"La caída del Leviatán" de James S A Corey




Antes de nada, voy a plantear una pregunta al hipotético lector de este post. Si ya te has leído los ocho libros previos de la saga “The Expanse”, ¿realmente te importa lo que pueda escribir yo? ¡Te lo vas a leer igual!

Todas las cosas buenas llegan a su fin. Durante casi una década, la reunión anual con la tripulación de la “Rocinante” ha sido una cita ineludible. En “La caída del Leviatán”, este largo periplo llega a su fin. Con sus altos y bajos, ha sido un trayecto interesante y, como poco, entretenido. Es divertido pensar si esta saga marcará a las generaciones futuras tanto como en su día sagas como la de los dragones de Pern, el exilio en el plioceno o el mundo del río marcaron mi adolescencia. Probablemente, mucho más, porque el apoyo de una serie de televisión hubiera amplificado su impacto. Y también es divertido pensar si mi visión de “The expanse” hubiera sido tan benevolente como mi recuerdo de aquellas, si hubiera leído los libros con la misma edad. Estaría bien tener el poder de hacer retroceder el reloj.

Dejémonos de tonterías.

Ganar una batalla no significa ganar la guerra. Casi podía ver las letras flotando en el espacio, cuando empecé la lectura de “La caída del leviatan”. Tras “La cólera de Tiamat”, el imperio de Laconia parecía tocado de muerte, pero que va, aún tiene fuerzas suficientes para aplastar a la mayor parte de la humanidad bajo su puño de hierro. El cónsul Duarte sale de su mutismo, sólo para desaparecer completamente del mapa, ocupado en un nuevo plan maestro para salvar a la humanidad de los exterminadores de los constructores de puertas. La coronel Tanaka recibe plenos poderes para encontrarlo y su estrategia pasará por usar a Teresa Duarte como rehén. Recordemos que la hija del cónsul acababa de ser adoptada por nuestra tripulación favorita, así que el conflicto está servido. La mayor parte de “La caída del Leviatán” consiste en un juego del gato y el ratón entre Tanaka y la Rocinante. Mientras tanto, Elvi Okoye estudia un gigantesco diamante artificial, que es una especie de biblioteca de los proto-ingenieros, ayudada por los “niños zombies” que fueron presentados en la última temporada de la serie de televisión, todo ello envuelto en el telón de fondo de los intentos de los “sabuesos del infierno” por exterminar a la humanidad, alteraciones de consciencia que afectan a la población de sistemas solares enteros, modificaciones de los valores de las constantes físicas del universo …

Desde mi punto de vista, la novela tiene varios problemas, no muy graves pero problemas al fin y al cabo. Las exploraciones del artefacto consisten en una especie de trances místicos, descritos en un estilo plagado de metáforas y supuestamente poético con el que los autores intentan transmitir la extrañeza de una mente alienígena. Son el tipo de texto alucinatorio que solía gustarle a Gregory Benford, también le he leído alguna cosa parecida Ian Watson. En aquella tardía adolescencia a la que me referí más arriba, me encantaban y era para mí un placer leerlos atentamente, intentando descifrar por mi cuenta lo que verdaderamente querían decir, antes de que el autor lo explicara en los capítulos que transcurrían desde el punto de vista de los humanos.

Actualmente los odio. Me parecen una pérdida de tiempo que sólo sirven para que el escritor intente demostrar lo brillante que puede llegar a ser su estilo. En este caso, además, los autores no están particularmente inspirados, acabé leyéndolos en diagonal, cuando me di cuenta de que en los siguientes capítulos siempre te explicaban que demonios habían querido decir. No son muchos, y gracias a ellos se explica bastante sobre la especie de los creadores de la proto molécula, que, bueno, había un poco de curiosidad, sí. Resultan ser unos alienígenas curiosos, pero no llegan a fascinantes o, al menos, los autores no consiguen hacerlos fascinantes. El sentido de maravilla existe en la saga de “The Expanse”, pero no es la especialidad de sus autores. Para rematarlo todo, cuando uno llega al final del libro, se encuentra con que, la información que introdujeron estos fragmentos, tampoco era tan relevante.

Problema número dos: A partir de cierto punto, los personajes empiezan a experimentar raptos en los que reviven los recuerdos de otras personas. Estos momentos de fusiones mentales están más logrados, pero les falta muy poco para hacerse pesados.

Por último, en esta ocasión, el modo en el que las diferentes tramas van a confluir resulta bastante evidente, por lo que las batallas, tiroteos y persecuciones, por más entretenidas que sean, parecen poco más que relleno, mientras hacemos tiempo para el gran final. Y ese gran final recoge algunos de los tópicos a los que más manía tengo. Es algo puramente personal, de lo que ya me he quejado en alguna ocasión en este sitio. Omitiré los detalles exactos para no hacer más spoilers de los que ya he hecho, aunque no creo que sean una gran sorpresa para nadie, ya se veían venir desde el primer libro, incluso diría que ya estaban presentes en el primer libro. Aunque no puedo resistirme a comentar que algunos detalles me han recordado mucho al último capítulo de la serie “Picard”, aunque sea más por algún detalle estético que por otra cosa. Y el viaje hacia el final se ve un poco dilatado. Cuando se acerca un momento cumbre y crear expectación, cortan la acción y rebobina desde otro punto de vista, o eligen ese momento para deleitarse describiendo el escenario. Como ya dije, son trucos para crear expectación muy conocidos, destinados a que el lector se muerda las uñas, preguntándose que estará a punto de pasar. Lo malo es cuando se ve el truco. En “La caída del Leviatan” se ve el truco, aunque hay que reconocer que no abusan de ello, sólo lo harán un par de veces, antes del gran final.

¿Y que tal ese gran final? Bien, no excelente, pero si correcto. Encaja con las personalidades de los personajes supervivientes y cierra definitivamente el enfrentamiento con el imperio de Laconia y con los exterminadores de los protoingenieros y su intento de exterminar a la humanidad. Es un final que, en cierto modo, cierra un círculo, recuperando elementos de “El despertar del leviatan”. Un final agridulce, como a mi me gustan, que exige de los protagonistas y de la humanidad entera un alto precio. Y con todo, quizá pelín precipitado y quizá muy dependiente de los “Deux ex machine”.

Todos estos párrafos, como siempre, dan una impresión equivocada, es más fácil señalar los defectos que sus virtudes y no habría terminado el libro, ni la saga, si los segundos no superaran a los primeros. Básicamente, es una historia emocionante, agradable de leer, con un nivel de complejidad y de madurez que sobrepasa lo habitual en la litera de entretenimiento. Ha sido un placer, por una vez, poder comentar alguno de los libros que leo con mis compañeros de trabajo.

En fin, la aventura terminó. He repetido mil veces que “The Expanse” no me parece la mejor serie literaria de ciencia ficción que he leído, pero si una de las mas entretenidas y ha logrado entretenerme durante 9 libros (probablemente diez estoy bastante seguro que el de relatos acabará publicándose también, el tiempo lo dirá). No es poco mérito.

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