“Aguardando el año pasado” de Philip K. Dick


 

Se puede decir que “Laberinto de muerte” me supo a poco. Me quedé con ganas de más Philip K. Dick.

“Aguardando el año pasado” transcurre en un futuro en que, por culpa de una poco afortunada alianza con una raza alienígena (es más complicado, pero dejémoslo estar) la humanidad está en guerra con una tercera especie. Una guerra que está perdiendo. La Tierra vive inmersa en una economía de guerra, todas las empresas se dedican a la fabricación de armas, el valor supremo es la contribución al esfuerzo bélico. Debido a la situación de la guerra, el derrotismo campa a sus anchas, pero sólo en privado, puesto que es un delito. Quizá se trate de una visión distópica y desengañada de los estados unidos de la guerra fría en los que vivió Philip K. Dick, mezclados con los de su propia infancia, en los años 30, que el millonario de turno ha recreado en Marte.

En ese mundo vive Eric Sweetscent , un médico especializado en trasplantes de órganos artificiales, un infeliz patológico, principalmente por su aciago matrimonio. Eric ingresa en el equipo de médicos del hipocondríaco presidente las Naciones Unidas, a la vez que empieza a circular por la Tierra una droga terriblemente adictiva y destructiva,tan adictiva que una sola dosis provoca adicción, su uso prolongado no tarda en ser letal … y como efecto secundario te hace viajar en el tiempo, o a universos alternativos.

Leer a Philip K. Dick es como dejarse caer por el tobogán de un parque de atracciones: hay que dejarse llevar y no pedirle demasiado sentido al argumento mientras los acontecimientos se acumulan a un ritmo endiablado, pero sin motivos lógicos ni un propósito claro. “Aguardando el año pasado”, me ha parecido una novela de madurez, muy superior a sus primeras y tal vez más divertidas, obras (como “Laberinto de muerte”, por ejemplo). Por momentos, incluso parece que todas las piezas disgregadas del puzzle del argumento van a acabar por encajar, aunque no sería una obra de Philip K. Dick si así ocurriera. Los protagonistas son los sospechosos habituales: personaje masculino de mediana edad insatisfecho con su vida y atrapado en un matrimonio sin esperanza con una esposa neurótica. Miento, en algunas ocasiones las esposas de los protagonistas de Philip K. Dick no son neuróticas, pero siempre, justa o injustamente, son un motivo de su infelicidad.

En este caso, Kathy, la mujer de Sweetscent, es un personaje tan exageradamente negativo , que cuesta tomárselo en serio. Parece una mujer que cifra sus esperanzas de éxito social en el de su marido, y que vive amargada por su mediocridad, a pesar de que ella ya era rica y respetada antes de su matrimonio. Y sin embargo, a pesar de que está exagerada hasta la caricatura, hay momentos, cuando el libro se centra en la relación tóxica entre ambos cónyuges que me resultaron terriblemente creíbles.

La razón última del carácter viciado de Kathy no se desvela hasta casi el final y nos lleva a otro punto interesante de la novela: la drogadicción. Podemos hacer muchos chistes sobre que cuando uno escribe sobre un tema que domina, lo borda, pero las descripciones del síndrome de abstinencia son tan escalofriantes como alucinadas y Dick trufa el texto con reflexiones sorprendentemente negativas para él: crear intencionadamente una droga adictiva es cometer un crimen contra la humanidad, los yonquies siempre quieren crear nuevos adictos, el que convierte intencionadamente a otra persona en adicto debería ser colgado …

Por su lado, el personaje de Molinari el hipocondríaco presidente de las Naciones Unidas también es bastante interesante aunque a fuerza de contradictorio llega un momento en que no queda claro que pretende, si es que pretende algo.

Sin embargo, la novela genera intriga y avanza a buen ritmo, aunque no quede claro hacia donde. Cuando empiezan los inevitables desplazamientos temporales, ocurren todas las cosas que un lector de ciencia ficción esperaría, intentos de cambiar el pasado, desplazamientos a universos paralelos, encuentros de un personaje con otras versiones de si mismo … Por momentos, parece que uno esté leyendo una novela de Alfred Van Vogt y que Eric se vaya a convertir en un personaje mesiánico que ponga a salvo la humanidad… pero, claro, esto es una novela de Philip K. Dick. Al final, el personaje encuentra la redención en la aceptación de la inevitabilidad de las desgracias de la vida, un mensaje estoico que no estoy seguro de compartir.

Cosas de las que quejarse, aparte de la inevitable confusión y la ausencia de objetivos marca de la casa, está el personaje de Himmel, que llega a tener capítulos propios y luego desaparece por completo del libro. Al haber leído esta novela con el recuerdo de otra del mismo autor demasiado reciente, me he dado cuenta de cierta monotonía estilística. Por ejemplo, un rasgo del autor es que, en los momentos críticos, el narrador pasa de la tercera persona en pretérito, a la primera persona en presente, pero cuando Dick, da forma a los pensamientos de cada personaje, todos parecen utilizan el mismo lenguaje, podría tratarse de la misma persona. Y generalmente no dicen mucho más de “Por favor Dios, que pare ya”.

La novela trata muchos temas interesantes, (las drogas, la política, las relaciones de pareja, la responsabilidad individual..) y rebosa de ideas imaginativas (la “multiversalidad”, la paranoia militarista...), pero parece que el autor nunca llega a exprimirles todo su jugo, que sólo juega con ellas un rato, antes de ponerse a escribir su siguiente libro. En fin, una típica novela de Philip K. Dick.

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Un detalle de autocritica: acabo de mirarlo por internet y he visto que, en realidad, "Laberinto de muerte" es posterior a "Aguardando al año pasado"

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