunda mitad, consigue su principal objetivo: entretener. Y no es poco.
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