"Herederos del caos" de Adrian Tchaikovsky


Secuela de “Herederos del tiempo”. Al igual que aquella, está estructurada en dos niveles, pasado y presente.

En el pasado, tenemos la historia de una expedición de terraformadores, que cuando llegan al planeta objeto de su misión, que llamarán Nod, descubren que está repleto de vida alienígena. El equipo se divide en dos, uno dedicado al estudio de la vida de Nod y otro dedicado a la terraformación de otro planeta del sistema, al que llamarán Damasco, un mundo acuático. En este segundo equipo se encuentra un entusiasta de los pulpos, Senkovi, que aprovecha la ocasión para introducirlos en el ecosistema en ciernes e inyectarles el virus de la evolución. Ambos grupos se verán sacudidos por el colapso del imperio, la aparente extinción de la humanidad y las sorpresas que aloja Nod.

En el presente tenemos a una tripulación formada por arañas y humanos (neohumanos se obstinan en calificarlos) que llega al mismo sistema y se encuentra con una civilización octopoide que ha colonizado su sistema madre, con la que intentan desesperadamente comunicarse, mientras se ven inmersos en los conflictos entre sus diversas facciones.

Curiosamente, el autor utiliza el habitual pretérito para la trama situada en el pasado, mientras que para la que transcurre en el presente utiliza ... el presente. Curioso y apropiado, aunque juraría que hay alguna intromisión del presente en el pasado.

Sinceramente, creo que Tchaikovsky no le saca todo el provecho posible a la trama situada en el pasado, cuando parte de unos conflictos muy atractivos. En primer lugar, está el conflicto entre el cumplimiento de la misión encomendada, que no deja de ser la tarea a la que los terraformadores han dedicado sus vidas, frente a la preservación de la biología nativa, que, por más fascinante que sea, inicialmente no parece albergar vida inteligente. Este conflicto daría para toda una novela, pero se solventa de un plumazo, por obra y gracia del director de misión, cuya decisión es respetada por la tripulación como si fuera palabra de Dios. Después, llega la terrible revelación de la extinción de la especie humana. Se han escrito numerosas obras, a menudo maestras, sobre el horrible reto que en que se convierte la existencia de los últimos supervivientes de la humanidad y se han filmado innumerables películas. Si, está un poco manido. Pero no deja de ser una situación muy dramática, a la que Tchaikovsky no le saca ningún interés. Al principio, intentaba memorizar los nombres de la tripulación de terraformadores, para recordad quien hacia cada cosa, pero es completamente innecesario, sólo hay dos realmente importantes, el resto son camisas rojas, carne para la máquina. A Tchaikovsky le importan muy poco sus personajes, especialmente los de esta trama. Si en “Herederos del tiempo” los vaivenes de los últimos supervivientes de la humanidad podían ser una excusa que nos permitiera saltarnos etapas en la historia de la civilización arácnida, dejando sólo los momentos cumbre, en “Herederos del tiempo” ocurre lo contrario, la trama situada en el pasado funciona para ir presentando y explicando las fuerzas con las que se va a enfrentar la tripulación de la “Pasos ligeros”. Como compensación, la trama que transcurre en el presente es mucho más compleja y, en teoría, emocionante. Se rompen y establecen alianzas y hay bastantes batallas espaciales. Casi parece un capítulo de una serie de Star Trek.

Comparación que no es en absoluto gratuita. Varios aspectos de esta novela me han recordado las space operas de la caja tonta. Aparte de los ya mencionados pulpos, hay un tercer jugador en la partida de ajedrez cósmico, que parece salido de las películas de invasiones extraterrestres de la guerra fría, o de la ciencia ficción televisiva. Además, la “Pasos ligeros”, como una especie de ordenador central, contiene una copia de la personalidad de Avrana Kern, que casi se convierte en una adicta a las emociones humanas, que experimenta a través del implante cerebral de uno de los tripulantes. Esta fascinación de lo incorpóreo y ultra racional por las emociones y sentimientos es una idea entrañable y consoladora, que también me parece muy televisiva, pero que no me encaja con lo que sabíamos de Avrana Kern en la anterior novela y que, por más que quiera creerla, en el fondo, me parece infantil.

Siguiendo el apartado de puntos no muy convincentes, la facilidad con la que se congela el agua en el vacío en esta novela me ha dejado algo asombrado, contradice lo que he creído aprender de otras novelas.

Mejor suerte corren los pulpos inteligentes. Si en “La montaña en el mar” aprendí que los pulpos tienen neuronas en los tentáculos, que se mueven de modo independiente del cerebro central, Tchaikovsky lleva esta independencia un paso más allá. Convierte a los tentáculos en una especie de ordenadores biológicos subconscientes dedicados a cumplir los deseos del cerebro central, como una especie de mayordomo obsequioso pendiente de los caprichos de su amo, que nunca llega a saber los razonamientos o los medios empleados en su satisfacción, es decir, los pulpos se encuentran los problemas resueltos sin pensar conscientemente. Entre eso y su absoluta inestabilidad mental y casi física, que les hace cambiar constantemente de opinión, Tchaikovsky diseña unos alienígenas insólitos, ajenos a la experiencia humana. La historia de su civilización, su sociedad y su tecnología, no resultan tan sorprendentes como la de las arañas de “Herederos del tiempo”, a fin de cuentas, se basan en la tecnología heredada de los terraformadores, pero es lo más interesante de la novela, junto con un epílogo que destila sentido de maravilla.

Lo peor, para mí, es el lenguaje. El estilo de Tchaikovsky me ha chirriado mucho en esta novela, me ha resultado farragoso, sobre todo cuando está explicando cuestiones supuestamente científicas o tecnológicas. Sospecho que intenta aparentar que sus invenciones son más complejas o profundas de lo que son y eso a pesar de que algunas de sus ideas son asombrosas. Emplea muchos adjetivos, muchas oraciones subordinadas y una sintaxis muy complicada, para explicar cosas que, en el fondo, no lo son tanto, lo que le resta dinamismo a la historia y me ha sacado de la lectura no pocas veces, estropeando lo que podría haber sido una lectura muy entretenida, porque la trama, sin ser un prodigio de originalidad, está bien contada: las revelaciones, los giros inesperados, los golpes, las traiciones y los logros se suceden con buen ritmo, pero la voz narrativa que ha elegido el autor para contármelos … me hace bostezar.

En fin, una obra que me despierta emociones contradictorias, tiene muchas cosas buenas, pero me ha dejado un poco agotado de su autor, sin ninguna gana de leer la tercera parte.

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