Grandes directores malos: J. Lee Thompson


 
Retomo esta sección después de años, con ocasión del término de un repaso que le he dado a la obra de este director.

Repaso duro donde los haya, todo hay que decirlo, por lo extenso de su obra.

Tan extenso que una persona puede considerar que tiene un buen conocimiento de su obra, porque ha visto muchas películas, teniendo claro que no es un gran director malo, es un director malo, a secas. De hecho, yo mismo he tenido que dejar fuera del repaso un buen puñado de títulos, por lo difíciles que son de encontrar y por su escaso talento para la comedia, lo que me ha hecho desestimar la búsqueda de películas como “For better, for worse” o “An alligator called Daisy”. Más tarde incidiremos sobre ello. Pero, en mi opinión, los que desestiman el interés del cine de J. Lee Thompson, se equivocan.

Un post no basta para resumir el historial de J. Lee Thompson. Lo que J. Lee Thompson se merece es su propia película. La pega es que resultaría bastante tópica, joven director prometedor de nacionalidad no estadounidense, con inquietudes sociales, es fichado por Hollywood para dirigir superproducciones. Durante algún tiempo, conoce las mieles del éxito, trabaja con grandes presupuestos y con las estrellas del momento, pero luego concatena una serie de fracasos y malvive sus últimos días como director de subproductos. La excepción sería el tema de la edad (su descubrimiento tuvo lugar con 47 años), pero es que vivió hasta los 88 años y se mantuvo activo hasta los 75.

Si yo tuviera que definir su estilo, diría que era efectista y efectivo. No se andaba con grandes sutilezas. Si el protagonista se asomaba a un barranco, ejecutaría todos los recursos de manual para transmitir la sensación de vértigo, primeros planos del borde del abismo, imagen que se distorsiona mientras suena una música chirriante .. Todo muy obvio y sin embargo, en sus mejores tiempos solía funcionar. Sus efectismos se adecuaban muy bien a las escenas de acción o suspense. Su primera película como director fue “Murder without crime (1950)” un correcto thriller de esos con cuatro actores en, prácticamente, un único escenario, con aroma a obra de teatro y que quizá lo sea en origen. Con ella comienza su primera y mejor etapa, rodada en su Reino Unido natal. En ella demostró interés por las posibles relaciones entre el crimen y la infancia, en “The yellow balloon (1953)”, “No trees in the Street (1959)” y “Tiger bay (1959)” junto con ciertas preocupaciones sociales, sobre la vida en los barrios humildes, que se trasladaron, con tintes documentales, hacia la vida en las prisiones de mujeres en “The weak and the wicked (1955)” basada en la novela autobiográfica de su mujer y en la que para mi gusto es su obra maestra “Yield to the night (1956)” en la que recrea los últimos días de una condenada a muerte, con tintes a medio camino entre el expresionismo y el docudrama.

A estos títulos hay que añadir “Fugitivos del desierto” (Ice cold in Alex (1958)), un solvente bélico, ubicado en el Sahara, en la II guerra mundial, “La india en llamas” (Nort West Frontier 1959) una película de aventuras situada en la India británica y su biografía de Wernher Von Braun “I aim at the stars 1960”. Juntándolas todas, son 8 películas, que considero objetivamente buenas, con alguna más de la que hablaremos, se puede decir que llegó a dirigir, como mínimo, el mismo número de películas de calidad que Quentin Tarantino.

Entonces llegó “Los cañones de Navarone” (The guns of Navarone 1961) que acabó dirigiendo casi de rebote y fue un gran éxito. Supuso su primera colaboración con Gregory Peck, con quien trabajó hasta en cuatro ocasiones. Vista hoy, tiene todo el aspecto de un encargo hecho con profesionalidad, con algunas buenas escenas (yo destacaría la de la tormenta, en la que brilla la pericia técnica del director) No es, desde luego, el clásico que algunos nostálgicos quieren ver en él, pero es muy entretenida.

La película catapultaría a Thompson a los Estados Unidos, donde repetiría al año siguiente con Peck en “Cape Fear” que conoció un remake de manos del mismísimo Martin Scorsese. No entraré en discusiones sobre cual de las dos películas es mejor. La de Thompson es un buen thriller, polémico en su día por su violencia y contenido sexual. La película, a día de hoy, peca de timorata, aunque le duelen algunas secuencias superfluas, como en la que la esposa de Peck llama a la policía para evitar que su marido se convierta en un asesino, que Hitchcock no se hubiera perdonado. Siguieron las superproducciones “Taras Bulba 1962” y “Reyes del sol” (Kings of the Sun 1963).

En “Taras Bulba” su falta de sutileza alcanzó su cenit, en las escenas en las que, cuando los enamorados reencuentran a su pareja, el mundo se vuelve borroso, quedando nítido únicamente un circulo alrededor de la persona amada. Además de un subrayado casi zafio, es una cursilada. Por lo demás, es una película vibrante, con espectaculares escenas de desplazamientos de caballería. Destaca la labor del guion, el inmenso lavado de cara que dan a la novela de Gogol para dar una justificación a sus fanáticos protagonistas.

“Kings of the sun”, a pesar de un casting que ahora resultaría delirante, por la pinta de mayas y apaches que tienen sus protagonistas, también funciona como película de aventuras.

En este momento es cuando las cosas empezaron a torcerse en su carrera. Su siguiente película “What a way to go 1964” es un auténtico despropósito. Un intento de comedia negra sofisticada, con un reparto de lujo, que no podía ser menos gracioso. Su principal interés se encuentra en los modelitos que porta Shirley Maclaine. A pesar de ello, debieron de llevarse bien, porque volvieron a colaborar al año siguiente en “John Goldfarb, please come home” que es lo más parecido que el Hollywood de los años sesenta pudo hacer a una película de Mariano Ozores, con mis disculpas a Mariano Ozores.

Tras esto pareció recuperarse, regresando a su país natal, donde rodó “Return from the ashes 1965” una mezcla de melodrama y thriller ambientado en la segunda postguerra mundial y una película a reivindicar y “Eye of the devil 1967”, filme de terror de guion confuso, aunque repleto de buenas ideas, redimido por las actuaciones y un espectacular y gótico atractivo visual, que tal vez supongan sus últimas películas buenas.

Volvió a Hollywood para “El oro de Mackenna 1969”. Es imposible saber como habría sido esa película, si se hubiera respetado el metraje original. Planificada para, en principio, para más de tres horas, se recortó abruptamente. El resultado es como poco desconcertante, con personajes interpretados por actores famosos que mueren a los diez minutos de su presentación y con transiciones tan bruscas entre escenas que se necesita la voz en off de un narrador que explique lo que ha ocurrido desde la anterior escena. Por su espectacularidad y su coqueteo con el fantástico, a menudo pensé en ella como una mezcla entre western y película de Indiana Jones. La he tenido cariño durante años, pero, tras mi último visionado, debo reconocer que es una mala película, aunque mejor que las que le siguieron.

A partir de aquí, J. Lee Thompson entró en franca decadencia y cada película era peor que la anterior. Quizá “Before Winter comes 1969” se salve, pero es por guion e interpretación que no por su director. Sería bonito decir que alcanzó su punto más bajo con “La conquista del planeta de los simios 1972” y “Batalla por el planeta de los simios 1973”, pero sería mentira, son obras casi buenas, en comparación con los abismos de degradación a los que descendería de la mano de Golan-Globus Productions. Quizá en sus primeras películas con Charles Bronson, como “El desafio del búfalo blanco 1977”, se perciban todavía destellos de su profesionalidad, pero nada hay más espeluznante que su colaboración con Chuck Norris “El templo de oro 1986”, por favor, créanme, no intenten verla para comprobarlo por ustedes mismos. Subproducto a subproducto, Thompson se fue hundiendo en el lodazal de la mediocridad hasta despedirse del cine con la execrable “Kinjite: prohibido en occidente 1989”.

Parece ser que, en sus últimos años, declaró haber aceptado dirigir todas esas películas empujado por el miedo a que no volvieran a ofrecerle trabajo a un director de su edad y lamentó no haber hecho más películas como sus primeras obras. Inicios prometedores, éxito, decadencia y fracaso. Como ya dije, da para su propia película, aunque sea un tanto tópica

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