“El reinado de la brujería” de Jack Williamson



Jack Williamson fue un autor longevo como pocos. Falleció con noventa y ocho años, teniendo el dudoso honor de sobrevivir a autores que habían admirado su trabajo durante su adolescencia, como H.P. Lovecraft e Isaac Asimos. Su estilo y sus temáticas fueron cambiando, conforme maduraba y cambiaba el género. Criticó la “oscuridad” del estilo de algunos autores modernos y procuró siempre poder ser entendido claramente. Sus novelas: “Más oscuro de lo que pensáis” y “Los humanoides”, me parecieron en su día muy bien escritas, aunque el argumento se retorciera innecesariamente y las explicaciones científicas, farragosas y, con toda probabilidad, absurdas entorpecieran algo la lectura.

Fiel a su filosofía de publicaciones, los libros de Barsoon nos ofrecen aquí una muestra del Williamson más pulp de sus inicios. Un relato de fantasía heroica, de espada y brujería, en la que se recrea la historia del mismísimo Teseo, uno de los primeros héroes del panteón occidental, en su lucha contra el imperio cretense.

Al igual que Javier Negrete en su novela “Atlantida” Williamson postula la existencia de un perdido imperio minoico de avanzada tecnología que dio lugar al mito de ese imperio perdido. Un imperio que oprime las naciones vasallas contra el que decide enfrentarse Teseo, príncipe errante devenido capitán pirata, participando en los juegos que deciden quién será su líder.

Hay algunos detalles fantásticos interesantes, el personaje de Talos, por ejemplo, el mago enano que adopta la apariencia de una mujer hermosa, las pruebas a las que es sometido el protagonista, el encadenamiento sucesivo de sorpresas de su desenlace. Sin embargo, en líneas generales, la recreación de este mundo carece por completo de interés, no ya histórico sino lúdico. El mundo en el que transcurre la historia nos es descrito con el mínimo detalle necesario, los personajes, con cuatro pinceladas y son muy tópicos, no hay un verdadero esfuerzo de caracterización.

Esto le permite a Williamson centrarse en lo que de verdad le interesa: el relato. Los lances por los que pasa su aguerrido protagonista se suceden unos a otros, sin descanso, pero sin agobiar nunca al lector. Williamson demuestra un sentido del ritmo envidiable, casi se diría que ese ritmo se apodera del lector y hace que pase las páginas sin darse cuenta, hasta acabarlo, en un suspiro.

Los defectos habituales en los pulps están en esta ocasión ausentes. No hay declaraciones grandilocuentes ni soliloquios, ni imágenes forzadas, ni lenguaje repetitivo, ni subrayados, ni los lugares comunes, heredados del folletín decimonónico.

¿Es una gran novela? No y no lo pretende. Todo lo expuesto en el párrafo anterior la hacen destacar  por encima de otras compañeras de colección, pero sus virtudes deberían ser norma, no excepción, debería ser el mínimo que se le exige a cualquier obra para ser leída. Como ya he dicho, es muy entretenida, pero es excesivamente sencilla para un lector moderno. Las únicas sorpresas, que se dan al final y son auténticas sorpresas, son excesivamente rebuscadas. El personaje femenino, nunca llega a resultar convincente y los masculinos son puro estereotipo.

Si no fuera porque el público juvenil está ya acostumbrado a obras mucho más complejas (y largas) diría que su sencillez y excelente sentido del ritmo la hacen apropiada para un público juvenil, aunque puede que los padres modernos se rasguen las vestiduras por la cantidad de sangre derramada y crean ver en ella un políticamente incorrecto machismo. En todo caso, es el tipo de obra que hubiera adorado un adolescente en los años ochenta.

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