"Kraken" de China Miéville
Un
año mas vuelvo a retrasar la lectura de “La estación de la calle Perdido” ante
la aparición de una nueva novela de China Mieville. Si tuviera que definir
“Kraken” con una palabra, creo que esta sería: “Desconcertante”. Como a menudo
es habitual en este autor, el argumento resiste cualquier tipo de explicación.
Todo empieza cuando un gigantesco ejemplar de calamar disecado desaparece de un
museo de Londres, este hecho será la proverbial piedra que provoca una
avalancha de dimensiones apocalípticas, que arrastrará a uno de los
conservadores del museo a sumergirse en la cara oculta de Londres, ensombrecida
por la certeza profetizada del inminente fin del mundo. Allí se encontrará con cultos
extraños, magia, seres sobrenaturales… ese tipo de cosas.
Repetiré
por enésima vez la eterna gracia que todo lector de China Mieville habrá hecho
alguna vez. “No sé que fuma este tío, pero, por amor de Dios ¡Que reparta!”. El
torrente de creatividad que se derrama por sus páginas es, aparentemente
infinito. La obra es una colección de extravagancias puestas una a continuación
de otra a cual mas inverosímil y llamativa. Los combates y las huidas
desesperadas se suceden sin dar tregua al lector. El sentido de maravilla no es que brille, es
que deslumbra. Puede incluso llegar a aturdir. No hay idea demasiado absurda
como para que no pueda ser explotada, no hay giro de la trama demasiado
rebuscado como para que no sea empleado. Bienvenidos a la mente de China
Mieville. Todo es posible en este enloquecido lugar.
En
fin, hasta aquí todo estupendo, pero no se le pueden negar algunos peros. La
novela tarda demasiado en arrancar, durante el primer tercio, no hay sensación
de que la acción progrese, simplemente parece que el autor va añadiendo a la
coctelera todas las ideas que se le ocurren. Algunas de las estrategias que
emplean los protagonistas, o los trucos de magia que se sacan de la manga, son
curiosos, llamativos y amenos de leer, pero no parecen aportar nada a la
historia. Sus vagabundeos por Londres se hacer un poco largos. Por cierto,
algún día alguien debería estudiar porqué Londres parece despertar ese fervor
casi religioso en tantos escritores de la zona. Cuando finalmente la cosa se
anima, bien, hace algunos años habría dicho que se anima de verdad. Que hay que
ver como se anima la trama cuando se anima o alguna cosa parecida. Ahora en
cambio, ya no se que decir. Tal vez se deba a que ya he leído muchos libros de
Mieville, o simplemente a que he leído muchos libros, el largo clímax final no
me ha resultado tan apasionante como debiera, aunque si que me ha resultado muy
entretenido.
El
lenguaje tampoco facilita las cosas. Mieville tiene un estilo tan peculiar como
las ideas que rondan por su cabeza. A veces decididamente brillante, a veces
difícil de entender, intencionadamente confuso, según dicen. Ignoro si se debe
a una traducción demasiado literal, o si son defectos de fábrica, pero a menudo
me he encontrado con párrafos en los que los signos de puntuación parecían
haber sido utilizados incorrectamente.
Los
personajes principales tampoco son nada del otro mundo, aunque los secundarios
son extraordinarios, y no conviene que revele demasiado de ellos, porque
conocerlos es el mayor placer de la obra. Sólo por haber ideado a Wati, Mieville se merece un lugar en el olimpo de
los escritores de la literatura fantástica. Simon y Jason son otro par de
genialidades, de menor importancia.
No
deja de ser un paso atrás con respecto a “Ciudad embajada” (a pesar de sus
defectos), y “La ciudad y la ciudad”. En esas obras Mieville se había revelado
como un autor capaz de reinventarse a si mismo, que ponía su portentosa
imaginación al servicio de una historia, o quizá un concepto una idea, que
desarrollaba a sus últimas consecuencias. Su creatividad al servicio de lo
narrado, que diríamos, mientras que en “Kraken”, la narración se pone al
servicio de su creatividad. Con todo, no puedo negar que he disfrutado mucho
desconectando el cerebro y leyendo qué locuras se le ocurren a este inglés
chiflado.
Coincido mucho con tu comentario de la novela. Ojalá Mieville escriba alguna historia mas de alguno de los personajes secundarios.
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