“Taras Bulba” de Nicolai Gogol


 
Básicamente, es la historia de un cosaco, que se lleva a sus dos hijos a compartir sus correrías en cuanto terminan sus estudios. Uno se enamora de una joven polaca, cambia de bando, pero cuando se encuentra en el campo de batalla frente a su padre, se niega a combatir y este lo ejecuta allí mismo. El otro es apresado y ejecutado entre terribles tormentos. En el capítulo final, Taras Bulba se vuelve loco, comete todo tipo de atrocidades, pero finalmente lo capturan porque se entretiene buscando el mechero que se le ha caído cuando debería haber puesto pies en polvorosa (literalmente) y lo queman vivo. En mi opinión, salió bien librado, recibió menos de lo que merecía. Fin.

Este libro pertenecía a una colección que compró mi padre cuando era muy joven, que anunciaban, por la tele, con cubiertas muy bonitas y papel semejante a una cartulina, con una tinta que el tiempo ha vuelto casi ilegible cuando la letra se convierte en cursiva. Nunca me había decidido a leerlo y no me había perdido nada.

Nicolai Gogol, al parecer, fue un autor puente entre el romanticismo y el realismo de los grandes autores rusos que estaban a punto de llegar. Algunos dicen que esta novela recuerda a Walter Scott. Tengo todavía dolorosamente vivo el recuerdo de “El pirata”, pero, en principio, no afirmaría tal cosa ni harto vino. En Scott había más profundidad psicológica y más carga dramática que en este librito, cuya brevedad es su mayor virtud. Recuerdo haber leído algún relato de Gogol que me parecieron buenos en su día, “El gabán”, “Diario de un loco” incluso uno sobre una especie de cuadro maldito, que no me gustó, pero estaban muy bien escrito. Fuera de alguna buena descripción de paisajes y de un ritmo bastante ágil, no encuentro mucho que destacar de esta lectura.

Llevo algunos años ya sintiendo interés por los pulps. Aquellas novelas populares se supone que son basura, mientras que Gogol es un clásico, tal vez un clásico pequeñito, pero clásico a fin de cuenta. Pues la verdad, no encuentra esta novela muy superior a lo que he leído de Harold Lamb, salvo por lo despreciable de sus protagonistas.

Por segunda vez en muy poco tiempo, me veo haciendo juicios morales sobre los personajes de un libro, cosa a la que siempre me he opuesto, puesto que no dice nada sobre su valor intrínseco y, encima, en novela histórica, tiene todavía menos sentido intentar proyectar tus valores sobre personajes de otras épocas, pero es que los cosacos, tal como los describe Gogol, son lo peor de lo peor. Se nos dice que gracias a ellos se salvo Europa y se ensalza su valor, aparentemente, su única virtud. Aparecen como fanáticos religiosos, crueles, sádicos, intolerantes, racistas, sanguinarios, estúpidos y unos estrategas muy poco brillantes. El hijo traidor es el único personaje que consigue interesar al lector por sus peripecias, eso lo dice todo.

Para que nos hagamos una idea, al comenzar la novela están en paz tanto con Turcos como con Polacos, así que hacen correr rumores absurdos, diciendo, entre otras sandeces, que en Polonia hacen que, antes de ofrecerse a los comulgantes, obligan a que las hostias pasen por las manos de un judío. Es evidente que ni ellos se lo creen, pero fingen hacerlo, porque les da una excusa para atacar a los polacos y a los católicos y matar judíos. COMO LES GUSTA MATAR JUDÍOS.

Me asombra lo fácil que sería hacer una versión de esta novela que intercambiara a los cosacos por miembros de las juventudes hitlerianas en el Berlín de antes de la segunda guerra mundial. En fin, como ya dije, su brevedad es su mayor virtud. Mínimamente entretenido, el contenido es abyecto y tampoco es que artísticamente sea para tirar cohetes. Una decepción. Un misterio lo que puede hacer que un libro perdure.

“… ya llegará el tiempo en que sabréis lo que es la religión ortodoxa. ¡Ya presienten todas las naciones la aparición en la Tierra rusa de un zar ruso, y no habrá en el mundo fuerza que no se le someta!”

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