"El fin de los sueños" de Gabriella Campbell y José Antonio Cotrina


Desde la Revolución onírica, dormir se ha convertido en un proceso obsoleto. Gracias a un sofisticado proceso que se creó durante la Guerra con fines militares, ya nadie malgasta ocho horas diarias en el descanso. Pero el cerebro sigue necesitando soñar. Por eso, una red onírica elabora sueños artificiales según las necesidades del subconsciente de cada individuo, con el fin de poner a punto la mente en solo pocos minutos. Una joven morena de extraña belleza visita los sueños de dos muchachos muy diferentes. Ismael, hijo de un reconocido artesano onírico de los suburbios; Anna, una privilegiada que vive en las alturas de la ciudad, hija de una alta burócrata del Gobierno. La presencia extraña les suplica que la salven de un monstruo que la retiene en sus garras. Anna e Ismael (sí, ambos) se quedan prendados de la misteriosa chica y harán todo lo posible para averiguar quién es en realidad, al tiempo que en la ciudad empiezan a producirse muertes inesperadas.

He copiado el resumen que pone en amazon y así me ahorro escribirlo yo mismo. Nos encontramos ante una novela escrita a cuatro manos, entre José Antonio Cotrina, viejo conocido de este blog y la recién llegada Gabriella Campbell, cuya obra anterior se ha centrado en la poesía, por lo que leo en la misma insigne fuente de información. Ignoro de qué métodos se habrán valido para llevar a cabo su colaboración, escribir es algo muy personal y supuestamente solitario, sólo soy capaz de comprender la colaboración cuando se reparten las funciones, uno se documenta, otro escribe y el argumento lo definen entre los dos, cosas así. Aquí sin embargo parecen haberse decidido por una variante del método Pohl-Kornbluth (uno escribe mientras el otro duerme), o eso he deducido de una presentación vista por internet. En todo caso, la colaboración ha sido todo un logro en cuanto a integridad de estilo. En ningún momento se aprecia que unos capítulos hayan sido escritos por diferentes personas. Para mi gusto, además, la novela está bien escrita, tal vez algunos momentos demasiados obvios, pero nada que ver con la decepción que sufrí con otras obras dirigidas a un público juvenil, como “El corredor del laberinto”

En fin, vayamos a lo realmente importante: la historia. “El fin de los sueños” parte de una idea muy atractiva, tanto de escenario como de argumento. La idea de una humanidad que ha dejado de dormir, excepto por cincuenta minutos al día es sugerente e inquietante. Personalmente, hecho en falta una mayor descripción del mundo en el que viven los protagonistas. Me hubiera gustado que se explorasen como los nuevos hábitos de descanso cambian el día a día, cosas tan insignificantes o tan profundas como si se sigue manteniendo la jornada laboral de 8 horas, si los horarios comerciales abarcan las 24 del día, si todavía existe el prime-time en los medios de comunicación. Aparte de lo peligroso que resulta que sólo se sueñen sueños artificiales, aprobados por la autoridad, con la de posibilidades de manipulación de la opinión pública y control de la población que eso puede otorgar al gobierno.

Naturalmente esas son mis preferencias, las de un encallecido aficionado a la ciencia ficción obsesionado con la exploración de mundos y las consecuencias del “que pasaría si”. También podría considerarse que dedicar mas tiempo a explorar estas cuestiones habría ralentizado la acción y habría hecho perder ritmo a la narración y hay que reconocer que su sentido del ritmo es excelente. Además habría generado una novela más voluminosa. ¿Tuvo esto que ser tenido en cuenta? ¿Existirían requisitos editoriales sobre la longitud del libro? Lo ignoro. En otras ocasiones a Cotrina no le ha preocupado lo más mínimo escribir amplísimos tochos y, aunque supongo que serán mas caros de editar, parece que se venden mejor. Hay otros pasajes a los que me habría gustado que dedicaran más páginas.

A saber, en la definición de los personajes. Dos en concreto, Cordelia, la madre de Anna y Dominic se desarrollan mediante el método de dedicar prácticamente un capítulo entero a contarnos todo lo que siempre quisimos saber sobre ellos y nunca nos atrevimos a preguntar. Es un método eficaz, no voy a negarlo, pero es el menos sutil de los métodos posibles y subraya lo evidente. ¿Falta de espacio o subestimación de las capacidades mentales del público al que va dirigido? No sabría decirlo. Al menos el comportamiento de los personajes es coherente con lo que se nos ha contado, pecado que muy a menudo cometen otros escritores que utilizan el mismo recurso. Por el contrario, he encontrado muy desdibujados los personajes de Vito y Aaron.

 Puede que se nos haya contado mil veces la historia de un joven o grupo de jóvenes que emprenden una búsqueda guiados por una aparición recurrente en sus sueños, pero aquí se nos cuenta admirablemente bien. La primera mitad de la novela es una maravilla de intriga y emoción, que engancha admirablemente.

Luego, la cosa pierde, aunque se sigue leyendo con interés. Tras un muy logrado clímax de catástrofe, llegan las explicaciones y el contraataque. Al contrario que a la mayoría de la gente, al parecer, a mi me encantan las explicaciones. Las considero incluso necesarias, pero para que funcionen bien, deben ser convincentes, y hay un par de cosas que no revelaré por temor a spoilers, que me parecen un poco cogidas por los pelos. De ser un problema, es un problema menor, ocupan poco espacio y en seguida entramos de lleno en la gran batalla final, y ése si que me parece un problema mas gordo. El caso es que, una persona que haya leído mucho y visto muchas películas y series de televisión, puede predecir exactamente el curso que van a seguir los acontecimiento, aunque no los acontecimientos en sí. Sabe que plan saldrá mal, porque si no la historia se acabaría demasiado pronto, que a continuación vendrá el inevitable sacrificio heroico, que por inevitable resulta mucho menos conmovedor (aparte de por lo poco que conocemos al cordero del sacrificio y su escasa relevancia en la trama hasta ahora), que a continuación los buenos se sacarán un conejo de la chistera espectacular, que dará paso a la gran batalla final y que cuando todo parezca perdido, un duelo final arrancará la victoria de las mismas fauces de la derrota.

Bueno, como digo siempre, tal vez yo ya soy demasiado viejo para estos libros. Supongo que su público potencial no tendrá estos problemas. Las escenas oníricas están llenas de imaginación y sentido de maravilla, aunque eché en falta esa fascinante mezcla de horror y belleza melancólica que parece presidir las obras de Cotrina, pero pedírselo es injusto, porque esta en realidad no es una obra de Cotrina sino de la entidad Cotrina- Campbell, poseedora de su propia personalidad.

En fín con sus aciertos y desaciertos, los primeros más abundantes que los segundos, “El fin de los sueños” tal vez no sea una obra redonda, pero sí una obra interesante y emocionante, que puede ser disfrutada incluso por solterones descreídos de cuarenta años.

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