"La reina de la costa negra y otros relatos de Conan" por Robert E. Howarad



Quienes me lean desde hace algunos años se habrán percatado que soy bastante aficionado a Robert E Howard, pero que nunca escribo reseñas sobre libros de sus personajes mas famosos. En el caso de Kull y Solomon Kane se debe a que me leí sus relatos años antes de que empezara a escribir este blog. En el caso de Conan es algo más peculiar, porque no he leído sus relatos, a pesar de ser la creación más popular de Howard, tanto que, para la mayoría de la gente, el nombre de Robert E. Howard, si es que conocen, es sinónimo de Conan el bárbaro. El caso es que, hace muchos años, me leí una edición de “La hora del dragón”, la única novela del personaje que llegó a escribir el autor texano. “Conan el destructor”, me parece que la titularon y fue una decepción total. Howard tiene sus defectos, que duda cabe, pero es un autor que tiene algo especial, que me resulta difícil de definir, que te atrapa por el cuello y no te suelta hasta que has terminado sus historias. Y, a veces, simplemente, es condenadamente bueno. Aquel libro, sin embargo, carecía de la magia que lo caracteriza. Ignoro si se debía a las traducciones o, más probablemente, a las sucias manos de L. Sprague de Camp, empeñándose en “mejorarlo” todo. Ese es el motivo por el que dejé de lado al personaje.

Sin embargo, nunca hay que perder la esperanza. En los últimos años, Rodolfo Martínez ha emprendido su magna edición de “Las crónicas Nemedias”, con la que pretende acercar al lector una edición en castellano más fidedigna y, antes que él, Javier Fernandez realizó esta edición de 5 relatos, traducidos por el mismo, con innumerables extras que incluyen ilustraciones, notas a pie de página y un extenso ensayo sobre la vida y la obra de Robert E. Howard, que pasaba por ser la mejor antología de relatos del cimerio editada en español hasta su fecha de publicación.

Para el improbable caso de que haya alguien que no lo sepa, la acción transcurre en una época imaginaria de la que no ha quedado registro en la historia y sigue las aventuras de un guerrero del salvaje norte por las regiones civilizadas de la época. Howard consideraba que los bárbaros eran superiores en fuerza física y reflejos a las gentes civilizadas. Sin ser tonto, Conan nunca triunfa por si inteligencia si no por su bravura y fortaleza, cualidades que son constantemente exaltadas.

Lo primero que debo decir es que si, este si que es mi Robert E. Howard de toda la vida, aquí si que se reconoce el buen hacer del autor. Y también sus defectos. Por ejemplo, las frecuentes descripciones sobre el magnífico estado físico de su protagonista son muy repetitivas, aunque disculpables, si tenemos en cuenta que nunca se pretendió la edición conjunta de los relatos cuando fueron concebidos. Los finales de algunos relatos parecen precipitados, desluciendo tristemente la calidad de los desarrollos previos. Y los personajes secundarios son muy dados a los “infodumps”, aunque aquí nadie suela llamarlos así. Pienso que esto último es influencia del teatro clásico. Es muy habitual que los actos empiecen con un par de personajes secundarios, hablando entre ellos, cuya conversación sirve para establecer en que punto se encuentran las relaciones entre los personajes principales. Los relatos de Howard son pródigos en esos momentos, con personajes contándose unos a otros cosas que evidentemente ya saben o que nadie les ha preguntado. Quizá también pudiera deberse a la necesidad de introducir la máxima información en un mínimo espacio, para que los relatos se mantuvieran en unas dimensiones que permitieran su publicación en revistas, cuando, muchos de ellos, por su argumento, podrían dar lugar a novelas. A mí, personalmente, me divierte este modo de introducir información, pero reconozco que es un recurso muy poco sutil.

El ejemplo más claro es “El fénix en la espada”, primer relato de la antología y primer relato de Conan que escribió Howard. En mi opinión, es el peor relato del libro. Transcurre en los tiempos en que Conan es rey de Aquilonia. En los primeros capítulos, el cabecilla de una conspiración contra él enumera a todos sus confabulados, enumeración que luego el propio Conan está a punto de repetir, cuando reflexiona en sus habitaciones sobre sus posibles enemigos. Otro de los defectos del autor es que, a veces, abusa de las coincidencias y en este caso es sangrante. Son palabras mayores, pero sólo puedo definir como patético el momento “Ah, como me las pagaría el tipo que me esclaviza si recuperara el anillo mágico que me robaron” “¿Un anillo mágico dices? Pues precisamente tengo aquí un anillo que me vendió un ladrón, que decía que era mágico”. Además, yo tuve un problema añadido con este relato, que todo me sonaba a ya leído. Al parecer es una adaptación de un relato de Kull que Howard no conseguía vender (“Con esta hacha gobierno”), que sí que me he leído, y es verdad que la cábala de conspiradores que atentan contra Conan se parecen mucho a los que atacaron a Kull, incluso había un trovador en ambas confabulaciones y los dos reyes bárbaros eran igualmente remisos a degollarlo. Del mismo modo, me resultaron similares sus combates en solitario contra sus enemigos.

La prosa de Howard está al servicio de la acción, lo que de por sí no es malo, pero puede ser inconveniente para los aficionados al comic, que se encontrarán con argumentos que ya conocen, por sus adaptaciones a dicho medio. He tenido ese problema con “La torre del elefante”, que me conozco casi al dedillo y es una lástima, porque es un relato magnífico, en el que se dan la mano la aventura, la intriga y el terror, todo mezclado en una especie de fantástico torbellino onírico. Que felices aquellos que se acerquen a él, sin saber nada de la historia.

“La reina de la costa negra” es otro grandísimo relato, que se mueve desde la mas pura aventura hacia el terror cósmico y con un final de un romanticismo trágico y conmovedor.

“Mas allá del río negro”, casi una novela, me ha sorprendido mucho. Por su argumento y su ambientación, estaba seguro de que era un western de Howard que Roy Thomas o algún otro listillo habían convertido en una historia de Conan. Sin embargo, aquí lo tenemos. Después de todo estaba equivocado. Ese tupido y asfixiante bosque oscuro, que rodea a los protagonistas, del que en cualquier momento puede surgir una flecha, un ejército enemigo, o un monstruo olvidado por el tiempo, es un hallazgo estremecedor. En general es una gran historia de aventuras. Pero .. Este es el relato en que pensaba principalmente, cuando hablaba de los finales precipitados. El modo en que termina todo, las explicaciones sobre la magia y la relación del brujo antagonista con una especie de espíritu mágico .. me parece todo muy flojo. Creo que el relato habría quedado mucho más misterioso e inquietante sin dicho ser, aunque todo se hubiera resuelto con un enfrentamiento final entre brujo y cimerio. Me quedo con la impresión de que a Howard se le echó el tiempo encima y terminó la historia de cualquier manera.

Por último “Clavos rojos” directamente es una novela. No demasiado larga, unas cien páginas, pero novela, al fin y al cabo. Enumerar todas las cosas buenas de esta novela sería largo. Una especie de historia de reinos perdidos, en medio de una época pérdida, sorprendentemente claustrofóbica. La mayor parte de la narración transcurre en interiores, dentro de una ciudad-edificio, que constituye uno de los escenarios más impactantes de la fantasía heroica. Un ambiente lóbrego y decadente, en el que los restos de dos clanes enfrentados libran una guerra eterna. Es una historia legendaria y ya sólo por su atmósfera merece la consideración en que muchos críticos y lectores la tienen. Pero hay algunas cosillas que me chirrían: unos elementos fantásticos muy poco elegantes: un cráneo que flota y una varita que lanza rayos, un numerito sadomasoquista entre dos mujeres totalmente gratuito y, una vez más, un final un tanto precipitado, no por el personaje que lo precipita, que ha sido bien introducido previamente, si no por la varita lanza rayos y la facilidad con la que se intuyen las reglas de su funcionamiento, sin que nadie tenga que explicarlas. Eso hace que no me parezca una historia redonda, aunque si muy buena.

Como el libro, que tiene sus defectos y cuyos lugares comunes pueden incomodar a algunos lectores modernos, pero en general es muy bueno.

Cada vez me cuesta más encontrar novedades de este autor, mayormente porque mi biblioteca personal ha alcanzado tal volumen que todos los libros nuevos que salen parecen formados por agrupaciones de relatos que ya tengo, dispersos por varios libros. Recientemente se han publicado “Espadas de la hermandad roja” y “Las Espadas de la Hermandad Roja y Otras Historias”, casi a la vez, con prácticamente las mismas historias, que además ya había leído. Pero como con Conan he estado practicando la abstinencia, puede que me ponga en el futuro con “Las crónicas Nemedias”.

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