"Muere el cesar" de Talbot Mundy


 
Hubo un momento en que parecía que no podía dejar de oír hablar de Talbot Mundy. Parecía que había sido fuente de inspiración para Robert E. Howard y Leigh Brackett, e incluso Robert A. Henlein hablaba bien de él. Y por supuesto, en las páginas dedicadas a él en Internet le ponían por las nubes. Por eso, cuando empezaron a publicarse obras suyas, me lancé sobre ellas. Adquirí el primer ejemplar del serial de “Tros de Samotracia” (era barato) y “El león de Petra”. Mi decepción no pudo ser mayor.
 
Ambas se caracterizaban por un exceso de protagonismo del protagonista. Tenían a un personaje principal, supuestamente carismático, que se paseaba de un lado a otro, exhibiendo, también supuestamente su inteligencia. Admiro mas la inteligencia que la fuerza física, pero aquellos héroes me hacían añorar los personajes de Howard. Mantenían el buen humor ante la adversidad, así como una actitud de superioridad moral en ocasiones bastante hipócrita, y parecían carecer del menor objetivo. Y la historia con ellos. Tros hacia algo al final, pero James Grim se comportaba sin la más mínima lógica. Desafío a cualquiera a que me explique que demonios era lo que pretendía en “El león de Petra”, como esperaba conseguirlo, que consiguió finalmente y como lo consiguió. Una trama confusa y carente de objetivos, que no parecía ir a ninguna y que de repente se acababa, igual que podía haberlo hecho un rato antes. Con ese recuerdo tuve que pasar de adquirir “Jimgrim y el diablo de Lud” recientemente publicado por “Los libros de Barsoon”.
 
Parece masoquismo que le diera una tercera oportunidad, pero me atrajo la sinopsis. La historia de una conjura para acabar con el emperador Cómodo, popularizado por películas como “Gladiador” y “La caída del imperio romano” en la que “la traición va a sacar lo peor” de todos los implicados.
 
Esta novela está escrita como si se tratara de una obra de teatro. Este comentario no es original, me lo ha inspirado a la reseña de uno de los libros de Tros de Samotracia, que leí para documentarme, pero al leerla me di cuenta de que también se aplicaba perfectamente a esta novela. Consiste en una sucesión de escenas, o más bien de conversaciones, en las que los protagonistas entran y salen de escena. Eso le da bastante ritmo, aunque tiene como consecuencia una falta completa de acción. No hay una mísera pelea. Los asesinatos, cuando ocurren, lo hacen fuera de foco, de modo que el espectador no los contempla directamente. El, digamos, protagonista principal, un noble romano que pierde a su padre y sus posesiones en una de las purgas del emperador, se convierte en un bandido legendario, sin que sepamos como, puesto que una elipsis abarca desde el momento en que decide hacerlo hasta que nos lo encontramos de incógnito en Roma y ya mitificado.
 
O sea, que como novela de aventuras, tiene una grave carencia de percances, peligros y combates. Es decir, de aventuras. Por el contrario, la recreación de los ambientes en que se desenvuelven sus personajes, la mayor parte históricos, es vívida y colorida, aunque ignoro si se corresponde con la realidad y los diálogos que componen el setenta por ciento del libro me han parecido muy bien escritos. En resumen, es una lectura amena e interesante, aunque en ningún caso imprescindible. A pesar de sus virtudes, no deja una huella profunda, pero tal vez me haya convencido para darle otra oportunidad a su autor.


Comentarios

  1. Gracias por esta reseña, Pepe, por haber leído a fondo el libro (de parte de @Naucleroed). Es una novela histórica y relata, tal cual, el asesinato de Cómodo... y efectivamente no hay mucha pelea pero sí mucha intriga... tal y como fue en la realidad.
    ¡Un blog muy interesante!

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