“Muero por dentro” de Robert Silverberg


 
“Muero por dentro” es una de las novelas más famosas de Robert Silverberg. Al igual que “El libro de los cráneos” resulta de difícil clasificación. No está ambientada en el futuro sino en el momento en que se escribió y no tiene más elementos fantásticos que la telepatía del protagonista. Sería factible clasificarla como realismo mágico o algo parecido.

David Selig es un hombre de mediana edad, obsesionado con la literatura, sin pareja ni más familia que una hermana adoptiva, sin empleo estable ni vivienda propia que sobrevive escribiéndoles por dinero los trabajos a los estudiantes universitarios. David es telépata. Aunque nunca ha sido capaz de utilizarlo para su propio beneficio, el acto de introducirse en las mentes de otras personas es su mayor gozo y lo único que da sentido a su existencia, si bien le hace sentirse culpable por la violación de la intimidad y ha estropeado sus relaciones más serias.

Ahora ese don, que es su bendición y su maldición está empezando a desaparecer. La novela sigue el día a día de David Selig, durante los últimos estertores de su poder, salpicándolos con recuerdos de su vida, intercalados, no de manera cronológica, sino aleatoria.

Es una novela tremendamente bien escrita y esa es la principal razón para leerla. Tiene algunos momentos de lo más impactante, el mejor de todos, para mí, en el que Selig se ve atrapado en el “viaje” de su novia cuando esta toma LSD o la triste relación con la única mujer a la que nunca pudo leerle la mente, abocada al fracaso precisamente por esa imposibilidad.

El principal problema que tiene, es que en “Muero por dentro” no ocurre prácticamente nada. El grueso de la novela es un estudio del personaje principal y David Selig se hace pronto muy cargante desde que hace su primera aparición, enfundado en sus pantalones de campana. He leído a quién escribe que su don le ha hecho que odie a todo el mundo, al ser consciente de sus miserias y sus bajezas. Personalmente discrepo, más que odiar David Selig es condescendiente: desde sus alturas de fracasado de la vida, mira por encima del hombro a los hispanos, los negros, los homosexuales y, sobre todo, a las mujeres. A todos ellos dedica comentarios despectivos, junto con los que no sean judíos ni licenciados en literatura. Además es pretencioso y pedante. Sinceramente, no creo que la telepatía le haya convertido en un paria, creo que lo que le convierte en un paria es que no hay nadie que lo aguante.

Y los lectores tenemos que conocerlo íntimamente durante, afortunadamente, no demasiadas páginas.
Bien, sobre gustos no hay nada escrito y yo mismo he dicho muchas veces que los personajes de una novela no tienen que parecer personas agradables, simplemente, tienen que parecer personas.

No se muy bien que decir de esta novela. Está muy bien escrita y las partes buenas son muy buenas. Leerla merece la pena por esas partes, por la perfección de los aspectos técnicos. Creo que en algunos momentos me ha impactado seriamente y el personaje principal está muy bien desarrollado. Por desgracia, como ya he dicho, en la novela no hay más que el desarrollo de ese personaje y es un personaje inaguantable. No es poca hazaña que Robert Silverberg lograra tenerme en vilo con algo que no me interesaba lo más mínimo y que sospecho que carece de interés.

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