“Las cenizas de Babilonia” de James A. Corey


 
¡Llegó la hora de la revancha!

Si en “Los juegos de Némesis” los protagonista de la saga contemplaban con impotencia como el sistema solar se iba a la mierda, en “Las cenizas de Babilonia” recomponen sus fuerzas para intentar devolver el golpe.

No sé, la saga literaria de “The Expanse” sigue siendo un entretenimiento inteligente plagado de buenas intenciones y aunque esta sexta entrega me ha gustado, no ha terminado de engancharme tanto como otras entregas. Quizás sea por el cambio de esquemas. La mayoría de los volúmenes de la saga parten del esquema situación-tensa-que-empeora-rápidamente-a-desesesperada. Con todos sus convencionalismos holywedenses, no se puede negar que es un esquema que atrapa. Sin embargo, en “Las cenizas de Babilonia” la narración sigue un trayecto en forma de dientes de sierra: pequeñas crisis, seguidas de instantes de calma, que dan lugar a nuevas crisis. Eso hace que los momentos de interés abunden, pero se pierde progresión dramática. No he tenido la la sensación de que cada acontecimiento esté haciendo avanzar la historia hacia su conclusión.

Además, los autores optan por incluir pequeñas historias de personajes secundarios, alejados del foco principal de la acción, que sirven para ampliar los puntos de vista desde los que el lector contempla la crisis. Dada la magnitud de esta, nada menos que un sistema solar entero en guerra, podríamos argumentar que, en realidad, los autores se han quedado cortos y que deberían haber incluido todavía más personajes. Pero la verdad es que son historias auto-contenidas, que no guardan casi relación con la principal, es más, entorpecen su desarrollo. El impacto del libro sería igual, sin su prólogo, sin su epílogo, sin la parte de Praxidike Meng y sin las conversaciones del equipo de seguridad de Medina.

Curiosamente, los capítulos de estos últimos son los más vitales, pues en ellos se introducen piezas de información importantes, pero de un modo torpe. En estos capítulos, lo único importante es lo que presencian los protagonistas, pero nunca lo que les ocurre a ellos. La verdad no llegué a distinguirlos entre sí.

Por otro lado, se observa un cierto afán de trascendencia que casa muy mal con el espíritu aventurero de la saga, por muy bienintencionado que sea. Hay un momento en que Holden suelta, en medio de una conversación con Naomi “No somos personas. Somos las historias que la gente cuenta sobre nosotros. Los cinturianos no son más que terroristas dementes. Los terrícolas, vagos y zampabollos. Los marcianos, los engranajes de una enorme maquinaria” No pretendo ridiculizar la reflexión subyacente, muy en boga actualmente. Lo que si ridiculizo es el modo tan poco sutil en el que se introduce. No me trago que una persona suelte un discurso tan solemne en medio de una conversación informal. Hay algún otro momento parecido, como la despedida de Alex y su amante, que parecen falsos e impostados, en los que Daniel Abraham y Ty Franck se muestran más preocupados por conseguir una brizna de reconocimiento crítico, que por contar una historia.

Por último, el conejo final que se sacan del sombrero los protagonistas es bastante previsible. No es que se sepa exactamente lo que iban a hacer, pero el lector avispado se da cuenta de que, cuando cada ciento y pico páginas sacan un tema y luego lo abandonan, sin que haya influido en el devenir de los acontecimientos, es que va a de ser vital para el desenlace. Y la caracterización de los personajes sigue siendo marca de la casa. Muy de cartón piedra, por lo general, aunque aquí y allá tenga destellos de humanidad. Holden sigue siendo demasiado bueno. Phillipito es repelente.

Todo lo anterior no quiere decir que estemos ante una mal producto, no creo que se lo parezca a ningún fan de la saga. Ya vamos por la sexta entrega ¡Por Dios! Uno tiene una idea bastante clara de lo que se va a encontrar y no queda decepcionado. El punto fuerte sigue siendo la ambientación y hay detalles, más del modo de pensar de los cinturianos que de los escenarios, que me han gustado mucho, por como parecen atinar al imaginar la mentalidad de una cultura de habitantes del espacio. Cosas como que para la gente de los planetas interiores las naves son vehículos para viajar entre los sitios en los que se vive, mientras que, para los cinturianos, las naves son sus casa y hogares. Cuando atracan en una estación, los “achatados” enseguida salen de sus naves, mientras que los cinturianos se quedan en ellas. La arquitectura que no considera que exista un “arriba” o “abajo”. La doctrina que ve todas las naves y estaciones como parte de un inmenso hábitat que cobija a los seres humanos … También la descripción que hace de la guerra en el espacio se me antoja bastante realista, igual que las estrategias de los dos bandos. Escalofriante la irresponsabilidad de la política de “tierra quemada” por cierto. Aunque tengo mis dudas sobre algunos aspectos técnicos, a veces me da la sensación de que necesitarían un asesor con una calculadora, pues hablan de “acelerar mucho”, esperar a estar “muy cerca” para virar y cosas así, como si fueran incapaces de precisar las magnitudes exactas. Aún así, el esfuerzo por respetar la verosimilitud científica es notable.

Es un libro ameno y a ratos emocionante. ¿Porque me ha parecido notar cierto cansancio, entonces?¿Será cosa mía o de los autores? Quizás estos hayan mordido más de lo que son capaces de digerir. O quizás haya demasiada space-opera en mis lecturas, últimamente.

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