“La llave de cristal” de Dashiell Hammett



La mayor parte de las historias de serie negra derivan del molde de Raymond Chandler, narradas en primera persona por detectives privados ingeniosos y tristones que beben demasiado, tienen alguna afición pintoresca y un oculto buen fondo de don Quijote. Sin embargo los personajes del creador del género, Dashiell Hammett, son bastante diferentes. Fríos como el hielo, duros como el acero y brutalmente sinceros, se comportan, aparentemente, de un modo tan amoral como los criminales a los que se enfrentan y a los que enfrentan entre sí, puesto que su método favorito de trabajo sueles ser meter cizaña entre los sospechosos, mintiendo y manipulando.

Ned Beaumont no es un detective privado, pero si pertenece a esa categoría. Es el mejor amigo y la mano derecha de un gangster metido en política, Paul Madvig, enamorado, por su parte, de la hija de un senador al que presta su apoyo. Madvig resulta un personaje mucho más simpático que Beaumont. Es más fácil identificarse con él. También es mucho más ingenuo.

Sin ser una adaptación, los paralelismos con la película de los hermanos Coen “Muerte entre las flores” son evidentes (Personalmente, yo opino que la película mezcla elementos de “La llave de cristal” y “Cosecha roja”).

Sin ser una obra de denuncia, plantea un escenario en el que la convivencia de políticos y delincuentes es algo habitual. Toda la novela transcurre durante la campaña electoral, que se ve alterada cuando el hijo del senador es asesinado y Madvig se convierte en el principal sospechoso.

Recuerdo que un día, en mi librería habitual, escuché una conversación entre el dueño y una cliente, apasionada de Chandler, que se quejaba de la escasa calidad de Hammett. No estoy de acuerdo, pero reconozco que la frialdad del estilo de Hammet puede echar para atrás a mas de uno. Hammett despoja su prosa de absolutamente cualquier artificio. Apenas hay símiles, no digamos metáforas. La narración se limita a describir objetivamente lo que ocurre, jamás intenta meterse en la cabeza de ninguno de los personajes.

Lo que le sienta como un guante, porque convierte a Beaumont en un personaje imprevisible y enigmática del que el lector no sabe que pensar, obligándolo a ir descubriendo sobre la marcha sus planes y sus auténticas motivaciones.

Aunque no sea tan deslumbrante como los monólogos de Chadler, desnudar de tal manera el estilo, manteniendo la atención del lector es algo muy difícil de lograr. Si no califico el resultado como excelente es sólo por algunos detalles menores, una cierta fijación por detalles menores, un sombrero y un bastón desaparecidos y un recurso muy efectista, unos anónimos, que ahora resultan algo ingenuos, simulando una rémora del policíaco clásico con el que Hammett, precisamente, intentaba romper.

Acabada la novela, todavía resuenan por mi cabeza los últimos párrafos, en los que Hammett consigue que nos compadezcamos de un gangster que, aunque consigue mantener su poder, se ve privado de todos sus afectos e ilusiones.

Comentarios

  1. Cosecha roja me pareció magistral. Tengo que leer más a esta hombre.

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    1. Yo soy muy clasicote, de las tres novelas suyas que he leído, mi favorita es "El halcón maltes"

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