"Neuromante" de William Gibson



Hay libros que sólo deberían leerse en un momento determinado. “Neuromante” se publicó en 1984 y se convirtió en una obra de culto. Prácticamente, creó un subgénero de la ciencia ficción, el cyberpunk, cuya influencia traspasó la literatura para convertirse en un fenómeno cultural. Se ha repetido hasta la saciedad que en ella aparece por primera vez la palabra “cyberespacio”, aunque la realidad es que William Gibson y la había usado en algunos relatos anteriores. David Pringle incluye “Neuromante” entre sus “100 mejores novelas de ciencia ficción” y no escatima halagos hacia ella.

Todo eso me pilló muy joven, más que adolescente todavía era un niño. Excepto cuando la escribe Rodolfo Martínez, la cyberpunk nunca ha supuesto el menor interés para mí, ausencia de sense of wonder, supongo. Desde mi desconocimiento, tengo el prejuicio de que el género no ha evolucionado, sino que sigue repitiendo los mismos clichés que ya se han vuelto tópicos, incluso en el cine y la televisión y me he cansado de oír y leer comentarios del estilo de “Neuromante está bien, pero el resto de la obra de Gibson me ha decepcionado".

Con estos mimbres, es comprensible que haya tardado tanto en acercarme a la novela. ¿Qué me he encontrado? Sin duda, su gran baza es la ambientación, pero lo que en su día fue novedoso, hoy ya no llama la atención, excepto por esos impretendidos toques retro que aparecen aquí y allá, unos disquetes, algún láser disc, unas cabinas de teléfonos…

La trama es bastante entretenida: un hacker al que unos jefes rencorosos desposeyeron de su medio de vida, inhabilitándolo para operar cerebralmente en la red, es reclutado por un tipo misterioso para que realice una serie de asaltos, junto con una guardaespaldas cyborg, a cambio de su restauración, terminando en una estación espacial regida por aristócratas decadentes, en medio de un conflicto entre inteligencias artificiales.

A pesar de ello, tarda demasiado en arrancar y cuando lo hace, tarda en ponerse interesante. Durante demasiadas páginas Case y Molly, los protagonistas, se limitan a deambular por el mundo sin objetivo claro. Gibson prefiere sugerir a explicar, lo que es bueno, pero se mantiene siempre en el filo de la navaja de la incomprensibilidad. A mi mismo, en ocasiones, me costaba seguir el hilo, aunque debo confesar que no he prestado a esta novela la atención debida. A ello no ayuda lo ya comentado, momentos que en su día debieron resultar brillantes y originales, como cuando Case queda atrapado en un mundo virtual, han devenido en tópicos.

Si la trama no me llamaba la atención, tampoco lo hacían los personajes. Rara vez siento empatía por los personajes drogadictos y autodestructivos como Case, pero no es imposible y aunque no la sienta, pueden resultarme interesantes. No es el caso, Case tiene el carisma de un tempano de hielo, nada en su personalidad me resulta atractivo. Molly tiene bastante más carácter, si, a fin de cuenta es peleona, leal y activa sexualmente, a pesar de lo cual termina convertida en una dama en apuros durante el clímax de la obra.

Literariamente, Gibson apuesta demasiado por descripciones chocantes, repletas de imágenes raras, como el famoso cielo del color de una televisión no sintonizada, que las más de las veces encuentro farragosas y, a menudo, difíciles de entender.

Así que me temo que no me he convertido en uno de los admiradores de William Gibson y no es probables que vuelva a él.

Pero, ¿qué hubiera pasado si la hubiera leído en el momento de su publicación? Si mi frágil yo adolescente hubiera estado expuesto al impacto de su creatividad, puede que ahora estuviera escribiendo una reseña muy diferente.

Comentarios

  1. Creo que tienes razón. Yo la leí en su día (o en un día lo suficientemente cercano como para asombrarme) y sigo enamorado del libro, cosa que no me ha quitado ninguna de las relecturas que he hecho. El día menos pensado me pongo de nuevo para disfrutar del rollo retro

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  2. Se que es un libro muy especial para mucha gente. Algunos (¿Sergio Mars?) dicen que incluso ha influido mucho en la vida real, que internet y la era digital no serían lo que son sino hubiera sido por este libro.

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