"La hija del Nilo" de Javier Negrete
Siento una gran admiración por las novelas históricas de Javier Negrete, “Salamina” me parece, de largo lo mejor que ha escrito. Por ello lamento mucho escribir que “La hija del Nilo” me ha resultado muy irregular.
La novela empieza, bien, aunque se toma su tiempo. Comienza, nada más y nada menos que describiendo el curso del Nilo, antes incluso de ser Nilo. Aquí entronca con una primera parte en la que se alterna la descripción de los ritos que celebran la crecida del río con una conspiración palaciega, lo que sirve para presentarnos a la joven Cleopatra y a su familia, perteneciente a la peculiar dinastía de los Ptolomeos. Es de largo lo mejor de la novela, una parte sumamente entretenida que cumple sus objetivos perfectamente.
A partir de ahí, la novela podría titularse “Julio César y Cleopatra”. Los capítulos de la reina del Nilo se alternan con los del conquistador de las Galias, predominando los de este último. No me entiendan mal, no es algo que me moleste. Probablemente más por el mito que los rodea que por la realidad, ambos personajes son fascinantes, pero una novela sobre Julio César promete más batallas, con su correspondiente dosis de violencia y derramamiento de sangre, que luce mucho en la ficción. Sin embargo, a partir del momento en que el foco cambia de Egipto a la campaña contra Pompeyo, la novela se vuelve errática. Javier Negrete dedica mucho tiempo a describir emboscadas, escaramuzas, tretas, conspiraciones y choques armados que parecen irrelevantes. Llega incluso a introducir a dos personajes, supongo que ficticios aunque con lo mucho que escribía Julio César nunca se sabe, destinados a aportar el punto de vista de la tropa, que no tienen ningún tipo de arco argumental o historia propia. Para colmo de males, sus capítulos parecen destinados a terminar cuando empiezan las batallas y comenzar al día siguiente, mientras se reponen y los curan, dejándonos siempre con la miel en los labios.
Sospecho que es un problema de la novela histórica, cuando está bien documentada. El caso es que en la vida real ocurren muchas cosas y muy contradictorias. Las personas parece que van a hacer una cosa y luego terminan haciendo la contraria y lo que un día era vital, a la mañana siguiente parece trivial. El escritor debe seleccionar de entre esa maraña de hechos los que les parezcan más relevantes y centrarse en ellos, pero cuando el escritor domina de verdad el tema que trata, lo más probable es que TODOS le parezcan relevantes y que sude tinta para intentar hacerles justicia. Tengo la sensación de que eso es lo que ha pasado en “La hija del Nilo” y que a Negrete le ha perdido el afán de contar todos los detalles que considera importantes de la campaña. Y no ayuda que el resultado final sea conocido por cualquiera con unos conocimientos mínimos de historia clásica o que, al menos, se haya visto la primera temporada de la serie de televisión “Roma”. El capítulo en que se narra el final de Pompeyo se me hizo terriblemente largo, por su causa.
(Por cierto, que, de pasada, en “La hija del Nilo” se cuenta la historia de Tito Pulón y Lucio Voreno, los centuriones de la guerra de las Galias en los que se inspiran los protagonistas de la serie)
A pesar de este desorden narrativo, los capítulos de César resultan más entretenidos que los de Cleopatra. La Cleopatra de Negrete es un personaje positivo, culta y preocupada por su pueblo, con quien se identifica más que con sus raíces macedonias. Por desgracia, también es inexperta, carente de habilidades para la intriga y el mando. Se limita a ser rescatada, cuando sus familiares la traicionan, o a fracasar en sus intentos de liderar una revuelta. La única vez que consigue algo por sus propios medios y rescata a un príncipe que se convertirá en su aliado, es un capítulo tan novelesco que me resultó completamente inverosímil, parece sacado de un cuento de hadas.
Hablando de cuentos, al principio de la novela Cleopatra promete a su abuela que sólo se entregará al más poderoso de los hombres, al que sea un dios entre los mortales. Por lo que se pasa el libro protegiendo su virginidad hasta que llegue el esperado momento, al menos esperado por los lectores, de encamarse con César. Este hilo narrativo a mí, personalmente, me produce un poco de dentera, por que parece cifrar el valor de una mujer en su castidad. No creo que esa fuera la intención de Negrete, más bien creo que quería crear expectación o tensión sexual, conforme se iba acercando el momento del encuentro entre los dos protagonistas, pero, si es así, no lo consigue.
Finalmente, las dos tramas coinciden en Alejandría, pero yo ya había alcanzado una situación anímica en la que no era capaz de distinguir el grano de la paja, la información que iba a ser importante para la historia de la que figura porque es, simplemente, curiosa. Así, el autor se demora lo mismo en la descripción de la ciudad, que será vital para la conclusión de la novela, que en la descripción de la Anticitera, que no lo es. (Es el mismo objeto de “Indiana Jones y el dial del destino”, aunque sólo lo reconocí por las explicaciones que figuran al final del libro)
Hay momentos en que vuelve a relucir la habilidad narrativa a la que nos tiene acostumbrados Javier Negrete, escenas de gran fuerza e intensidad, pero son excepciones. En general, me ha dado la impresión de una trama muy deslavazada en la que su autor no tenía claro la historia que quería contar.
Desde luego, todo lo que he leído de Negrete después de Salamina me ha parecido muy inferior, pero es que Salamina es magistral. No he encontrado acción mejor narrada que en esa novela, es algo digno de estudio. Las otras novelas de Negrete, incluida la Reina del Nilo, no llegan a desagradarme, porque el oficio del escritor se mantiene, pero distan mucho de ser memorables. No sé, es una pena.
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