“Aurora” de Kim Stanley Robinson


No soy ningún fan de Kim Stanley Robinson, normalmente la parte científica de sus novelas suele ser lo único que encuentro interesante de ellas, pero me gustan mucho las historias de naves generacionales y no he podido resistirme a esta.

La novela empieza cuando, siendo niña, la protagonista Freya sale a navegar con su padre, Badim. Los problemas con que se encuentran para manejar el barco nos revelan que estamos en el interior de un gigantesco arca espacial. Creo. Algunos diálogos me hacen pensar que hay que tener en cuenta la fuerza de coriolis para atracar, pero la verdad es que estaba tan distraído por el uso de términos náuticos que no me enteré de nada. Supongo que por eso no me he leído las novelas de Patrick O'Brian.

La primera parte de la novela está presidida por la figura de la madre de Freya, Devi, la ingeniera jefe de facto de la nave. Para mi sorpresa, me ha parecido un gran personaje. Devi vive entregada a su trabajo, casi su misión, que básicamente consiste en evitar que la nave se caiga a pedazos: luchar contra el desgaste, la entropia y los errores de diseño, arreglando cualquier desastre que se produzca en cualquier parte de la nave. A pesar de lo mucho que se esfuerza, Devi es terriblemente pesimista, tiene muy pocas esperanzas de futuro para su nave y sus descendientes, aunque consigan llegar a Tau Ceti, cosa que están a punto de lograr. Me ha recordado a algunos ecologistas, que no tienen la menor esperanza de que la Tierra se pueda recuperar del desastre al que la raza humana la está dirigiendo, lo que no significa que se crucen de brazos, o algunos activistas por los derechos humanos. En cualquier caso Devi no es perfecta, es evidente que descuida a su familia y se muestra muy insensible con los problemas de aprendizaje de Freya.

Por desgracia, Devi desaparece bastante pronto de la novela y no he encontrado ningún interés en el resto del reparto. Freya, la protagonista, es una mujer maja y bien intencionada, al igual que su padre, tienen un amigo que comparte con Badim la afición a la poesía y luego está la computadora, que es una computadora. Poco mas. Nada sorprendente, no leemos a Kim Stanley Robinson por sus personajes.

Cuando Freya crece, emprende una especie de viaje personal de peregrinación por la nave, lo que da pie a uno de esos típicos fragmentos de los libros del autor, en los que uno de los personajes vagabundea sin rumbo fijo ni objetivo por un montón de sitios, en ninguno de los cuales le ocurre nada. En esta ocasión sirve al objetivo de describir la nave. Se trata de una construcción imponente, dos anillos rotatorios, cada uno formado por doce biomas, con sus propios ecosistemas, flora y fauna, pero, para ser algo tan increíble, Robinson la describe muy someramente, no transmite la sensación de “mundo cerrado” que sería de esperar, casi parece que los distintos paisajes se encuentren en la propia Tierra. Supongo que habrá gente a la que le parecerá una queja absurda, puesto que realmente emplea muchas páginas en describir la nave y son fragmentos puramente descriptivos en los que la trama brilla por su ausencia, pero yo esperaba algo mas del obsesivo pintor de paisajes marcianos. Me quedo con la impresión de que Robinson no siente mucho aprecio por su ficticia creación.

Finalmente la nave llega a su destino, la “Aurora” que da título al libro, una luna de uno de los planetas. Se empieza la colonización. Aquí si hay algunas descripciones interesantes, las de los eclipses, en particular. Las cosas empiezan a ir muy mal y las calamidades le sientan bien a la historia, que de verdad atrapa. Al tratarse de una novela recientemente publicada en castellano, no diré mucho para no chafársela a nadie. Por el camino, entre catástrofe y catástrofe hace algunas reflexiones muy interesantes, no solo de índole científico sino político, histórico incluso. Demasiado ligeras pero pertinentes a nuestro propio momento histórico son las relativas a la reconciliación después de un conflicto. Y mucha ecología, Robinson interpreta todo en clave de ecosistema, ecología de la política, ecología de los sentimientos, el cuerpo humano visto como ecosistema..

Pero hay una por encima de todas, la idea central del libro: la vida es algo ligado al planeta en que se originó. Los intentos de colonizar otras estrellas carecen de sentido. Sus planetas estarán vivos o serán rocas muertas. Si son rocas estériles, terraformarlos llevará demasiado tiempo como para que los descendientes de los colonos puedan escapar a las consecuencias de la biología insular, si están vivos serán venenosos, su vida será incompatible con la nuestra. Es una novela de tesis. Un alegato poco sutil contra cualquier intento de viaje interestelar.

Reconozco el valor de Kim Stanley Robinson al escribir una novela destinada a dinamitar los sueños y las ilusiones de su hipotético público. Es una idea interesante, sin duda con parte de verdad y que merece la pena considerar, aunque Robinson no debería preocuparse, dado el grado de abandono actual de la exploración espacial. Sus argumentos pecan de algo simplistas, los aspectos científicos han sido discutidos en otros foros, solo añadiré que no hay en “Aurora” sombra de debate: la postura contraria nunca es defendida por nadie que no parezca ni fanático ni obcecado, mientras que la del autor es considerada una verdad tan evidente que apenas hace falta defenderla. Aunque de signo político diferente, me ha recordado a Robert A. Henlein.

Donde resulta mucho mas convincente es en la exposición de la imposibilidad de mantener una ecología estable en un entorno cerrado durante periodos tan prolongados de tiempo. Ahí si que me ha convencido y su detallado estudio de la proliferación de bacterias es de lo mas interesante y creíble.

Si la historia engancha cuando empiezan a ocurrir catástrofes y calamidades, tras un cierto clímax, empieza a perder fuelle y no deja de hacerlo hasta concluir. El autor se va deshaciendo de los personajes principales; puede que no fueran gran cosa, pero su pérdida supone un obvio golpe a la capacidad del lector de empatizar con lo que está pasando, hasta que solo queda la heroica computadora. El calificativo de heroica lo he puesto completamente a posta, la computadora se lo gana. Llegados a este punto, hay que decir que hay bastantes capítulos narrados desde el punto de vista de la computadora. En realidad, es el personaje mas desarrollado. Son curiosos, hay un exceso de palabrería matemática, repetitiva y en el fondo no muy profunda. Hay una cierta crítica al ser humano, como era de esperar, pero también sobre el lenguaje y la literatura, lo que es mas sorprendente. El lenguaje es descrito como una herramienta muy inexacta, y se ríe continuamente de las metáforas, esas cosas que se supone que hay que usar para que un relato se lea mejor. Estos capítulos son de lo mas original de la novela. Son curiosos, pero tampoco puedo decir que me hayan impresionado.

Finalmente, “Aurora” se vuelve cada vez mas soporífero. Leí las espectaculares e improbables carambolas cósmicas a la que se somete la nave con un cierto cansancio, la sensación de que el autor hizo muy bien sus deberes y diseñó un plan muy interesante, pero que no consigue en ningún momento que la exposición de dicho plan resulte interesante al lector. Poca cosa comparada con su interminable y tedioso epílogo final. Creo que he quedado traumatizado y no podré volver a ir a la playa en la vida. Bañarse puede ser divertido, pero pocas cosas hay mas aburridas que leer decenas de páginas sobre como una persona se baña.

“Aurora” es una novela con bastantes puntos de interés, destinada a generar debates mucho mas interesantes que ella misma, lastrada mortalmente por su parte final. Tiene partes muy adictivas por la mitad, que son olvidadas por culpa del aburrido final, que deja un mal sabor de boca. No sé si volveré a leer algún libro de su autor.









Comentarios

Entradas populares de este blog

“El fin de la muerte” de Cixin Liu

"Mark" de Robin Wood y Ricardo Villagrán

“La era del diamante: manual ilustrado para jovencitas” de Neal Stephenson