"El códice de las brujas" de Víctor Conde




Habría sido todo un puntazo tener lista esta reseña para la noche de Halloween y la verdad es que podría haberlo hecho. Ya había terminado su lectura un día antes. Sólo la desidia que ha invadido mi vida profesional y personal lo han impedido. Eso y la costumbre de mi PC de apagarse cuando le da la gana. En fin, a quien le importa.

La novela transcurre en 1984 y cuenta la historia de Vincenzo Strada un joven obsesionado con las facetas de la antropología relacionadas con los rituales antiguos y los sacrificios humanos. Expulsado de la escuela de cine de los Ángeles, recaba en un puesto de trabajo en una emisora de radio de un pueblecito de Kentucky, en cuyo pasado descubrirá una terrible tragedia de fanatismo y antropofagia, a la vez que entra en contacto con su ídolo, la doctora Corah Westerdhall, una celebridad en el campo de la antropología, la teología y el estudio de las religiones paganas, cuyos conocimientos de brujería no son puramente teóricos. Junto con dos amigas suyas, está intentando prevenir un inminente apocalipsis. En paralelo se nos cuenta la historia de la oposición, una especie de aquelarre formado por cuatro niños, cruelmente manipulados y esclavizados por su gurú, Canaan Lubby, un niño misterioso en contacto con entidades oscuras, a las que pretende sacrificarlos.

Aunque en su momento me resultó cargante, el personaje de Vincenzo es uno de los grandes aciertos de la trama. Gordo, con entradas, asocial y con obsesiones de lo más mórbidas, en una historia convencional sólo representaría uno de estos tres roles: amigo friki del héroe, que le suministra toda la información que éste es incapaz de hallar por sí sólo, sicario del auténtico villano o una de las primeras víctimas, cuyos conocimientos le permiten comprender lo que está pasando, pero no evitarlo. Sin embargo, aquí es el protagonista. No es un protagonista agradable, al menos no inicialmente. Empieza la novela rodando un cortometraje en el que descuartiza a un ratón vivo, lo que es una salvajada y muy desagradable. Sus intentos de ligar son patéticos, como también lo son sus fantasías y sus primeros encuentros sexuales, en los que tal vez Víctor Conde se recrea demasiado, para mi gusto. No es que sean escandalosos, es que no aportan mucho y la novela no es muy larga. A pesar de todo, al lector le resulta fácil identificarse con su mezcla de fascinación (si no, lo más seguro es que no estaría leyendo la novela) y escepticismo con respecto a la brujería. Con su cobardía y falibilidad. Sobre todo cuando, hacia el final, se revela que tampoco se puede decir que sea una mala persona, aunque conste únicamente de defectos y aparentemente ninguna virtud. Esto le convierte en el personaje más humano de la novela.

Una novela a la que humanidad es precisamente lo que le falta. La trama de los niños podría recordar fácilmente a las novelas de Stephen King, en las que no soy ningún experto, pero que, por lo que he leído, se desvincula de ese recuerdo por la falta de empatía que despiertan. Algo grave ocurre cuando no se consigue transmitir simpatía hacia unos niños marginados, maltratados y oprimidos por su entorno, que, además, se encuentran en peligro de muerte y aquí creo que tiene mucho que ver la, a menudo, excesivamente trabajada prosa de Victor Conde, que en este caso se convierte en una barrera entre el lector y los personajes. Uno se puede embobar ante el barroquismo de sus experimentos lingüísticos, lo atrevido de sus imágenes, metáforas y símiles, pero es un placer intelectual, no visceral. No despierta emociones en el lector. Soy de la opinión de que el estilo debe estar al servicio de lo narrado, de modo que un estilo es bueno cuando potencia lo que se está narrando, es decir, es el más adecuado para contar la historia que se está contando. En ese sentido, me parece que el autor no ha encontrado la tecla adecuada que pulsar para contar “El códice de las brujas”. Aún así, no puede negarse que es una novela entretenida e imaginativa.

Decía Victor Conde en un podcast que su saga de novelas de terror consiste en dedicar cada una a un ícono de la literatura o el cine de este género, con un ‘twist’, un giro inesperado. Supongo que en esta ocasión le corresponde a las brujas, aunque hasta cierto punto podría ser el ‘folk horror’. El giro consiste en desvincular la brujería del satanismo y el cristianismo, de hecho, la magia es una fuerza primaria que todas las religiones, empezando por el zoroastrismo intentaron sistematizar. Víctor Conde acerca más que nunca el terror a sus habituales inquietudes metafísicas, con visitas a otros planos astrales en las inquietantes escenas oníricas, que caracterizan su obra. Con todo y a pesar del interés abstracto de las ideas que maneja, su oposición a los fanatismos y que parece haber realizado una cantidad respetable de documentación, no llega a desarrollar sus ideas con profundidad. Son, más que nada, una excusa para el enfrentamiento entre oponentes. Su cosmología acaba resultando confusa y el funcionamiento de su magia, caprichoso. Por ejemplo, a mediados de novela hay una vuelta de tuerca dickiana, que, todo hay que decirlo, más adelante será perfectamente explicada, pero que carece de toda lógica y, lo que es peor, de ninguna función en la trama. Al cruzar el ecuador de la novela, se descubren facetas inesperadas de los personajes que necesitarían mucho más desarrollo, las respuestas a los enigmas planteados son absurdas o simplonas, destinadas tan sólo, con poca sutileza, a mover a los personajes hasta su posición predeterminada para el último gambito en este tablero de ajedrez literario. Las estrategias de los malvados y los menos malvados, parecen improvisadas y rebuscadas. Todo en la novela acaba pareciendo improvisado y rebuscado.

Y también excesivo. Como es norma de la casa, “El códice de las brujas” consta de muchos elementos incluidos en muy poco espacio, mezclados en un cóctel irregular, brillante, pero no satisfactorio. Víctor Conde nunca llega a defraudar del todo, pero estoy perdiendo la esperanza de que algún día escriba una novela completamente redonda.

Comentarios

  1. Dos cosas ¿porqué nadie me avisa cuando se me olvida poner el título de la obra reseñada? ¿y porque sólo me ocurre con novelas de Víctor Conde?

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    1. Y yo que se maño, tu sigue escribiendo aunque se te olviden cosas, que me ayudas una barbaridad a la hora de elegir que leer.....

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    2. Terrible responsabilidad la que me otorgas. Gracias por el cumplido implícito. Aunque... quien sabe. Igual lo que ocurre es que me tienes calado ¡Y haces justamente lo contrario de lo que opino!

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