“El problema de los tres cuerpos” de Liu Cixin



Suelo empezar mis reseñas con un breve resumen de la obra reseñada, lo que en este caso sería un error, porque el misterio y la capacidad de sorprender al lector de Liu Cixin son lo mas disfrutable de la novela. Veamos, puedo decir que hay dos tramas que confluyen, una que transcurre en el pasado y otra en el presente. Las dos ocurren en China. En la que transcurre en el pasado se narran las desgracias que le ocurren a Ye Wenjie, una joven astro física cuyo padre es asesinado durante la revolución cultura, que pasa a formar parte de un proyecto secreto de investigación. En la que transcurre en el presente, tiene lugar una ola de suicidios entre los científicos que estudian las partículas elementales, al obtener resultados que indican que se podrían estar alcanzando los límites de la ciencia. Las dos tramas terminan confluyendo y hay un juego de realidad virtual con el mismo nombre que la novela que es muy importante en su desarrollo. Cualquier otro dato ya sería estropear partes de la lectura.

El problema de los tres cuerpos” parece destinado a generar polémicas. Primero fue todo el estúpido asunto de los premios Hugo del 2015, con sus sad puppies y sus rabid puppies, que se saldó con la victoria, por primera vez en la historia, de una novela no escrita en inglés. En chino, para rematarlo del todo. Mas exótico imposible. ¿Justicia poética o sobre compensación? ¿Quién puede decirlo?

En nuestro país, por su parte, desde su publicación, ha sido recibida con gran entusiasmo por parte del público especializado, pero también con numerosas críticas acerbas. Eso sí, esas críticas se centran siempre en los aspectos literarios, reconociendo la imaginación y audacia de su autor.

Algunas opiniones matizan que este presunto déficit en los aspectos literarios es en realidad una cuestión cultural, que el libro está escrito al estilo chino y que se debe aprender a apreciar la literatura oriental y sus convenciones para ser capaz de apreciarlo. Es posible, no dispongo de datos para corroborarlo o rebatirlo.

Podría volver a embargarme en el eterno debate de si una novela puede ser una buena novela de ciencia ficción, aunque no sea una buena novela. Mi opinión es que sí, pero que no debería, mas no tengo ganas de extenderme sobre ello. Me limitaré a dar mi opinión estrictamente personal, como siempre.

Para empezar, en contra de lo que se suele decir, “El problema de los tres cuerpos” no es ciencia ficción hard. La ciencia es muy importante en ella, no hay duda de que Cixin Liu tiene una buena cultura científica, pero cualquier profano con dos dedos de frente se dará cuenta de cuando se la estás pegando y Cixin Liu se inventa la ciencia que le conviene. Ejemplos obvios son el uso de las estrellas como amplificadores o el “desplegado” y “plegado” de un protón que aparece al final. Lo primero me ha costado muy poco comprobarlo, lo segundo, me temo que nadie se lo ha tomado lo suficiente en serio para debatirlo, aunque sea un idea llena de encanto.

Dicho esto, la mayor parte de la novela me ha encantado. Tiene múltiples conceptos originales y muchos fragmentos excelentes. Toda la parte del juego de realidad virtual lo es. El momento en que en dicho juego se “construye” un ordenador, me ganó para la causa de Cixin Liu y es de lo mejor que he visto en mucho tiempo en una novela de ciencia ficción. Aunque de menor envergadura, también me atraparon los problemas con la fotografía de Wang Miao, que parecían un episodio de Twlight Zone de los buenos y los conflictos que recorren la obra. En cuanto a lo literario, el libro no está peor escrito que una novela de Michael Crichton, Robert Crais o Robin Cook. (A Dan Brown nunca le he leído) Y está mejor escrita que una de Robert J. Sawyer.

Sin embargo, los críticos no están del todo desencaminados. Ye Wenjie es el único personaje mas o menos bien desarrollado. Los demás se mueven entre los tópicos y los que solo existen para exponer una idea o un punto de vista y tienen tendencia a soltar discursos, sin que el narrador registre siquiera un conato de conversación previa. Particularmente chocante me resultó el capítulo narrado por Wei Cheng. En determinado momento empiezan a hablar con este personaje y lo que sigue es su testimonio, narrado en primera persona. Este tipo de cosas era muy habitual en los relatos decimonónicos, en los que el capítulo habría llevado un título como “El relato de Wei Cheng”. Eduardo Mendoza es muy dado a ellos, y los exagera con propósitos cómicos. Al lector moderno le puede extrañar que una persona hable sola durante tanto tiempo, sin que le interrumpan y sin que tenga que tomarse un vaso de agua. Normalmente la dichosa “suspensión de incredulidad” se ocupa de estos casos. Lo mas raro de “El relato de Wei Cheng” es que sus oyentes si le interrumpen ¡pero no lo suficiente!. Eso hace que quede mas raro todavía: alguien escucha atentamente a otro, en silencio, durante largo tiempo, lo interrumpe para hacer una pregunta y luego vuelve a callarse ¡durante un periodo de tiempo todavía mas largo!.

Finalmente, soy de la opinión de que la novela pierde mucho en el tramo final. Llega el momento de las explicaciones. Cixin Liu se las arregla para explicar todos los enigmas que ha planteado y lo hace bien, las explicaciones están a la altura de los enigmas, sus conceptos son, como bien dijo Rodolfo Martínez en su poco entusiasta reseña, apabullantes. Mi problema es que todo resulta muy anticlimático. Aunque la situación en la Tierra está lejos de haberse arreglado y no lo estará durante generaciones, el conflicto principal de la novela ya se ha resuelto. Los personajes han mostrado sus verdaderas caras y han cumplido su destino. ¿Qué queda entonces? Revelar los trucos de prestidigitador que había tras ellos. Unos trucos colosales, que duda cabe, pero cuya génesis es descrita con cierta desidia. Hay algunos momentos repletos de sense of wonder, de esos que me hicieron amar al género, pero mi atención ya está perdida. Y esos momentos me recuerdan mas a los delirios pseudo científicos de A. E. Van Vogt que al bueno de Arthur C. Clarke.

Si hubiera escrito esta reseña cuando solo había leído la mitad de la novela, incluso los dos primeros tercios, ya me habría apuntado a cursos de chino y desfilaría por las calles con la bandera de la república popular al hombro. Una vez acabada, mi entusiasmo es mucho mas comedido, me quedaré en casa, leyendo novelas y comics y viendo películas y series, aunque reconozco que Liu Cixin me ha parecido un autor muy estimable, al que valdrá la pena seguir, aunque no demasiado pronto, por favor, señores de Nova, déjenme digerirlo con calma y tener tiempo para olvidarme de sus defectos. En cualquier caso, en esta ocasión el premio Hugo si que resultó bien merecido.

Comentarios

  1. ¿Torpeza, ingenuidad o esquemas de narración distintos a los occidentales? Me pregunto lo mismo cuando escucho algunos diálogos de películas chinas o japonesas. Eso sí, las ideas son fabulosas, aunque a veces se hacen tan grandes que no sé si se vuelven excesivas o yo me quedo pequeño.

    Alb

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  2. Un punto interesante. A mi también me pasa a menudo con las peliculas orientales, pero no sé que pensar. Las que veo suelen ser películas comerciales, thrillers o de acción. ¿Ocurre lo mismo con el cine mas, digamos serio? Puede ser que hagan gala de esta torpeza o ingenuidad en sus proyectos dedicados a las grandes masas (como tambien hacen los occidentales) No recuerdo que pasara con las de Kurosawa, aunque siempre fue considerado un director muy occidental.

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