“Huella 12” de Eva García Guerrero


Mira que me esfuerzo por no comprarme libros en papel, por culpa del ya inexistente espacio que queda en mi casa y luego voy y hago cosas como apuntarme al concurso de lista de correo de “lomaravilloso.com” cuyo premio son libros. En fin, en esta ocasión, la pregunta era “¿qué libro te gustaría que te regalaran?”, así que gracias a ellos conseguí mi primer regalo de navidad.

Curiosamente, Eva García Guerrero es también la autora de uno de los dos únicos relatos que me llamaron la atención en la antología "Acronos de acero y sangre. Relatos de terror steampunk."

Existen pruebas documentales, pero no me acordaba de ello ni cuando pedí el libro ni cuando lo leí

Huella 12” transcurre en el mismo universo que las novelas “Mundos en el abismo” y “Hijos de la eternidad” de Juan Miguel Aguilera y Javier Redal, convertido ya en universo compartido para que otros autores narren sus propias historias. O eso dicen. La verdad es que no he leído “Más allá de Némesis” ni “Antes de Akasa-Puspa”, ni las reelaboraciones en solitario de Juan Miguel Aguilera de las novelas anteriores. Los zombies y los entes de otra dimensión no me encajan bien con lo que recuerdo, pero me suena algo que se mencionaron en “Akasa-Puspa” (esa antología si que la he leído y la tengo en papel).

En la sinopsis de “Antes de Akasa-Puspa” se dice “¿Qué pasó entre la construcción de la esfera y la llegada del cúmulo? ¿En qué afanes estuvo ocupada la humanidad durante todo ese tiempo? ¿A qué nuevos desafíos hizo frente, qué errores cometió y qué problemas superó? Echa un vistazo a lo que ocurrió antes de Akasa-Puspa y descubre la Mancomunidad que la precedió. ” Puesto que este libro transcurre durante la mancomunidad, entiendo que transcurre en un instante muy anterior a las novelas que leí. La tecnología parece muy superior, especialmente la informática y la nanotecnología, así que imagino que la humanidad debió sufrir una decadencia en el cúmulo globular.

El libro transcurre en el sistema Sargazia, un gigante acuático, que “quizá tenga un núcleo rocoso, pero nadie puede saberlo porque el agua que lo cubre por completo se va comprimiendo con la profundidad hasta ser impenetrable”, orbitado por doce lunas, cada una de ellas un mundo en si misma. Narra las andanzas del equipo Huella 12 un grupo de “agentes de temperamento”, un cuerpo policial que utiliza el velo Un traje de vacío apenas perceptible a la vista compuesto de un tejido de nanobios vivos que se adhieren de forma uniforme a la piel y aumentan la capacidad sensorial”, puede ejercer de traje espacial y permite que sus usuarios se inserten huellas información mapeada sobre el temperamento de un individuo” Simplificando las cosas, cuando los agentes se insertan una huella, incorporan en ellos la personalidad y el carácter del individuo al que pertenece.

El libro se compone de unos capítulos breves que transcurren en orden secuencial, en los que la líder de Huella 12, la doctora Luna Bárladay va recopilando información sobre las actividades nada escrupulosas de su superior, el general Weist, entre los que se intercalan capítulos más largos, siguiendo un orden aparentemente aleatorio, que contienen diferentes aventuras del equipo, en el planeta y en cada una de sus lunas. Son estos capítulos los que contienen la verdadera “chicha” del volumen.

Si usara sombrero, me lo quitaría ante el despliegue de creatividad del que hace alarde Eva García Guerrero. Ha imaginado un universo fascinante, que digo universo, un multiverso, porque cada uno de los mundos que sus agentes de temperamento visitan es un escenario exótico y atractivo, con sus peculiares paisajes, sus peculiares habitantes y sus peculiares costumbres. Sus historias introducen a menudo conceptos sorprendentes, como si no bastara con que fuera historias intrigantes, trepidantes, emocionantes y llenas de sorpresas. En ellas cabe de todo, desde el terror, a la space opera clásica, el whodunit o un disparatado homenaje al legendario ladrón de guante blanco Lupin, con el que Eva García Guerrero se adelantó a la serie de Netflix

Subjetivamente hablando, mi “regalo” me ha encantado y me lo he pasado muy bien con su lectura. Objetivamente soy menos entusiasta, aunque no deje de serlo.

Eva García Guerrero está igual de preocupada por lo que cuenta y por como lo cuenta. No es sólo que los cambios de perspectiva y la alternancia de líneas temporales sean habituales, si no que se esfuerza porque cada relato tenga su voz característica ya sea por su estructura o por su uso del lenguaje. Por ejemplo: “Grisja. La luna gris” consiste únicamente en un diálogo, sin ningún tipo de acotaciones y, por cierto, se entiende perfectamente y es de lo más efectivo. Resulta refrescante encontrar un autor que se aparte del plano estilo imperante en la literatura popular. Esa ambición estilística logra momentos estupendos, pero a menudo su escritura resulta demasiado intrincada, hace perder de vista lo que se está contando o incluso desvirtua alguno de sus hallazgos.

Por ejemplo en “Luna 12. La gélida” hay un giro inesperado realmente bueno, pero enmascarado entre las breves escenas y el estilo llamativo, parece algo precipitado, quizás hasta improvisado, cuando es evidente que fue planeado desde la primera página del relato. Curiosamente el que peor entendí fue el primero “Amarda. La estéril” cuya estructura no es nada complicada, el relato se alterna con unos testimonios que los protagonistas han recibido de manera anónima. El único problema es que los textos que suceden a cada testimonio se apoyan en él y refuerzan la información introducida y si te fuiste a dormir después de terminar un testimonio, en vez de seguir leyendo.,. Achaco el problema al trastorno en mis hábitos de lectura que la pandemia ha provocado. Quizá se deba a esa confusión que estoy bastante seguro de que en “Delambur. La luna ocre” se salta las reglas que ella misma ha establecido por el bien del discurrir de la historia. Sus explicaciones no me convencen.

En resumen, me parece que las formas empleadas a veces van en demérito de las historias que se cuentan y del magnífico trabajo de ambientación, aunque reconozco que esas dificultades que he experimentado podrían subsanarse con una lectura atenta. Reconozcámoslo, es lo mínimo que cualquier escritor se merece.

Comentarios

  1. Pues este lo tenía en la lista de Apetecibles, pero lo que son las cosas, líneas como "quizá tenga un núcleo rocoso, pero nadie puede saberlo porque el agua que lo cubre por completo se va comprimiendo con la profundidad hasta ser impenetrable" me tiran un poco para atrás... me estoy volviendo tiquismiquis, supongo, pero no me cabe en la cabeza que quien escriba ciencia ficción no se documente un mínimo como para saber que hay muchas formas de conocer la estructura interna de un planeta. Debe ser que me afecta la edad.

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    1. Para ser justos con Eva García Guerrero, creo que esa frase no se pronuncia en ningún relato, sino en la introducción de Juan Miguel Aguilera, autor a quien tengo por bastante respetuoso con la ciencia. Incluí la frase porque me sonaba evocadora, como algo sacado de un cuento de hadas. A mi también me extrañó bastante, que se hagan especulaciones sobre si una luna de Jupiter tiene oceanos subterráneos basándose en su campo magnético y no se pueda determinar si un planeta tiene un núcleo rocos. Iincluso me creó dudas sobre que tamaño puede tener Sargazia, nunca se quejan de la gravedad y conocemos la densidad del agua, así que seguro que se podría calcular su tamaño.

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    2. Me alegro, porque la novela me interesa. Imaginación y rigor. Ya te digo, probablemente sea un error pero cada vez estoy más quisquilloso. Ya hay unos cuantos libros que he dejado casi al empezar por esos motivos, el último "El cielo de medianoche". Otro fue "Proyecto Marte". Pero es que si vas a hablar de vehículos espaciales en plan serio porrr favorrr documéntate un mínimo. Ya está, ya me salió la vena gruñona.

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