“Marco Polo I: La caravana de Venecia” por Muriel Romana



Siempre he tenido la sensación de que el personaje de Marco Polo ha sido poco explotado en la literatura. Si, las referencias son múltiples, pero, que yo sepa, sólo había protagonizado una novela anteriormente “El viajero” de Gary Jennings, novela muy, muy, muy laaaargaaa, en ocasiones divertida y hasta excelente, pero, por lo general, bastante pesada y no lo digo sólo por el número de hojas. Y aún así, me parece poco. Quiero decir, el personaje real hizo un viaje tremendamente largo, se integró en una cultura que por fuerza debía de resultarle más alienígena que la del planeta Vulcano y aparentemente, con éxito y luego volvió para contar lo que había presenciado, aunque nadie piensa que su “Libro de las maravillas” sea completamente verídico.

Vamos, que es carne de novela de aventuras y no me parece que su potencial haya sido explotado por completo.

Muriel Romana es aparentemente una escritora francesa que sólo tiene publicado en español una trilogía de novelas sobre Marco Polo, de la que este libro es la primera entrega, y muy poco más en su idioma original. Lo desconozco todo por completo sobre ella, aparte de que ésta es su primera novela. Con los tiempos que corren, ni siquiera puedo estar completamente seguro de que sea una mujer.

El libro abarca desde la adolescencia del viajero hasta su primer encuentro con Kublai Kan. Está escrito en presente, en vez del tradicional pretérito y, bueno, se nota bastante que es una primera novela, sobre todo en sus primeras páginas, en las que sobran muchos adjetivos, exagera un tanto las características de cada personaje y se concentra en que cada gesto y cada roce resulte transcendental y electrizante. Aparte de que las correrías juveniles de Marco Polo por Venecia nunca son demasiado atractivas.

Consciente de lo que busca el lector de novela histórica, Muriel Romana se pierde constantemente en la recreación de los múltiples lugares por los que pasa Marco Polo y las costumbres de los pueblos con los que trata. El problema es que son muchos lugares y muchos pueblos. Ni siquiera asumiendo que todos los datos que nos transmite sean correctos, leyendo el libro por puro interés didáctico, la experiencia resulta totalmente satisfactoria. En parte porque son lugares remotos y usa los nombres de la época, con lo que resulta difícil situar el lugar del que está hablando exactamente y en parte porque, como ya dije, los datos son demasiados y se suceden demasiado deprisa.

Hay un cierto desajuste entre lo que se cuenta y el estilo con el que se cuenta. Por un lado, Muriel Romana se esfuerza demasiado en que todo sea bonito, muchas descripciones de paisajes, muchos amaneceres, puestas de sol y cielos nocturnos estrellados. Por otro, en los momentos cumbre, las revelaciones, las traiciones, el duelo final, va tan rápido y da tan pocos detalles, que si estás un poco dormido puedes no darte cuenta de que la novela acaba de dar un vuelco.

Y sin embargo, tampoco puedo decir que haya sido una mala experiencia lectora. A medida que la novela avanza, la autora va tirando de viejos recursos del folletín y la novela de aventuras, que no por manidos resultan menos eficaces: las conspiraciones y misiones secretas, los amores condenados por el destino, el traidor que maquina contra sus compañeros de expedición, incomprensiblemente pardillos. El caso es que lo hace bastante bien, y consiguió engancharme.

No puedo decir que espere con impaciencia las secuelas, pero en algún momento me pondré con ellas, si vivo lo suficiente.

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