“Los tres paladines” de Harold Lamb



Me cuesta mucho hacer una crítica de este libro, puesto que se compone de 2 novelas y 2 relatos, de modo que podía dejarlo después de acabar cada uno de sus componentes para ponerme a leer otra cosa, la última novedad de ciencia ficción, probablemente. Eso ha motivado que mi lectura se haya prolongado en el tiempo, alrededor de seis años. De modo que ya no soy la misma persona que se leyó la primera novela y los relatos y no sé hasta que punto mis recuerdos pueden considerarse fidedignos.

“El gran Cham” la primera novela, me encantó. Una historia de venganza en la que un occidental, Michael Bearn, trastocará los destinos de Bayaceto y Tamerlán. Es todo lo que espero de este tipo de “pulp”, de capa y espada. Una historia emocionante, rápida, ágil y llena de ritmo, con personajes simples, incluso estereotipados, pero carismáticos y un estilo directo y sencillo. La formación de Harold Lamb como historiador aficionado le permite una ambientación mucho más rica y vívida de lo habitual en este tipo de literatura y eso será una constante en el resto del volumen, aunque ignoro si su rigor histórico es auténtico o fingido.

Después leí los relatos o “novellas” “La horda dorada” y “El guardián de la puerta”. Los unifica el protagonista de Nial O'Gordon, según mis recuerdos, el hijo de uno de los caballeros que se establecieron en oriente después de la primera cruzada, convertido en vagabundo después de la pérdida de su señorío. Aquí mis recuerdos son menos entusiastas. El protagonista tenía carisma, pero los relatos no eran los suficientemente épicos para que funcionaran y no parecían saber adonde se dirigían hasta casi el final.

Finalmente, acabo de terminar la lectura de “Los tres paladines” que da título al libro, una versión aventurera de los primeros años de Gengis Kan, contada desde el punto de vista de uno de sus amigos y caudillos, Mingan, curiosamente, un chino.

¿Que puedo decir de esta novela? Sus virtudes y defectos se equilibran. Siempre están ocurriendo cosas y Harold Lamb tenía una innegable habilidad para crear intriga y mantener el interés del lector, pero esa habilidad no se extiende a su uso del lenguaje, o al menos eso parece en este libro. El estilo es muy ramplón y abundan las redundancias, alguien debería haberle regalado un diccionario de sinónimos, porque repite monótonamente nombres y adjetivos, incluso dentro de una misma frase. Quizá la traducción no sea muy allá, porque también hay muchas sentencias que suenan extrañas, o que no dicen lo que parece que quieren decir.

En todo caso, no parece tener especial talento para la escenas de combates, ni para hacer comprensibles las acciones de sus héroes, cuyas estrategias no parecen seguir las reglas de la lógica y sólo cobran sentido cuando por fin obtienen el fruto deseado. Es un problema extensible a los relatos de O'Gordon: no saber porque los protagonistas hacen lo que hacen, ni sospecharlo, provocan la sensación de que la trama no tenga ni pies ni cabeza y acaba con el interés del lector, que cree estar contemplando solo escenas y fragmentos inconexos.

Además, los capítulos están sobrecargados. Ocurren muchas cosas en cada capítulo, tantas que llenarían varios de una novela más extensa y, en esta ocasión, no es ningún cumplido, porque impide dedicarle el tiempo adecuado a cada uno de los acontecimientos, por no hablar de a la relación entre ellos. La ambientación a lo China imperial empieza a resultarme irritante, quizá nunca me lea la saga de “La dinastía del diente de león”, pero su exotismo es atractivo, lo mismo que lo pintoresco de sus personajes. (La caracterización del Preste Juan y su fortaleza me parecieron excelentes) y hay alguna escenas muy atractivas. El melodramático y algo amargo final de la novela es algo que uno jamás esperaría encontrarse en una revista “pulp”.

De modo que ignoro si los defectos se deben a la traducción, la obligación de adaptarse a un formato serializado y condensado o a la propia ineptitud de Harold Lamb, pero existen y ensombrecen lo que podrían ser unas aventuras inolvidables.

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