“El weir de Hermisnton” de Robert Louis Stevenson
Si las tres partes clásicas de una narración son: planteamiento, nudo y desenlace, el pobre Robert Louis Stevenson sólo llego a escribir la primera “El weir de Hermisnton”.
No fue culpa suya, la muerte nos llega a todos y bien que me fastidia. Un vistazo al apéndice que figura al final de la novela, en el que se revela los planes que Stevenson tenía para la misma, revela que, todo lo ocurrido hasta entonces, no había sido más que la preparación de la tragedia que estaba por llegar. Un símil muy gastado diría que había dispuesto a sus personajes como las piezas sobre un tablero de ajedrez, pero no me parece adecuado. A fin de cuentas, cuando las piezas se colocan sobre el tablero, se hacen siempre en las mismas posiciones. Lo que Stevenson había hecho era más digno del modo en que un general talentoso distribuye sus tropas sobre el terreno antes de que la batalla comience. Y la batalla estaba a punto de comenzar.
¿De qué va “El weir de Hermisnton”?
Es una de las historias escocesas de Stevenson. Transcurre durante la época de la guerras napoleónicas. El protagonista, Archie, es un joven de clase alta que recibió de su madre una educación tan refinada como religiosa, lo que hace que choque con su padre, un juez implacable y colérico, que aunque prácticamente lo ignora, le quiere.
Archie sufre un ataque de indignación al contemplar la ejecución de un malhechor al que su padre no sólo condenó a muerte, sino que humilló durante todo el proceso y expresa esta indignación en público, junto con su aborrecimiento de la pena capital. Lord Hermisnton lo interpreta como una traición y le obliga a abandonar sus estudios de derecho y a retirarse a la administración de las propiedades familiares en el campo. Allí Archie conoce a una muchacha, Katherine de la que se enamora y el fragmento termina cuando Archie le comunica a Katherine su intención de distanciarse hasta que haya obtenido de su padre la autorización del matrimonio.
Nada demasiado interesante, aunque muy bien escrito. Un poco de tensión en la parte en la ruptura entre Archie y su padre, un poco de cursilería en lo que se refiere al amor, excelentes retratos de personajes y la habitual maestría de Robert Louis Stevenson, pero lo que se avecinaba ¡Ah, la que se avecinaba!
Uno sólo puede imaginar el terrible dramatismo del que habría impregnado el juicio que iba a venir, el impacto del asesinato, la emoción del rescate en el último minuto (y quién sabe cuantos secundarios habrían muerto en él) Tal como queda, “El weir de Hermisnton” no es más que un fragmento de la gran obra que hubiera podido ser. Un bellísimo fragmento, sí, pero sólo un planteamiento.
No fue culpa suya, la muerte nos llega a todos y bien que me fastidia. Un vistazo al apéndice que figura al final de la novela, en el que se revela los planes que Stevenson tenía para la misma, revela que, todo lo ocurrido hasta entonces, no había sido más que la preparación de la tragedia que estaba por llegar. Un símil muy gastado diría que había dispuesto a sus personajes como las piezas sobre un tablero de ajedrez, pero no me parece adecuado. A fin de cuentas, cuando las piezas se colocan sobre el tablero, se hacen siempre en las mismas posiciones. Lo que Stevenson había hecho era más digno del modo en que un general talentoso distribuye sus tropas sobre el terreno antes de que la batalla comience. Y la batalla estaba a punto de comenzar.
¿De qué va “El weir de Hermisnton”?
Es una de las historias escocesas de Stevenson. Transcurre durante la época de la guerras napoleónicas. El protagonista, Archie, es un joven de clase alta que recibió de su madre una educación tan refinada como religiosa, lo que hace que choque con su padre, un juez implacable y colérico, que aunque prácticamente lo ignora, le quiere.
Archie sufre un ataque de indignación al contemplar la ejecución de un malhechor al que su padre no sólo condenó a muerte, sino que humilló durante todo el proceso y expresa esta indignación en público, junto con su aborrecimiento de la pena capital. Lord Hermisnton lo interpreta como una traición y le obliga a abandonar sus estudios de derecho y a retirarse a la administración de las propiedades familiares en el campo. Allí Archie conoce a una muchacha, Katherine de la que se enamora y el fragmento termina cuando Archie le comunica a Katherine su intención de distanciarse hasta que haya obtenido de su padre la autorización del matrimonio.
Nada demasiado interesante, aunque muy bien escrito. Un poco de tensión en la parte en la ruptura entre Archie y su padre, un poco de cursilería en lo que se refiere al amor, excelentes retratos de personajes y la habitual maestría de Robert Louis Stevenson, pero lo que se avecinaba ¡Ah, la que se avecinaba!
Uno sólo puede imaginar el terrible dramatismo del que habría impregnado el juicio que iba a venir, el impacto del asesinato, la emoción del rescate en el último minuto (y quién sabe cuantos secundarios habrían muerto en él) Tal como queda, “El weir de Hermisnton” no es más que un fragmento de la gran obra que hubiera podido ser. Un bellísimo fragmento, sí, pero sólo un planteamiento.
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