"Las estrellas on legión" de Kameron Hurley




A veces pienso que debería reescribir y revisar algunas de las reseñas que publico. Si no lo hago, es porque sería trabajar dos veces en una misma reseña y tengo que reconocer mi pereza. A menudo escribo las reseñas llevado por el entusiasmo que siento al acabar un libro, pero luego, conforme pasa el tiempo y el entusiasmo se va enfriando mi opinión empieza a volverse menos favorable. Ese es el caso de “La brigada de la luz”. Recuerdo haber escrito unos comentarios muy elogiosos. Sin embargo, cuando ahora pienso en esa novela, en lo que pienso es en como me rechina ese final en el que triunfa el poder de la mente sobre la materia.

“Las estrellas son legión” se publicó antes que “La brigada de la luz” En su día lo dejé pasar. Los posts que leí por Internet también eran muy entusiastas … salvo en aquellos blogs cuya opinión me tomo más en serio, porque aprecio el modo de pensar de sus autores, o porque sus gustos tienden a coincidir con los míos. A pesar de ello, llevado por el recuerdo de aquel entusiasmo inicial por “La brigada de la luz” acabé abordando la lectura de “Las estrellas son legión” ¿Lo he lamentado? No por completo, pero en gran parte sí.

“Las estrellas son legión” transcurre en una especie de flota de naves espaciales biológicas, cubiertas de tentáculos, enfermas y en decadencia. Sus habitantes viven envueltas en guerras por la posesión de los menguantes recursos. Dichas habitantes son todos del sexo femenino, puesto que, de algún modo, las naves se las arreglan para utilizar sus úteros (intercambiables) para gestar las piezas o los elementos que necesitan para su funcionamiento. Reconozco que esta cosificación del cuerpo humano como mero tanque de cultivos me causó mucho repelús.

En uno de estos mundos, Katazyrna, despierta Zan, privada de sus recuerdos, al parecer, la única superviviente de un intento de abordar el mundo de Mokshi, el único que ha abandonado su orbita predeterminada en torno a una especie de sol, alrededor del que giran los mundos. Zan parece estar confabulada con Jayd, la hija de la gobernadora de Katazyrna en un oscuro plan para salvar la legión de mundos. En poco tiempo, Jayd acaba casada en un matrimonio de conveniencia con la lord de otro mundo y Zan arrojada a las profundidades de katazyrna. A partir de ese momento, se alternan los capítulos de las dos protagonistas. Jayd se pasa sus capítulos lamentándose de todo lo que ha sacrificado y de las atrocidades que ha cometido en pos de su plan, sufriendo, desconfiando y, básicamente, no haciendo nada. Por el contrario Zan afronta una típica aventura de explorador abandonado en un mundo extraño, con ecos de fantasía heroica: a lo largo del viaje va reuniendo una compañía de aliadas que la asisten en su “quest”, por motivos poco claros, la mayor parte de las veces.


Este es uno de esos casos en los que la sinopsis suena mucho más atractiva de lo que resulta ser la novela. La idea de la tecnología orgánica es más bien poco original, de hecho es un maldito tópico que no para de repetirse y que, no es que lo haya visto en innumerables novelas, es que lo he visto en innumerables capítulos de series de televisión. Frases parecidas a “esto no parece haber sido construido, si no cultivado” son habituales. La gracia, como siempre, está en como se emplean esos tópicos y como se les puede sacar partido. La idea de la flota de mundos tecnoórganicos, carcomidos por cánceres, suena potente, pero Kameron Hurley no logra hacerla atractiva. Me ha sorprendido el poco “sense of wonder” que me ha despertado este libbro. Ya hace tiempo que Juan Miguel Aguilera y Javier Redal consiguieron convencerme de la posibilidad de seres vivos adaptados al vacío y, aunque los años me han vuelto mas fan de la ciencia ficción hard, todavía disfruto con los pulps o con la novelas mas ingenuas y aventureras, pero “Las estrellas son legión” ha llevado mi credulidad demasiado lejos. Nada en ella me encajaba, empezando por el tamaño de la legión. Cuando Zan sale al espacio por primera vez subjetiva, se horroriza al comprobar los pocos mundos que quedan, contemplando las órbitas vacías. ¡La virgen! ¿Cómo demonios puede una persona, a simple vista, comprobar que un planeta falta en su órbita? Hay muchas cosas así, los planeas tienen tentáculos con los que se alimentan de los despojos que quedan en órbita después de las batallas ¿de cuantos kilómetros estamos hablando? ¿cómo puede moverse semejante masa de carne? ¿Músculos del tamaño de ascensores orbitales bregando contra su propio peso? Cuando se acercan a Mokshi, Zan en seguida distingue, en plan Prometheus, un cráter al que dirigirse ¡ Pero que vista tiene esta mujer! A menos que los supuestos planetas tengan en realidad un diámetro de pocos kilómetros, claro, lo que no encaja con la odisea posterior de Zan. Y si fuera así, ¿de dónde viene entonces su gravedad? Algo que me sigue intrigando, pues aunque sean del tamaño de planetas no parecen compuestos precisamente de elementos pesados.

A los que les parezca que me estoy preocupando de cuestiones triviales y que debería preocuparme de lo brillante del estilo, lo apasionante del argumento, la complejidad de sus personajes o sus brillantes reflexiones les diré, en primer lugar, que definir el escenario no es algo nada trivial. Es importante para comprender a los personajes y sus motivaciones. A menudo es el gancho que tira del lector en la literatura fantástica, la histórica, la de aventuras, viajes, etc. Se sabe de autores ilustres que se tiraron toda su vida diseñando sus mundos imaginarios. No es una tarea insignificante y hay que saber hacerla bien. No hay toro chico y si no sabes torear pa que te metes, Manolete.


En cuanto al resto de puntos … Colocar a un amnésico como protagonista también es uno de los recursos más manidos de la ficción de todos los tiempos. Y, sin embargo, suele funcionar bien. La intriga por conocer el pasado del protagonista, como acabó así, la expectación por el momento en que recupere sus recuerdos, si es que lo hacen, consiguen cautivar la atención del lector, por más que éste haya presenciado la misma partida más veces de las que es capaz de recordar. Entre nosotros, es uno de mis tópicos preferidos. Sin embargo, en esta ocasión, el argumento adolece de los mismos problemas que el escenario. Todo está muy cogido por los pelos. Las maquinaciones de Jayd son de lo más improbables, nunca está muy claro que tenga un plan, que Zan o Jayd estén cumpliendo el plan, porqué lo hacen y si de verdad lo que persiguen es tan importante. Esto marca una distancia con el lector; es difícil interesarse por lo que no parece tener demasiado sentido. Al final hay que rendirse a las evidencias: las cosas ocurren porque sí, para que avance la historia o, al menos, se rellenen páginas. En la mayor parte de los capítulos de Jayd, no pasa casi nada, su función principal es aumentar la intriga del lector por lo que le estará pasando a Zan o justificar un salto temporal en la trama de Zan. La parte de Zan, indudablemente, es más entretenida, pero depende un poco del lector. Estas historias de un personaje caminando, buscando el modo de cruzar extensiones de agua, escalar montañas y huir o enfrentarse a los monstruos que, de vez en cuando le saltan al camino, las he leído a docenas. En el fondo son un poco rutinarias y el estilo de Kameron Hurley no hace nada por hacerlas más atractivas. Si bien es de agradecer la ausencia de culteranismos o artificios pretenciosos, la transparente prosa de Hurley no hace mucho por captar la atención del lector. Excesivamente convencional, no es que sea exactamente mala, más bien es insulsa.

Los personajes tampoco son excesivamente profundos, hay un intento de dar a cada uno una personalidad propia y unas motivaciones individuales, pero ninguno termina por terminar de captar mi interés, ni mucho menos preocuparme. No consigue que me interese ni lo que piensen ni lo que les ocurra.

¿Alguna reflexión? Bueno hay un momento en que Zan, hablando con una de sus compañeras, descubre que todas las tripulantes se quedan embarazadas de vez en cuando y que la compañera siempre se deshace de sus fetos. Zan se horroriza, pensando que, lo que quiera que fuera a dar a luz, sería algo necesario para la nave, mientras que la otra se niega a malgastar su vida en la persecución de una hipotética finalidad mística que de algún modo contribuya al bien del mundo. Aquí creo ver un evidente manifiesto a favor de la libertad de la mujer de disponer de su propio cuerpo, como y cuando quiera. Pero es la única reflexión que he podido sacar del libro. Bueno, tal vez una soflama a dejar atrás el pasado y aceptarse como la persona en la que uno se ha convertido, en lugar de perseguir a la persona que una vez se fue.

He leído “Las estrellas son legion” con notable desgana. Soy consciente de no ser el único, pero también de pertenecer a una minoría, pues la mayor parte de las reseñas que encontré fueron muy elogiosas. No me parece aburrido, pero nada en el me ha llamado demasiado la atención. Aún teniendo bastantes peleas y batallas, que deberían haberme mantenido más o menos distraído, sólo lo ha conseguido en un 50%. Simplemente, no terminó de captar mi interés. Creo que ha sido la primera vez que mientras los personajes huían de una jauría de zombies, me he encontrado pensando en la compra que tenía que hacer al día siguiente.

Comentarios

  1. Mención aparte merece el epílogo, en la que la autora da su agradecimiento a quienes la apoyaron en su loco intento de escribir una space opera sin hombres. ¿Eso era todo? Yo devanándome los sesos buscando significados profundos o segundas intenciones y todo lo que Kameron Hurley quería era escribir una aventura espacial sin hombres. ¿Para eso hacían falta planetas vivientes que preñan o más bien infectan a sus ocupantes con sus vástagos? Una space opera sin hombres se podría ambientar hasta en el universo de Star Trek, basta simplemente con que todos los protagonistas sean femeninos, no hace falta crear un universo nuevo para ello. Y ya puestos ¿dónde está la gracia de eliminar a los hombres? Me pregunto que dirían de un escritor masculino que diseñara un universo sin mujeres. Creo que se ha hecho alguna vez, pero siempre imaginándolo como una especie de infierno.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hombre, pues la gracia de eliminar a los hombres está en eliminar a los hombres precisamente, o eso parece

      Eliminar
  2. Muy de acuerdo. No fui capaz de hacerme una idea cabal del escenario, y las aventuras y las intrigas tampoco me atraparon. En su momento la reseñosfera desatada. Por eso ya sigo sólo a unos pocos irreductibles.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En todo caso, siempre es un placer tenerte por aquí. Aunque sea para comentar las desilusiones ...

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

“El fin de la muerte” de Cixin Liu

“El despertar del leviatán” de James S. A. Corey

“El problema de los tres cuerpos” de Liu Cixin