“Lux Perpetua” de Andrzej Sapkowski



Con este volumen llega a su fin la saga de Reinmar de Bielau. Su lectura me ha resultado algo ardua, por su extensión y el dramatismo de sus acontecimientos. No puedo evitar pensar que se ha perdido una oportunidad única para aprender sobre unos hechos históricos casi totalmente desconocidos en nuestro país. No me entiendan mal, no digo que Sapkowski no se haya documentado, antes al contrario, me parece que se ha documentado de mas, se ha perdido en un mar de detalles tan turbulento que no ha sido capaz de trazar un rumbo que permita una panorámica general, para que los legos podamos hacernos una idea clara de lo que fueron el movimiento y las guerras Husitas.

Por ejemplo, se mencionan continuamente los cuatro puntos de los artículos de Praga, pero nunca se dice claramente cuales son, cosa que puede remediar fácilmente la wikipedia. Se habla hasta la extenuación de comulgar con el cáliz pero apenas se menciona la libertad de predicación y nunca la pobreza de la iglesia y el castigo de los pecados mortales sin distinción de rango social o nacimiento.

Por el contrario, nos aburre con el detalle con que describe las maniobras de realpolitik entre Segismundo, Vitautas, Jagiello y alguno mas que ya he olvidado y con crónicas de movimientos de tropas, victorias y derrotas tan alejadas en el tiempo que es difícil entender su relevancia, máxime si no sabes exactamente donde transcurren. Por ejemplo, antes de leer esta trilogía yo nunca había oído hablar de Silesia. Una futura e improbable edición definitiva de la trilogía debería contar con un mapa, para poder entender mejor los devaneos de Reynevan, las fronteras de los países implicados y la importancia de las campañas. También debería contar con una introducción histórica, que ayude a comprender el marco en el que transcurre la función, una semblanza de las figuras históricas implicadas, la situación política y lo que ha ocurrido hasta ahora.

Soñar no cuesta nada. Nada me gustaría mas que encontrarme una entrada sobre esta trilogía en el sitio “La novela antihistórica”.

Un glosario de personajes y un resumen de las anteriores entregas también podría venir bien.

Sapkowski y yo ya somos viejos conocidos. Creo que este es el treceavo libro suyo que me leo. Este conocimiento tiene sus inconvenientes. Todo el mundo tiene defectos y a estas alturas los defectos se hacen muy evidentes. Con el primer capítulo, me lo hice en los pantalones. Una primera escena que sirve para volver a introducir a Reynevan. Un cambio de perspectiva y seguimos con él, que empieza a contar lo que le ha pasado en los últimos tiempos. ¿Y que le ha pasado? Que fue a ver a su padre y mientras hablaban, recordó otras cosas.

Por último, sin que venga a cuento, se nos traslada de escenario para narrar someramente la batalla de los arenques, inscrita en la guerra de los Cien Años, sin mas propósito aparente que hacer un chiste acerca de John Falstof y el Falstaff de Shakespeare (ignoro si los dos tienen algo en común), ignorando la intervención de la artillería francesa y convirtiendo a todo guía de caravanas del oeste que hiciera formar los carros en círculo para protegerse del ataque de los indios en un experto en las maniobras husitas.

Los relatos dentro de relatos tienen su gracia. Soy un fan de las “Mil y una noches” (la versión de Mardrus es la que cayó en mis manos) pero tres indirecciones y un desvío, así, nada mas empezar, me pareció excesivo, sobre todo cuando el peor vicio de Sapkowski es su tendencia a marear la perdiz y retorcer el hilo narrativo, no sé a que se debe tamaña aversión a la narración secuencial. Afortunadamente, se trató de un espejismo y durante el resto de la narración mantiene bajo control dicho hábitos.

Otra seña de alarma: en los primeros capítulos asistimos a un espectáculo chocante: los personajes empiezan a largar discursos. Sapkowski siempre los ha dejado hablar y exponer sus puntos de vista. Sus diálogos son magníficos, pero en esta ocasión se entregan a parlamentos impropios de su educación y cultura, en los que el autor lanza sus advertencias en contra del fanatismo y acerca del absurdo de la guerra. Ojo, están muy bien escritos y rebosan de contenido, pero son completamente antinaturales, la gente sólo habla así en las obras de teatro y en algunas series de televisión y resultan todavía mas chocantes porque su autor siempre se las ha arreglado para hacer mejor las cosas. También esto, afortunadamente, se enmienda después de los primeros capítulos.

Durante la mayor parte de la novela, el ritmo es magnífico, con Reynevan saltando de un lío al siguiente y saliendo de ellos por pura chiripa. El recurso a sus encontronazos fortuitos con viejos conocidos funciona, aunque ya no sorprenda, pues forma parte de la idiosincrasia de la trilogía. Rechinan mas los capítulos dedicados a los villanos, en los que pesar de las introducciones de los capítulos, no se nos da información que resulte importante para la novela, aunque si lo sea para la historia, con mayúsculas. También lo hacen las apariciones de personajes secundarios, aparentemente sin ninguna relación con el resto de la novela, aunque, como ya conocemos a Sapkowski, sabemos que acabarán teniendo algo que ver. Y lo hacen. La mayor parte de las veces.

Aparte de los de nuevo cuño, reaparecen muchos personajes de los anteriores libros. Creo. El tiempo transcurrido desde la publicación de la anterior parte de la serie le hace un flaco favor a la novela, pues el lector medio habrá olvidado a la mayoría de los personajes a los que Reynevan reconoce de un vistazo, por lo que se juzgan innecesarias descripciones ni introducciones.

Sapkowski es genial caracterizando a sus personajes. Positivos o negativos, sabe dotarlos de personalidad y humanidad, de un habla propia y hacerles actuar de un modo coherente con sus personalidades. No se le da también hacerlos evolucionar. Salvo por las desgracias que les ocurren suelen salir de escena sin que su personalidad cambie respecto a aquella con la que entraron. Reynevan es un personaje que sufre grandes cambios a lo largo de la trilogía. En cierto modo, la trilogía es la historia de esos cambios, pero resultan muy poco aparentes. El autor casi nunca intenta asomarse a su cabeza, sino que le conocemos por sus palabra y actos. Eso hace que sus cambios de parecer resulten bruscos, que pase de pensar una cosa a la contraria sin que apreciemos el proceso intermedio. A ello hay que añadir que Reynevan es, de lejos, el personaje menos interesante de la obra.

La profusión de fragmentos en latín, alemán, o que se yo, comienza a hacerse fatigosa, al igual que algunos innecesarios cambios de narrador. La progresiva desaparición de los compañeros, aunque brinda momentos estremecedores, quizá no sea tan conmovedora como debería ser. En mi opinión, el exceso de artificio nubla la despedida del que quizás sea el mejor personaje de la serie. Ocurren tantas cosas que se descuida el cuidado al narrarlas, esto resulta patente en los últimos capítulos, en los que se intuye cierto cansancio. Como si Sapkowski quisiera acabar con el movimiento Husita de una maldita vez.

La literatura de Sapkowski siempre ha tenido un punto desencantado, pero nunca ha sido tan pesimista como en esta novela. El sentido del humor que le caracteriza esta mucho mas comedido de lo habitual, casi ausente. Sus héroes supervivientes solo reciben el más tenue de los rayos de esperanza. Parece decirnos que es imposible cambiar las cosas y que los intentos de hacerlo solo provocan ríos de sangre y calamidades, que las revoluciones atraen a los peores canallas y carniceros, mientras que los idealistas, o se terminan convirtiendo en lo que odiaban, o son devorados por ellas y al final, todo sigue igual. Como también es una constante en su obra, se centra mas en los desastres de la guerra que en las grandes batallas, aunque éstas aparecen. Es fácil entrever referencias a la actualidad, al terrorismo (Que gran invento es el terrorismo, se repite en varias ocasiones. Sirve para justificar cualquier cosa. Si no existiera habría que inventarlo) o a la actitud de la banca, que financia ejércitos bajo el pago de la destrucción de las industrias de la competencia.

En fin, puede que tanta oscuridad y pesimismo hayan contagiado mi ánimos, porque en varias ocasiones me ha resultado un libro algo cansado. No me entiendan mal, es un buen libro, está bien escrito, es interesante, los personajes están dotados de gran humanidad y, la mayor parte del tiempo es entretenido, pero lo he disfrutado menos que otros libros del autor (la segunda entrega de las guerra husitas mismamente). Espero que la culpa sea mía y del catarro que me ha perseguido la semana en que lo he acabado y no que el cansancio esté empezando a afectar a la pluma del maestro Sapkowski.
 

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