"Un anillo alrededor del sol" de Clifford D. Simak



Hay gente que desaparece misteriosamente, se ponen a la venta navajas de afeitar que jamás pierden su filo, bombillas que no se funden y casas tiradas de precio, mientras empresas misteriosas proporcionan suplementos alimenticios que acaban con las crisis alimentarias. Tras estos acontecimientos sólo puede haber una explicación: existe una raza de mutantes de capacidades mentales superiores que conspiran para terminar con nuestra civilización. Las cabezas pensantes detrás de los intereses comerciales lo ven como una agresión que intenta desmantelar su modo de vida y conciben una sola solución: declarar una guerra. A quien o que, exactamente, no está claro, pero la ley marcial y las normas de la economía de guerra les permiten prohibir la comercialización de los productos inmunes a la obsolescencia programada, a la vez que incentivar el linchamiento de los que los vendan o posean. En medio de este guirigay se encuentra un pacífico y solitario escritor, al que los mandamases del capitalismo consideran su único interlocutor posible con los mutantes, cuando no están intentando asesinarlo.

¿Alguna duda hasta el momento? La novela todavía incluye algunos giros inesperados más, tierras paralelas, robots, partes de la conciencia de seres humanos animando androides .. No se puede acusar a Clifford D. Simak de falta de creatividad ni de falta de amenidad, pero si de la ausencia de una línea argumental sólida y de que no desarrolla en profundidad ninguna de las muchas ideas que expone. Y del poco carisma de sus protagonistas, claro. (Al parecer, a Simak le gustaban los perdedores, pero los perdedores no tienen porque ser insulsos) Los capítulos son cortos y, lo más desconcertante, prescinden de cualquier intento de atraer la atención del lector hacia el siguiente. Acostumbrado a algún clímax, alguna incógnita, o alguna exclamación de sorpresa, muchas veces volvía la página para ver como continuaba la conversación o lo que fuera que estuviese ocurriendo y me encontraba con un capítulo nuevo. Llegué a plantearme si Simak escribió la novela de un tirón y luego había insertado los comienzos de capítulo cada vez que alcanzaba un cierto número de páginas, pero no he encontrado ninguna frase cortada que lo demuestre.

La idea del paraíso del autor es vivir con tu pareja e hijos, en una parcela de tu propiedad, completamente libre de vecinos en decenas de kilómetros a la redonda, quizá en el propio mundo. Con robots que te resuelven cualquier emergencia y con tiempo libre para leer (los hombres a Shakespeare, la mujeres a Jane Austen, nada de escritores de ciencia ficción, fantasía, aventuras, serie negra o cómics). Sin televisión, ni cines, ni teatros, ni bares, ni teléfonos. Internet no existía cuando escribió la novela, pero seguro que también la habría proscrito. Una vida tan aislada que te planteas casar a tu hija, en cuanto crezca, con el primer vagabundo que cruce por tus tierras.

A pesar de nuestras discrepancias de valores, la escritura de Simak transmite una especie de serenidad y melancolía que la hace muy atractiva, al menos, para mí, en el presente momento de mi vida. La descripción de una inmensa fábrica, completamente automatizada, me ha resultado impactante. Hay otras perlas de sentido de maravilla. Aunque el ritmo es sosegado, nunca paran de ocurrir cosas, así que la lectura de la novela me ha resultado bastante satisfactoria. Pero esos parabienes no ocultan un hecho indiscutible ¡NO TIENE NI PIES NI CABEZA!

Empiezo a ver que, si algo hizo grande a los tres grandes (Henlein, Asimov y Clarke) , inventiva y talento aparte, fue que sus obras tenían sentido. En sus novelas, fueran o no verosímiles las tecnologías que inventaban, su aplicación y sus consecuencia si lo eran y daban lugar a historias coherentes, en las que su utilización tenía sentido y todo encajaba de un modo más o menos lógico. En cambio, muchos autores de esa época se limitaban a jugar con los tropos de la ciencia ficción, despreocupándose, no ya de su verosimilitud, si no de la viabilidad de su inserción en la trama. En este caso, por ejemplo, todo lo relativo a animar androides con la conciencia de humanos es totalmente prescindible y sólo sirve para embarullas un poco más una trama ya de por si embarullada. No pretende hacer una especulación sobre ello, ni aprovechar sus posibilidades dramáticas, simplemente, Simak lo mete porque le mola.

A veces el mundo puede ser muy injusto. Alfred Van Vogt está mayoritariamente olvidado y los que lo recordamos, solemos hacerlo para reírnos de lo delirantes que podían llegar a ser sus novelas, por esa costumbre de meter un concepto nuevo o un giro inesperado cada veinte páginas. Cliffor D. Simak, también ha sido olvidado, aunque los poco que lo recuerdan lo hacen con cariño y admiración. Pero, por lo poco que le he leído, Clifford D. Simak puede resultar más simpático que Van Vogt, por su melancolía, su ausencia de agresividad y quizá un cierto pacifismo, pero ambos autores no dejan de ser las dos caras de una misma moneda.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

“El fin de la muerte” de Cixin Liu

“El despertar del leviatán” de James S. A. Corey

"Mark" de Robin Wood y Ricardo Villagrán