“Homínidos” de Frank M. Robinson


 
Según la wikipedia, Frank M. Robinson fue uno de los escritores de discursos de Harvey Milk, la película “El coloso en llamas” se inspira parcialmente en una novela suya escrita en colaboración con Thomas N. Scortia y trabajó en la revista Playboy, ocultando su condición de gay, cosa que debería haber sido innecesaria, puesto que el tipo de experiencias narradas en los relatos publicados en esta revista, así como en la revistas Rogue y Cavallier son tan ajenas a un varón heterosexual normal como a uno gay, aunque que sabré yo. Jamás he abierto un Playboy y el Intervieu lo leía sólo por los artículos.

Añadiré de mi propia cosecha que era amigo personal del guionista de comics Doug Moench y que su novela “La oscuridad más allá de las estrellas” fue publicada en la breve andadura de la colección Omicrón. “Homínidos” es la única otra novela que tiene publicada en español. “La oscuridad más allá de las estrellas” me gustó bastante. Para aquellos que no pudieron ver “Barrio Sesamo” bastante es algo comprendido entre “poco” y “mucho”. No era ninguna maravilla, pero estaba bien. La casualidad ha querido que encontrara “Homínidos” en casa de mi hermana.

Han pasado más de 20 años desde que se publicara en español, así que me van a permitir los spoilers. Un médico es asesinado, después de que hiciera la autopsia a una víctima de accidente, que creía que pertenecía a una especie humanoide, oriunda de la Tierra, pero no relacionada con el Homo Sapiens. A continuación, sus amigos y conocidos empiezan a caer muertos, como fichas de dominó.

Robinson intenta aportar algo de contenido a su obra, explayándose en las catástrofes ambientales del mundo actual, siempre enfocando a la humanidad bajo el prisma mefistofélico, en el que no creo. También dota a sus “arcaicos” de poderes mentales, mucho peor explicados, mediante unas justificaciones que ya estaban caducas en los años setenta, con lo que al final, daría un poco lo mismo que fueran homínidos, invasores extraterrestres, hijos del átomo o brujos. No digo esto último a la ligera, en ocasiones parecía estar leyendo un remake de “Más tenebroso de lo que piensas” de Jack Williamson, pero sin el talento de su prosa.

“Homínidos” es una novela orientada al público de lo que se ha dado en llamar thriller tecnológico y se atiene lealmente a las pautas marcadas por este subgénero, sin bifurcarse por ninguna de las avenidas, marcadas por otros autores éxito superior al de Robinson, que podrían hacer que la novela brillara con luz propia.

No exhibe una gran erudición, ni una documentación apabullante. Sus advertencias sobre el colapso medioambiental son preocupantes, pero no profundiza en ellas, ni las formula de un modo impactante y, aunque el apocalipsis que vaticina halla sido más postergado que abortado, veinte años después, hay que reconocer que algunas de sus profecías han quedado refutadas. Sobre sus “arcaicos”, algunos de sus postulados parecen más propios del doctor Jiménez del Oso y J.J. Benítez que de un autor mínimamente preocupado en documentarse. Y no puedo estar seguro del todo, porque no soy biólogo, pero me parece que las reflexiones sobre la evolución que hace al final, son completamente absurdas.

Tampoco hay un dominio espectacular de la trama, la intriga y el suspense. Si buen su argumento parece el guión de una película, no excesivamente original y hay que reconocer que el ritmo nunca falla, hay en la obra más oficio que beneficio y es fácil verle las costuras. Ninguno de los dos amigos del muerto protagonistas se lucen demasiado durante sus pesquisas. Se limitan a ir rebotando de visita a amigo de toda la vida en visita a amigo de toda la vida, sobreviviendo, por en medio, a atentados de los arcaicos. Cuando descubren algo, o se debe al azar o a razonamientos tan forzados que no habrían tenido sentido en el mundo real (algún día tengo que escribir un post sobre los razonamientos tan rebuscados que los lectores estamos acostumbrados a tragarnos, en las novelas policíacas, de ciencia ficción y sospecho que de cualquier otro género)

Por en medio se van descubriendo secretos y trapos sucios de los amigos de toda la vida, que tan poco son muy interesantes, aunque reconozco que el autor se ha esforzado en dotar a cada personaje de una personalidad propia. Los problemas son dos, que, a pesar de ello, sus personalidades son muy poco atractivos y que no profundiza en ellas. De hecho, los desarrolla del modo menos sutil posible, con el protagonista describiéndolos de un modo esquemático. Tan esquemático que, casi al comienzo de la novela, hay un capítulo en el que se reúnen todos los sospechosos, que, por el modo en que está escrito, podría haberse sustituido por una lista de nombres y descripciones, bajo el encabezado “Dramatis personae”.

El último “giro inesperado” es evidente desde el primer capítulo, tanto que hubo ocasiones en que llegué a preguntarme si sería una pista falsa y hasta malentendí al protagonista hacia la mitad, cuando pensé que ya se había dado cuenta, pero no, siguió obstinándose en no creer lo evidente.

En fin, tal vez estoy exagerando. Frank M. Robinson logró escribir exactamente lo que pretendía, un libro perfecto para leer durante un viaje largo en avión o en tren.

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