"Después del fin: El largo mañana / La ciudadela de las edades perdidas de Leigh Brackett


 

Bajo este largo título, el volumen albera dos novelas de Leigh Brackett, que tienen en común transcurrir en futuros apocalípticos, después de la destrucción de la civilización.

Empecemos por la segunda “La ciudadela de las edades pérdidas”. Es la más corta de las dos, alrededor de unas cien páginas. Es una típica historia de Leigh Brackett, con personaje mesiánico que se erige en agente del cambio, asistido por personaje femenino, más inteligente y mucho más hermoso. En esta ocasión se trata de una Tierra que, tras las perturbaciones producidas por el paso de una estrella a través del sistema solar, ha perdido el movimiento de rotación, quedando dividida en dos zonas, de noche y día eternos respectivamente. Una nueva especie humanoide, probablemente mutantes humanos surgió de la zona oscura y esclavizó a la humanidad. En esta situación, despierta un hombre sin ningún recuerdo de su pasado, pero con vagas visiones de la vida anterior al cataclismo que lo guiarán en la búsqueda de una mítica ciudadela en la que los antiguos guardaron registro de toda su ciencia y sabiduría, anterior a la catástrofe. Es una historia tan convencional como entretenida, narrada con oficio, con un final un poco sacado de la manga, que sorprende, más que nada, por su imaginación.

El grueso de la novela corresponde a “El largo mañana”. Esta novela, en cambio ya son palabras mayores. Transcurre en Estados Unidos, después de que una guerra nuclear haya acabado con las grandes ciudades. La civilización ha retornado a un estado preindustrial, similar al del siglo XIX. El pueblo se ha refugiado en la religión, y se han vuelto mayoritarias versiones ultra conservadoras del cristianismo, como los amish o los menonitas. En este ambiente, los jóvenes primos Len y Essau descubrirán indicios de la existencia de la mítica ciudad de Bartorstown, en la que supuestamente todavía existen la ciencia y la tecnología, lo que acabará llevándolos a abandonar su hogar y emprender una larga búsqueda, en la que conocerán el fanatismo y la decepción.

Normalmente evito leer historias post-apocalípticas, no son lo que busco cuando leo ciencia ficción, pero en este caso me ha atraído la notoriedad de la obra y mi afición a la habilidad narrativa de su autora. A estas alturas, diría que conozco lo bastante de la obra de Brackett como para poder afirmar que “Sigue el viento libre” y “El largo mañana” son, de lejos, sus mejores novelas. David Pringle incluyó “El largo mañana” en su lista de las cien mejores novelas de ciencia ficción y es la única que incluyó de Brackett. Según cuenta Sergio Mars en su reseña de rescepto indablog, fue la primera novela escrita por una mujer que resultó finalista en los premios Hugo

Llevo ya un tiempo retrasando el momento de escribir la reseña y el motivo es porque me resulta muy difícil explicar la profunda impresión que me ha causado.

Brackett apuesta por el personaje de Len, un personaje mucho más complejo de los tipos duros que atestan sus relatos. Len es, básicamente, un buen chico, un creyente ferveroso, una persona honesta y alguien consumido por la sed de conocimiento. Una mala combinación que sólo puede traerle problemas. Len probablemente hubiera sido feliz en su pueblo natal, si no hubiera oído hablar de Bartostown, comparte la fe de su padre, pero no ve nada intrínsecamente malvado en la ciencia o el modo de vida tecnológico que supuestamente arrasó Dios con el holocausto nuclear. Más aún, le fascinan. Su integridad le lleva a cuestionar a la autoridad y le impide ver nada elevado en los linchamientos y asesinatos de los que es testigo. Len está condenado por su integridad, es como el niño que ve al emperador desnudo, sólo que la reacción de la muchedumbre, más que apoyarle, suele consistir en intentar colgarlo del árbol más próximo. Podríamos considerar “El largo mañana” una de esas novelas de crecimiento, en las que se narra la llegada a la madurez de un muchacho. Sólo que, para Brackett, la madurez parece consistir en aceptar la imperfección del mundo y el camino para llegar a ella, una serie interminable de decepciones. Todos los mentores que Len encuentra en su camino acaban decepcionándole, por su rigidez o por su falsedad y la decepción más grande de todas, le aguarda en la propia Bartorstown.

Hay mucho que escarbar en esta novela, muchos aspectos interesantes que darían para un post completo, el horror de la bomba atómica, las referencias a Hiroshima, la tragedia de las personas que consumen sus vidas en empresas imposibles, la imposibilidad de volver a encerrar al demonio en la botella. Para Brackett, la dura existencia rural de este mundo arrasado, centrada en la lucha por la supervivencia, puede ser disfrutable y tener mucho de idílica. El fervor religioso no es intrínsecamente malo, pero, por mucho que todo el país se empeñe en ello, no es un status quo destinado a perdurar eternamente, a pesar de la sangre que se esté dispuesto a derramar para preservarlo y hay que estar preparado para ese cambio que inevitablemente llegará, para encauzarlo y no reproducir los errores del pasado.

Es un relato conmovedor, que puede llegar a ser deprimente, puesto que, más que abogar porque no existen soluciones fáciles, parece hacerlo por la no existencia de soluciones. En ocasiones, el relato es violento, a menudo lírico, con el paisaje convertido en un elemento más de la trama, narrado de un modo que recuerda bastante a los westerns. Los personajes están bien construidos y los diálogos son buenos y hacen avanzar la trama. Sus únicos defectos se deben al paso del tiempo: algunos comportamientos resultan muy caducos, (ay, ese modo de cortejar a las mujeres), el poco interés que, en general, revisten los personajes femeninos y, como es norma en este tipo de ficciones, si provienen de los Estados Unidos, lo que haya podido ocurrir en el resto del mundo o se ignora o se considera carente de importancia. Y jamás se hace mención a la radiactividad.

La reseña de Sergio Mars puede encontrarse aquí:

En sus comentarios se afirmaba con casi seguridad que nunca la veríamos traducida al español. Afortunadamente, se equivocó. Por todo lo demás, es muy superior a la mía.

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