“Estacion Hawksbill” de Robert Silverberg



Esta novela me ha parecido una combinación de lo excelente y lo rutinario. Su premisa es que, en un futuro tan cercano que ya es pasado, los estados unidos se han convertido en un estado totalitario y se deshacen de los disidentes políticos enviándolos a través del tiempo, al periodo Cámbrico, mediante un proceso que sólo permite el viaje de ida.

En capítulos alternos se nos cuenta la vida de uno de estos presos políticos, que acabará convirtiéndose en el líder de de la comunidad y el revuelo y las reticencias que provocan en esta extraña comunidad la llegada de un enigmático nuevo recluso, que no se comporta como el resto.
Encuentro cierto esquematismo en la parte que describe la vida del protagonista. Silverberg describe la pasión revolucionaria como un virus, una enfermedad que se apodera de la personas y, una vez en sus garras, no las deja escapar. Parece que sea incapaz de concebir algo tan básico como la indignación. A pesar de estos prejuicios y de la inclusión entre ellos de algunos exaltados, cosa inevitable, los disidentes protagonistas son, por lo general, gente bastante razonable, que nunca recurre a la violencia. Sus delitos son tan terribles como repartir panfletos y convocar protestas. La respuesta del estado, por supuesto, es demoledora y sus métodos no tienen nada que envidiar a los de las dictadura del tercer mundo.

Finalmente, el protagonista es detenido (no es ningún spoiler ¿cómo si no iba a acabar en la estación Hawksbill? Este capítulo quizá sea el más flojo de esta parte. La sombra de George Orwell es alargada y es peligroso intentar medirse con ella.

A pesar de ello, esta parte es excelente. Más que leerse se devora, los personajes son interesantes y me resultan creíbles y cumple su propósito de sacudir las conciencias. Encontré particularmente inquietante la reflexión sobre la facilidad con la que el paso del tiempo y la naturaleza conservadora de la humanidad convierten en básicas instituciones y tradicionales instituciones y gobiernos inadmisibles.

La parte que transcurre en el cámbrico es adecuadamente decadente. El ambiente forzosamente tiene que ser triste y desesperanzado y lo es. El escenario está muy bien desarrollado, pero los personajes parecen más estereotipados. Volverse loco en las condiciones descritas parece inevitable, peros sus locuras resultan demasiado pintorescas como para ser creíbles. Sólo falta alguno que se crea Napoleón. A pesar de algunos grandes hallazgos de ambientación y atmósfera, no ha conseguido que me interese por su leve intriga y la revelación final sobre el destino del protagonista ni sorprende ni conmueve. Esta parte me ha resultado rutinaria.

Lo dicho, una mezcla de lo excelente y lo rutinario.

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