"Cánticos de la lejana Tierra" de Arthur C. Clarke
Decir que Arthur C.Clarke es uno de los mejores escritores
de ciencia ficción es quedarse corto. El género, tal y como fue hasta los años
sesenta, fue prácticamente definido por él, junto con Asimov y Henlein. Clarke
es el hombre que da sentido a la palabra hard cuando se habla de hard science fiction.
Su preparación científica era impecable, en ningún otro autor se encuentra mas
sense of wonder. Ya nos llevara de viaje al fondo del mar o a las profundidades
del espacio, siempre era un viaje inolvidable.
"Cánticos de la lejana tierra", nos cuenta la
historia de la nave estelar Magallanes que huyendo de la destrucción de la
Tierra recala en el planeta Thalassa que fue colonizado siglos antes por naves
sembradoras no tripuladas. Dicho planeta es descrito como un paraíso, y los
viajeros estelares tienen que decidir entre continuar con su viaje o quedarse
allí.
En apariencia, esta es la trama, y digo en apariencia,
porque más que trama es un esbozo. Quizás se deba a que la historia fue
originalmente un relato, o porque, con todo el dolor de mi corazón debo
reconocerlo, Clarke no era gran cosa como novelista. Esta historia podría haber
sido muy impactante de haberse desarrollado correctamente, pero es que no
parece desarrollada, es más un esbozo de una historia que una historia. Para
ser más que eso hubiera necesitado dos cosas: personajes y conflicto entre los
personajes. Los puntos de vista de los candidatos a amotinados apenas se
exponen, es como si ellos mismos comprendieran que en el fondo no tiene sentido
abandonar su misión, puesto que la superficie habitable de Thalassa, un mundo
acuático, es minúscula. Más que un complot o un motín, lo que protagonizan es
una rabieta infantil, que nadie se toma muy en serio.
Por su parte, los personajes de "Cánticos de la lejana
tierra" no son dignos de tal cosa. No se definen por sus actos, sino por
una breve presentación, que realmente no dice mucho. Su evolución ocurre por
hechos consumados: se enamoran porque sí, a primera vista, mito romántico que
siempre me ha resultado muy poco creíble.
La misma velocidad se aplica para
entablar una amistad, o para tomar una decisión que cambie el curso previsto de
tu vida. Y son todos tan endiabladamente corteses y educados que se pierde
cualquier oportunidad para el conflicto, y por tanto, el dramatismo.
Quizá sea porque pertenezcan a una sociedad diseñada
artificialmente, expurgando el bagaje negativo de las culturas humanas, pero no
me resulta creíble la indiferencia con la que se toman una infidelidad, la
posibilidad de un motín, o incluso una invasión, reduciéndolas a meras muestras
de mala educación. Cuando parece que por fin va a estallar el conflicto, este
se resuelve del modo más simple y menos impactante posible.
Después de esta diatriba, reconozcamos que el libro no carece
de virtudes. Para empezar, es bastante corto, lo que es de agradecer y se lee
muy fácilmente y con agrado. Aunque no aporten nada a la trama, lo que desde mi
punto de vista siempre es un error, hay algunas reflexiones filosóficas
interesantes. Las especulaciones científicas de Clarke no brillan a la altura
de otras ocasiones, pero consigue unos alienígenos tan fascinantes como el
parecido de su situación con la antigüedad de la humanidad. Aunque planos, los
personajes son más o menos entrañables, cuajados de ironía. La acción
transcurre después de la destrucción de la Tierra. Ya sea vivida de primera
mano, o a través de los libros de historia, esa destrucción es una experiencia
que forma parte de la vida de todos los protagonistas y que está presente en
cada momento, lo que dota al libro de una cierta belleza melancólica. A ello
contribuyen también las reflexiones sobre la fugacidad de la vida, magnificadas
en esta ocasión por la relatividad.
Por último, como bien indica la contra portada, esta obra inspiro
el álbum de Mike Oldfield The Songs of Distant Earth.
Como nunca me ha llamada la atención Mike Oldfield, no tengo
ni idea de como sonará, pero la descripción del concierto de la despedida de la
Magallanes contiene fragmentos suculentos:
"Era increíble que los compositores, tras haber
alcanzado la perfección tecnológica, tuvieran algo nuevo que transmitir.
Durante dos mil años la electrónica les había permitido manejar todos los
sonidos perceptibles por el oído humano, y se hubiera dicho que ese medio había
agotado sus posibilidades.
De hecho, había transcurrido un siglo de pitidos, chirridos
y eructos electrónicos hasta que los compositores aprendieron a dominar ese
poder infinito y volvieron a celebrar las nupcias de la tecnología y el arte.
Ninguno logró superar a Beethoven y Bach, pero algunos se aproximaron.
[..] el concierto era un recordatorio de cosas que nunca
habían conocido, cosas que pertenecían a la Tierra. El lento repique de
potentes campanas, elevándose como humo invisible desde las torres de viejas
catedrales; el canto de pacientes barqueros en lenguas perdidas para siempre,
mientras remaban contra la marea para volver a cosa con las últimas luces; las
canciones de ejércitos que marchaban hacia batallas que el tiempo había
despojado de dolor e ignominia; el murmullo combinado de diez millones de voces
cuando las grandes ciudades despertaban para saludar al alba, la fría danza de
la aurora sobre vastos mares de hielo,; el bramido de potentes motores subiendo
por el camino que conducía a las estrellas. Todo esto se oía en la música que
brotaba de la noche: los cánticos de la lejana Tierra a través de los años luz.
[...] comienza en el compás 136, cuando los acordes que
descienden hacia el registro mas grave del órgano se combinan con la
vocalización de la soprano, elevándose desde las profundidades...Es sabido que
este tema se basa en las canciones de los grandes cetáceos, esos poderosos
trovadores del mar"
Me pregunto si Mike Oldfield se limito a intentar plasmar en
música las sensaciones que le provocó el libro, o si recogió el guante e
intentó recrear este concierto imaginario.
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