Pitido en los oídos

En el prefacio que aparece al comienzo de “Las esferas de cristal” de Gregory Benford narra su primer encuentro con David Brin y dice:
“Una señal de alarma resonó en mi interior. Los escritores en ciernes […] Le pueden hacer perder a uno mucho tiempo pidiéndole que le indiquen los mejores mercados, que lean sus manuscritos, que colaboren en sus novelas plagadas de “grandes ideas”, etcétera.”

Salvo una notable excepción, yo me he limitado a perseguir a mis parientes, amigos y compañeros de trabajo, pero noté un agudo pitido en mis oídos al leer éstas líneas y me hizo valorar todavía más a las amables excepciones que se prestaron a caer en mis garras.

Comentarios

  1. ¡Ay! Quien esté libre de pecado etc, etc.

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    1. Si, pero, en mi caso, avergüenza más, porque cada vez está mas claro que fue un esfuerzo inútil.

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  2. Never. Siempre es útil conocer otra perspectiva de tu trabajo. Por ejemplo, aunque su publicación permanezca en el limbo, tengo cierta novela una de cuyas escenas (torpemente dividida en dos) retoqué tras la severa reflexión aportada por un conocido bloguero tras ser asaltado en frío. Aunque jamás se edite, debo reconocer que ahora estoy más satisfecho con el resultado final. Además dispongo de un ejemplo concreto de que las cosas que funcionan en mi cabeza pueden no hacerlo en otra. Y sopesar eso siempre es positivo.

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