"El bosque oscuro" de Liu Cixin
En la continuación de “El problema de los tres cuerpos” se percibe un atenuamiento de los defectos y virtudes de dicha obra. Los desajustes formales de la primera entrega de la serie se reducen hasta casi desaparecer, aunque los personajes siguen hablando demasiado y mantienen esa tendencia molesta a contarse unos a otros lo que ya saben, pero no el lector, y a dar explicaciones exageradamente pormenorizadas. Por desgracia, parte del encanto de su predecesora se ha perdido. En “El problema de los tres cuerpos” había al menos un momento “atiza” (algunos dicen que dos) impresionante, de lo mejor que he leído en años. En “El bosque oscuro” hay muchos momentos muy buenos y se tratan con seriedad temas muy interesantes, pero el lector que esperase que Liu Cixin rizase el rizo con un “más difícil todavía”, se llevará una desilusión.
Los grandes perdedores, siguen siendo los personajes. El protagonista, Luo Jin, está un poco mejor que el resto. No se puede negar que sus acciones son bastante creíbles. El resto de personajes resultan planos, esquemáticos o poco desarrollados. Hay un personaje femenino, en concreto, que me ha resultado completamente desconcertante. Lo hace porque se plantea como la exaltación del ideal femenino decimonónico, dulce, bondadosa, ingenua e inocente. Lo desconcertante es que dicho personaje no me ha resultado empalagoso. Ello se debe a que el personaje es descrito así, pero no hace gala de sus supuestas virtudes, no lo vemos en acción. Todo lo que sabemos de él es lo que nos han contado, no lo que contemplamos nosotros mismos, que es más bien poco. Ese es el motivo de que no resulte odioso. No sé si esto es una demostración del genio de Liu Cixin o de su incompetencia
Por cierto que la extrañeza de los nombres de los personajes, para el lector occidental, puede causar alguna mala pasada con los secundarios. En concreto, yo no me dí cuenta de un personaje que aparecía en dos tramas distintas era el mismo, hasta que se contó explícitamente.
En lo que si destaca Liu Cixin es en el uso de imágenes y símiles, de inusitada belleza y eficacia. Son abundantes los momentos del estilo “se sintió como si estuviera mirando en el interior de una cueva, en lo alto de una montaña”… me lo estoy inventando, que quede claro. Los de Liu Cixin son mucho mejores. Ignoro si se debe a la extrañeza, por venir de diferentes tradiciones culturales y si en su propia cultura esas imágenes resultarían tópicas o anodinas, pero a mí me impresionan y sorprenden. Por desgracia es casi su único recurso. El autor se da cuenta de que se le da bien y lo usa hasta la extenuación, lo que baja considerablemente su eficacia.
Pero en mi interior, no puedo mas que perdonar a Liu Cixin todos sus posibles pecados estilísticos cuando revela su lado más friki. El escritor chino es un fan de la ciencia ficción clásica y se nota. Sólo puedo sentir simpatía, por alguien que cita alegremente a Arthur C. Clarke o hace que dos personajes se enfrasquen a hablar sobre la saga de las Fundaciones, de Isaac Asimov.
Con todo lo anterior no quiero decir que sea un mal libro. “El bosque oscuro” es una novela muy interesante, de cuya lectura he disfrutado mucho y que me ha ayudado a soportar una mala racha laboral. Tratando de reducir los spoilers al mínimo, recordaré que, al final de “El problema de los tres cuerpos” la humanidad se enfrentaba a un terrible desafío. En “El bosque oscuro” se nos cuentan las diversas estrategia empleadas para ello, la mayoría planes a largo plazo de una escala inusitada.
Para ello se recurre a los “vallados”, personas cuidadosamente elegidas a las que la humanidad da plenos poderes para que busquen soluciones y dirijan sus propios proyectos, manteniendo en secreto sus verdaderos objetivos, tanto para enemigos como aliados. Aquí creo que Liu Cixin ha desperdiciado una idea brillante. Los “vallados” podrían haber dado más de sí en un escritor más competente o retorcido. Liu Cixin nunca intenta meterse en el pellejo de unos personajes que no pueden confiar en nadie, ni revelar sus verdaderos propósitos y tienen que conseguirlos simulando hacer otra cosa. Liu Cixin ni siquiera intenta reflejar la paranoia y la esquizofrenia de la situación.
De los planes de los cuatro vallados, el de Tyler es un poco tonto, el de Hines tiene pocos dobleces y el de Rey Diaz es una chaladura grandiosa, aunque, en mi opinión, inverosímil. El protagonista, Luo Jin prefiere usar los recursos de los vallados para darse la gran vida. ¿No dije ya que me resultaba el más humano?
A lo largo de la novela se suceden las décadas y la humanidad experimenta grandes transformaciones sociales y tecnológicas. El recurso a la hibernación permite mantener a los mismos protagonistas. El mundo hiperconectado al que despiertan tras su sueño es encantador y la aparición de un mortal virus informático, aunque breve, es casi tan genial como los mejores momentos de “El problema de los tres cuerpos”.
Acostumbrado a las novelas anglosajonas, el contraste resulta divertido. Por ejemplo, en la ciencia ficción norteamericana suele ocurrir que, aunque aparezcan organismos supuestamente internacionales, como una flota espacial, los personajes protagonistas siempre sean mayoritariamente americanos, o como mucho ingleses. En “El bosque oscuro”, por supuesto, son orientales, normalmente chinos. También resulta llamativo la importancia que se le da al “espíritu de combate”, el protagonismo que se da a los comisarios políticos y como se persigue el derrotismo en el ejército, como si fuera un crimen, mientras que uno está acostumbrado a leer historias de héroes desengañados que luchan batallas perdidas por pura integridad personal, aquí se considera que un soldado, especialmente si es un alto mando, jamás puede dudar de la derrota. Incluso se considera la posibilidad de utilizar la tecnología para inducir artificialmente esta convicción. Esta posibilidad es desarrollada inteligentemente, dando lugar a otro de los mejores momentos de la novela.
La novela trata una gran variedad de temas. A los ya expuestos habría que añadir la paradoja de Fermi, que la abre y la cierra. Cada uno de ellos podría dar para una novela completa. Quizá demasiados. En ocasiones, “El bosque oscuro” me ha resultado algo dispersa. A veces la narración se bifurca, sigue un determinado tiempo a algún personaje que parece poco relacionado con la trama principal y luego vuelve a ella, sin que esta bifurcación haya tenido una importancia significativa. Me pasó con los capítulos dedicados a tres jubilados, que aunque sirven para ver como los cambios que sacuden al mundo afectan a la vida de la gente normal, me resultaron bastante prescindibles. Me ocurrió lo mismo con la historia de amor, bastante bella, entre Luo Jin y un personaje de ficción inventado por el mismo y con la historia que transcurre en el espacio que termina con “La batalla de la oscuridad”. Esta historia, con muy pocos cambios, se podría haber publicado independientemente. Enterarme de que en la antología “Planetas invisibles” uno de los relatos de Liu Cixin era en realidad un fragmento de “El problema de los tres cuerpos” me puso la mosca detrás de la oreja. A saber si Liu Cixin no estará incluyendo otros relatos en esta novela, a modo de “fix-up”. De publicarse independientemente, habría sido un buen relato, por cierto.
En suma, Liu Cixin plantea muchos sub argumentos y trata muchos temas y, aunque no lo hace mal, no profundiza demasiado en ninguno de ellos. Dispara dardos afilados en muchas direcciones. Alcanzan su blanco, pero no se hunden a gran profundidad. Con la trama pasa un poco lo mismo, ocurren muchas cosas, algunas muy graves y hay grandes sorpresas, pero el lector las vive con poca emoción, salvo algún instante tremendamente bueno. Eso la vuelve, como poco, entretenida y, aunque solo fuera por los temas e ideas tratados, una lectura estimulante para el cerebro. Así que si, es una buena novela de ciencia ficción y una secuela digna de “El problema de los tres cuerpos”, quizá un poco inferior.
Secuela que ata casi todos los cabos sueltos de su predecesora. Me pregunto como podrá seguir la saga después de esto. Bueno, supongo que “El bosque oscuro” tendrá algo que ver.
Lástima de la cursilería del epílogo. Afortunadamente sólo son cuatro páginas.
Los grandes perdedores, siguen siendo los personajes. El protagonista, Luo Jin, está un poco mejor que el resto. No se puede negar que sus acciones son bastante creíbles. El resto de personajes resultan planos, esquemáticos o poco desarrollados. Hay un personaje femenino, en concreto, que me ha resultado completamente desconcertante. Lo hace porque se plantea como la exaltación del ideal femenino decimonónico, dulce, bondadosa, ingenua e inocente. Lo desconcertante es que dicho personaje no me ha resultado empalagoso. Ello se debe a que el personaje es descrito así, pero no hace gala de sus supuestas virtudes, no lo vemos en acción. Todo lo que sabemos de él es lo que nos han contado, no lo que contemplamos nosotros mismos, que es más bien poco. Ese es el motivo de que no resulte odioso. No sé si esto es una demostración del genio de Liu Cixin o de su incompetencia
Por cierto que la extrañeza de los nombres de los personajes, para el lector occidental, puede causar alguna mala pasada con los secundarios. En concreto, yo no me dí cuenta de un personaje que aparecía en dos tramas distintas era el mismo, hasta que se contó explícitamente.
En lo que si destaca Liu Cixin es en el uso de imágenes y símiles, de inusitada belleza y eficacia. Son abundantes los momentos del estilo “se sintió como si estuviera mirando en el interior de una cueva, en lo alto de una montaña”… me lo estoy inventando, que quede claro. Los de Liu Cixin son mucho mejores. Ignoro si se debe a la extrañeza, por venir de diferentes tradiciones culturales y si en su propia cultura esas imágenes resultarían tópicas o anodinas, pero a mí me impresionan y sorprenden. Por desgracia es casi su único recurso. El autor se da cuenta de que se le da bien y lo usa hasta la extenuación, lo que baja considerablemente su eficacia.
Pero en mi interior, no puedo mas que perdonar a Liu Cixin todos sus posibles pecados estilísticos cuando revela su lado más friki. El escritor chino es un fan de la ciencia ficción clásica y se nota. Sólo puedo sentir simpatía, por alguien que cita alegremente a Arthur C. Clarke o hace que dos personajes se enfrasquen a hablar sobre la saga de las Fundaciones, de Isaac Asimov.
Con todo lo anterior no quiero decir que sea un mal libro. “El bosque oscuro” es una novela muy interesante, de cuya lectura he disfrutado mucho y que me ha ayudado a soportar una mala racha laboral. Tratando de reducir los spoilers al mínimo, recordaré que, al final de “El problema de los tres cuerpos” la humanidad se enfrentaba a un terrible desafío. En “El bosque oscuro” se nos cuentan las diversas estrategia empleadas para ello, la mayoría planes a largo plazo de una escala inusitada.
Para ello se recurre a los “vallados”, personas cuidadosamente elegidas a las que la humanidad da plenos poderes para que busquen soluciones y dirijan sus propios proyectos, manteniendo en secreto sus verdaderos objetivos, tanto para enemigos como aliados. Aquí creo que Liu Cixin ha desperdiciado una idea brillante. Los “vallados” podrían haber dado más de sí en un escritor más competente o retorcido. Liu Cixin nunca intenta meterse en el pellejo de unos personajes que no pueden confiar en nadie, ni revelar sus verdaderos propósitos y tienen que conseguirlos simulando hacer otra cosa. Liu Cixin ni siquiera intenta reflejar la paranoia y la esquizofrenia de la situación.
De los planes de los cuatro vallados, el de Tyler es un poco tonto, el de Hines tiene pocos dobleces y el de Rey Diaz es una chaladura grandiosa, aunque, en mi opinión, inverosímil. El protagonista, Luo Jin prefiere usar los recursos de los vallados para darse la gran vida. ¿No dije ya que me resultaba el más humano?
A lo largo de la novela se suceden las décadas y la humanidad experimenta grandes transformaciones sociales y tecnológicas. El recurso a la hibernación permite mantener a los mismos protagonistas. El mundo hiperconectado al que despiertan tras su sueño es encantador y la aparición de un mortal virus informático, aunque breve, es casi tan genial como los mejores momentos de “El problema de los tres cuerpos”.
Acostumbrado a las novelas anglosajonas, el contraste resulta divertido. Por ejemplo, en la ciencia ficción norteamericana suele ocurrir que, aunque aparezcan organismos supuestamente internacionales, como una flota espacial, los personajes protagonistas siempre sean mayoritariamente americanos, o como mucho ingleses. En “El bosque oscuro”, por supuesto, son orientales, normalmente chinos. También resulta llamativo la importancia que se le da al “espíritu de combate”, el protagonismo que se da a los comisarios políticos y como se persigue el derrotismo en el ejército, como si fuera un crimen, mientras que uno está acostumbrado a leer historias de héroes desengañados que luchan batallas perdidas por pura integridad personal, aquí se considera que un soldado, especialmente si es un alto mando, jamás puede dudar de la derrota. Incluso se considera la posibilidad de utilizar la tecnología para inducir artificialmente esta convicción. Esta posibilidad es desarrollada inteligentemente, dando lugar a otro de los mejores momentos de la novela.
La novela trata una gran variedad de temas. A los ya expuestos habría que añadir la paradoja de Fermi, que la abre y la cierra. Cada uno de ellos podría dar para una novela completa. Quizá demasiados. En ocasiones, “El bosque oscuro” me ha resultado algo dispersa. A veces la narración se bifurca, sigue un determinado tiempo a algún personaje que parece poco relacionado con la trama principal y luego vuelve a ella, sin que esta bifurcación haya tenido una importancia significativa. Me pasó con los capítulos dedicados a tres jubilados, que aunque sirven para ver como los cambios que sacuden al mundo afectan a la vida de la gente normal, me resultaron bastante prescindibles. Me ocurrió lo mismo con la historia de amor, bastante bella, entre Luo Jin y un personaje de ficción inventado por el mismo y con la historia que transcurre en el espacio que termina con “La batalla de la oscuridad”. Esta historia, con muy pocos cambios, se podría haber publicado independientemente. Enterarme de que en la antología “Planetas invisibles” uno de los relatos de Liu Cixin era en realidad un fragmento de “El problema de los tres cuerpos” me puso la mosca detrás de la oreja. A saber si Liu Cixin no estará incluyendo otros relatos en esta novela, a modo de “fix-up”. De publicarse independientemente, habría sido un buen relato, por cierto.
En suma, Liu Cixin plantea muchos sub argumentos y trata muchos temas y, aunque no lo hace mal, no profundiza demasiado en ninguno de ellos. Dispara dardos afilados en muchas direcciones. Alcanzan su blanco, pero no se hunden a gran profundidad. Con la trama pasa un poco lo mismo, ocurren muchas cosas, algunas muy graves y hay grandes sorpresas, pero el lector las vive con poca emoción, salvo algún instante tremendamente bueno. Eso la vuelve, como poco, entretenida y, aunque solo fuera por los temas e ideas tratados, una lectura estimulante para el cerebro. Así que si, es una buena novela de ciencia ficción y una secuela digna de “El problema de los tres cuerpos”, quizá un poco inferior.
Secuela que ata casi todos los cabos sueltos de su predecesora. Me pregunto como podrá seguir la saga después de esto. Bueno, supongo que “El bosque oscuro” tendrá algo que ver.
Lástima de la cursilería del epílogo. Afortunadamente sólo son cuatro páginas.
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