“Sigue el viento libre” de Leigh Brackett


 En esta vibrante novela, Leigh Brackett noveliza la vida de James Beckwourth un célebre trampero, testigo directo y, en ocasiones, actor principal de la gran migración de Estados Unidos hacia el salvaje oeste.

Beckwourth, de madre negra y padre irlandés, aunque criado como hombre libre, se nos presenta como un eterno insatisfecho con un punto de salvajismo, peleón, arrogante, propenso a la cólera, obsesionado con demostrar, no ya su valía, si no la superioridad frente a los que le rodean, buscando siempre, en el fondo, su lugar en el mundo, un lugar en el que sea aceptado y admirado que sólo encontrará entre los nativos americanos.

La novela sigue su viaje a través de inmensas distancias de espacio y tiempo. A lo largo de los años Beckwourth desempeñará distintos oficios: explorador, trampero, caudillo crow, ladrón de caballos en los antiguos establecimientos españoles de california, comerciante y explorador del ejército y será testigo directo de la transformación de los territorios vírgenes que él mismo descubrió en un nuevo mundo, en el que no hay lugar para él.

La mayor parte de la novela es sencillamente brillante. Los diálogos son magníficos, así como la capacidad de Brackett de definir a los personajes a través de ellos y sus acciones. Su pulso narrativo atrapa al lector desde el comienzo y lo tiene bien sujeto, las descripciones de paisajes y de las costumbres de las personas con las que trata Beckwourth (nativos americanos, tramperos, mexicanos) son interesantes y parecen bien documentadas. Se trata de una novela muy útil para los que quieran aprender sobre esa época pero no estén dispuestos a abordar un libro de ensayo, de los que aparecen en la abultada bibliografía que se incluye al final.

El único problema que tiene es que es una biografía novelada, no una novela y eso se acaba pagando su peaje. Lamentablemente, en la vida de las personas reales, no hay un hilo conductor que unifique y de un propósito a la sucesión de hechos fundamentalmente aleatorios que la componen. No existe una sensación de avanzar, de que todo vaya encaminándose hacia una conclusión, aunque eso sea exactamente lo que nos ocurre a todos. Encima James Beckwourth, tuvo una vida bastante larga, en la que le ocurrieron muchas cosas, que no guardan relación entre sí, aparte de que le pasaron a él, lo que convierte la escritura de su biografía en una auténtica gesta.

Quizá incluso Leigh Brackett sintió cierta desgana, al darse cuenta de lo monumental de la tarea que había abordado, porque los últimos capítulos se convierten en un batiburrillo en el que los años y las décadas se atropellan unos a otras, mientras se suceden acontecimientos históricos muy poco explicados y muchos, muchos nombres, de personajes reales, relacionados muy tangencialmente con la narración.

Una lástima, porque, si no, puede que estuviéramos hablando de una obra maestra.

Comentarios

  1. Me está sorprendiendo para bien la literatura sobre estos temas. Acabo de terminar leer "El trampero" de la colección Frontera de Valdemar, novela en la que se basa la película de Robert Redford "Las aventuras Jeremiah Johnson", y me parece que tiene todo que ver con esta que reseñas. ¿Has leído algo de Frontera? Yo leí la también magnífica "Centauros del desierto" y ahora empezaré "Lonesome dove". ¡Quién me iba a decir que acabaría flipando con novelas del oeste!

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    1. Esta es la primera novela de Frontera que he leído. La colección tiene muy buena pinta, a juzgar por los resúmenes. Nadie debería subestimar las novelas del oeste, a fin de cuentas son novelas históricas de Estados Unidos y nadie subestima las novelas históricas. Ya contarás de "Lonesome dove", recuerdo que la serie de televisión me pareció muy triste.

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    2. Joer, no me había dado cuenta de que la novela de Brackett es de Frontera!

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  2. Pues he acabado Lonesome Dove y me ha entusiasmado. De hecho he tenido que dejar mi opinión en Facebook. Te la pongo aquí también: Bueno, pues ya está. Más de mil páginas de novela del oeste. De novela. De novelaza. Quién me iba a decir a mí que iba a disfrutar tanto del género de los vaqueros y los indios. Y es que al final sólo hay literatura. Porque... qué narrativa más clara, sencilla y fluida. Qué cadencia a la hora de presentar los innumerables personajes, sin aturullar, con las pinceladas justas para que se te queden bien grabados y bien diferenciados. Qué diálogos más creíbles, y legibles, y divertidos. Qué manera tan natural de contar tanto la cotidianeidad más confortable como la crueldad más terrible, sin aspavientos ni dramatizaciones que hagan esta última artificiosa sino espantosamente cruda. Qué clasicismo, qué efectividad la del narrador omnisciente que te cuenta lo que pasa por la cabeza de los personajes cuando le parece bien, sin experimentos, ni narradores poco fiables, ni gaitas. El resultado es un libro imposible de abandonar que se termina con grandísima pena. Gracias a Ana García de Polavieja (por cierto la correctora de este tocho maravilloso) por habérmelo descubierto. Ya van tres Fronteras de Valdemar. Ahora a ver con cuál sigo.

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