“6 A.M. en la marisma al borde del universo” de Víctor Conde


 
Subtitulada “Una novela de ciencia ficción hard en un futuro transhumano”

Con esos mimbres, estaba destinado a devorar esta novela en cuanto saliera al mercado y eso hice, poniendo en serios apuros a la nunca suficientemente valorada librería “Estudio en escarlata”, que finalmente consiguió mi ejemplar.

El tema del transhumanismo, existe, pero es bastante anecdótico, una subtrama que constituye una pequeña parte de un libro, ya de por sí pequeño, aunque ayuda a extender los horizontes de la trama principal y hacerla avanzar.

No cabe duda que Víctor Conde se ha fijado unos objetivos muy ambiciosos. Escribir una novela de ciencia ficción hard requiere una extensa labor de documentación, a menos que tengas una carrera científica y ni aún así. A este respecto, recomiendo la lectura de los post de Sergio Mars, biólogo de formación, en los que a menudo crítica que los supuestos autores hard pueden ser muy buenos en una disciplina, típicamente la física y fallar estrepitosamente en los aspectos biológicos de los mundos que imaginan. Y también es inmisericorde con todas aquellas obras (sobre todo de cine) que alardean de un rigor científico luego inexistente. Volveremos sobre esto.

Creo que su ambición le juega a Víctor Conde una mala pasada al autor, al comienzo de la misma, cuando hace un alarde exagerado de datos, tal vez interesantes, pero poco importantes para la trama. En su momento me dieron la sensación de que estaba intentando demostrar en cada línea lo “hard” que podía llegar a ser. Me refiero a fragmentos como: “Su hidroxilo de doble capa permitía almacenar como si fuera un sandwich, entre esas capas, materiales como fosfatos, aminoácidos y proteínas”.

Ahora lo leo, copiado en el post y no me parece para tanto, pero lo mantengo, porque fue la primera impresión que me causó. Quizá la medianoche no sea buen momento para leer.

En cualquier caso, existe un desequilibrio entre la preocupación por los aspectos técnicos y la dimensión humana de la historia. La pareja protagonista me parece muy sosa, amen de exageradamente nobles. La única vez que tienen una pelea, bueno… es por un motivo más que inevitable y lo superan con bastante facilidad. El resto del tiempo están siempre de acuerdo y siempre apoyándose. De puro buenos, me resultan irreales, aunque quizá la extensión de la novela no daba para más.

El argumento tampoco es que sea una maravilla de originalidad. Lo hemos visto en innumerables películas y novelas, incluso en algunas publicadas este mismo año. No daré demasiados datos de todos modos, sólo diré que, esta ocasión, quien corre peligro no es la Tierra, sino Marte. Y que hay que salvar a Marte.

Es una novela muy corta, de esas en las que hay que considerar con cuidado si el coste de la edición en papel justifica el gasto. Su brevedad juega a la vez a favor y en contra. Por un lado, no da tregua al lector, por otro, hay personajes, situaciones e ideas que creo que se habrían beneficiado de un mayor desarrollo. No sólo los protagonistas, sino los secundarios (me parece genial la idea de las víctimas de la catástrofe que son pobres diablos, totalmente inadecuados para la tarea que les toca afrontar o que están tan ensimismados en los problemas de su vida corriente que apenas se dan cuenta de lo que ocurre hasta al final, pero no me llega a emocionar, no sabría decir porqué, las escenas me parecen bien pensadas pero mal ejecutadas)

El clímax, muy cinematográfico, es tan emocionante como espectacular.

Y en cuanto a las ideas … ¡Qué ideas! Ideas locas, de esas que parece que sólo Víctor Conde es capaz de concebir.

“El cosmos es un constructo impersonal y mecánico, esclavo de sus propias leyes de termodinámica. Pero puede generar aleatoriamente escenarios de una complejidad tan elevada que de ellos podría surgir, de manera casual, un pensamiento. […] quizás habría una protoidea primaria, la primera que surgió de un estado complejo de las cosas. […] Quizás la tuvo un campo electromagnético de una enana marrón que se mezcló con el de dos gigantes rojas, y sus espines y vectores axiales se volvieron tan complicados que, por un nanosegundo, pudieron tener una idea”.

Guau. Este fragmento, un poco más extenso, hizo que me diera vueltas el cerebro. Sólo por él, ya me mereció la pena comprar el libro. Y no es nada comparado con “la idea brillante” que podría conjurar la amenaza a la población de Marte. No sé si calificarla de idea, teoría o hipótesis, o tomadura de pelo. A mi entender, es absolutamente demencial y sin embargo … Bueno, me faltan conocimientos, así que no consigo discernir si tiene un sustrato teórico válido o no. Si busco en Google “teoría Lindsay” me encuentro varios enlaces a teorías conspiranoicas sobre si Lindsay Lohan tiene una hermana gemela. Si intento afinar más y pongo “teoría no parcialidad lindsay” me encuentro cosas tan variadas como teorías cínicas, la ética de la política o el enésimo lloriqueo sobre la facilidad con la que la gente se ofende ahora. Así que no he podido corroborar nada. El caso es que recuerdo haber leído un artículo, hace muchos años, sobre alguna teorías realmente esotéricas relacionadas con la información, así que tampoco puedo descartarla del todo… Aunque seguro que es muy improbable. En fin. Víctor Conde ha vuelto a poner mi cerebro patas arriba, eso siempre es bueno.

Eso sí, lo que no me creo absolutamente para nada, es la facilidad con la que Ana Ivasova, la protagonista, pilla la “idea brillante” al vuelo, en medio de una situación de gran tensión y hasta la completa, antes de que se la terminen de explicar del todo.

Cuanto más reviso las dos páginas que ya llevo escritas, más encuentro cosas que faltarían por comentar, como las encantadoras referencias a la propia ciencia ficción, Edgar Rice Burroughs y la adaptación de Solaris de Tarkovsky son explícitas, pero seguro que hay más. Como ya habrán notado, la novela es corta, pero densa, con muchas capas que pelar, da para muchas conversaciones y muchos post.

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