“Éxodo estelar” de Alfred E. Van Vogt



Las maravillas de Internet han hecho llegar a mis manos otra novela de este autor, cuando ya creía completo el repaso de sus obras publicadas en castellano. Ojalá no lo hubiera hecho.

La cosa empieza bien, con lo que parece ser la historia del conflicto entre la primera y la segunda generación de una nave generacional, rumbo a colonizar el espacio. Los tripulantes originales quieren seguir con su misión, mientras que los nacidos en la nave quieren volver a la Tierra. Este conflicto viene ejemplarizado por el que ocurre entre el capitán de la nave y su propio hijo. El argumento promete, sobre todo para un fan de las historias de naves generacionales como yo (inciso, me duele mucho no haber sido capaz nunca de encontrar “Dentro del leviatán” de Richard Paul Russo)

La cosa, por desgracia, degenera rápidamente en una especie de lista de los reyes godos del espacio. Asistimos impotentes y cada vez más desinteresados a una serie interminables de conspiraciones y golpes de mano, en los que a lo largo de generaciones, mas o menos, cada capitán de la nave accede al poder al deshacerse del anterior y es depuesto por el siguiente.

Tal vez esta parte de la novela sea uno de esos Fix-up a los que tan aficionado era el autor. En cualquier caso, las estrategias son muy evidentes y resulta imposible empalizar con ninguno de los contendientes, así que la cosa carece de emoción y los encuentros con civilizaciones alienígenas no ayudan, en dos de tres los tripulantes de la Esperanza de la humanidad se limitan a alejarse tras verlos.

Para alegría de todos, después de más de cien páginas, la enumeración de los reyes godos termina y por fin tenemos un reparto estable. La novela mejora mucho, Van Vogt despliega su imaginación y su mayor virtud, su vertiginoso sentido del ritmo y de la intriga, que convertirían lo que queda de la novela en algo muy entretenido, si esta terminara de entenderse. Los motivos por los que no lo hace son varios:

1)      La traducción, atribuida a Francisco Cazorla Olmo  es penosa. Muchas oraciones parecen sintácticamente incorrectas, las formas de los verbos no coinciden con los sujetos, hay atributos sin sentido, desórdenes varios…
2)      La ciencia de Van Vogt carece de la más mínima consistencia. Ojo, no me estoy quejando de que no tenga sentido científicamente, que no creo que lo tenga, sino de eso tan manido de que todo universo de ficción debe tener sus propias reglas y debe ceñirse a ellas, para resultar creíble. A Van Vogt la credibilidad le importaba una higa. Sus personajes son más listos que nadie, son capaces de salirse con la suya, en el último momento, gracias a un aparato mágico que acaban de inventar medio minuto atrás, cuyo funcionamiento deja al lector perplejo, porque parece servir para casi todo (tiene preferencia por los controles remotos) y se basa en un descubrimiento que acaban de hacer, que les ha revelado la Última Verdad Suprema sobre el universo, que es descrita en tres líneas sin sentido.
3)      Por último, el propio Van Vogt procuraba que no se le entendiera. En el fondo Van Vogt era un escritor con poca chicha, su único interés, que no debe ser menospreciado era dotar a sus historias de un ritmo enloquecido y plagarlas de giros inesperados. Consciente o inconscientemente, para paliar sus carencias científicas e imaginativas, hacia gala de un lenguaje grandilocuente y artificioso, propio del líder de una secta, que bajo su apariencia trascendente, ocultaba la mayor de las vacuidades. Tanta retórica absurda también entorpece la lectura.

De la originalidad y profundidad psicológica de los personajes, ya ni hablo.

Conclusión: un libro olvidable, con una primera parte lamentable y una segunda entretenida, pero cuyos defectos no permiten disfrutarla plenamente.

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