Aquellos maravillosos saldos



Me disponía a reseñar la novela “Por el tiempo” de Robert Silverberg, cuando me ha embargado la nostalgia. Esta novela se publicó en el sello de efímera vida, Futuropolis, de “Miraguano ediciones”. En vez de incluir resúmenes del libro o de la obra de su autor, las contraportadas de esta colección consistían en breves extractos de su contenido, lo que los hacía de lo más misteriosos e incitantes. Los títulos de este sello se publicaron mientras yo todavía era estudiante y carecía de ingresos propios, lo que me obligaba a administrarme mucho. Parecían fuera de mi alcance, debido a su relación cantidad/precio. Es decir, su escaso número de páginas no parecía compensar sus precios desorbitados. Y sin embargo, publicaban obras de autores por los que tenía gran interés en aquel entonces, Roger Zelazny, Philip José Farmer, Michael Moorcock, Gordon R. Dickson, Leigh Brackett...

Estuve comiéndome las uñas más de un año, hasta que un sábado, a la salida del último examen de los parciales de Febrero, que había salido sorprendentemente bien, se me ocurrió pasarme por Espasa para celebrarlo y me los encontré todos a 395 pesetas.

En aquellos tiempos existían las pesetas.

Recuerdo que la cajera me preguntó si solía comprar los libros por kilos.

Aquella fue la primera de las muchas orgías consumistas bibliófilas que han salpicado mi vida. Sólo se libró el ciclo de los príncipes de Ámbar, porque lo había leído cuando se lo prestaron a mi hermano, “Las ballenas volantes de Ismael”, que me encanta pero no me había resistido a comprarlo por su precio original y el ciclo de Corum de Michael Moorcok, porque ya empezaba a estar hasta las narices de Michael Moorcok, aunque “El perro de la guerra y el dolor del mundo” si que cayó, que David Pringle lo había incluido en su lista de 100 mejores novelas de literatura fantástica. Irónicamente, el que más me gustó de todos ellos, fue uno que cogí sin mucho interés, por puro afán completista y por la nacionalidad del autor “La sonrisa del gato” de un tal Rodolfo Martínez.

 “Por el tiempo” se libró, porque no me llamó la atención lo más mínimo en aquellos días.

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