“Fractal” de José Antonio Cotrina




Un cúmulo de afortunadas circunstancias han llevado a que termine en mi poder un ejemplar dedicado de “Fractal”, aunque con un misterioso papelito en el que pone “Oscar”.

Si me perdonan la tontería, su argumento me ha recordado a la macrosaga que perpetró Jonathan Hyckman durante su etapa como guionista en “Los Vengadores”, con superposiciones entre universos paralelos, que curiosamente siempre se producen en la Tierra y que marcan el comienzo del fin de ambos universos, a menos que la Tierra sea destruida y con un puñado de esforzados “benefactores” dispuestos a salvar el multiverso destruyendo las versiones de nuestro planeta.

Ignoro si Cotrina ha leído o no dichos cómics, aunque seguro que si lo hizo con “Crisis en las tierras infinitas”, que tanto detesto. No me he resistido a mencionarlo, pero estoy bastante harto de los reseñadores que se limitan a buscar referencias de su propio pasado, en vez de analizar lo que tienen entre manos. 

Si es que son capaces, porque yo tampoco me veo capaz de decir mucho ahora mismo.

Es una novela breve y entretenida, con un gran sentido del ritmo, que se lee de una sentada, si dispones de tiempo para una sentada lo suficientemente larga. Los mundos paralelos que aparecen no son particularmente originales ni están descritos con un nivel de detalle particular, aunque la extensión de la obra tampoco lo permitiría. Me ha gustado el modo tan sencillo y eficaz en el que describe la teoría del multiverso en el primer capítulo, desvelando de tapadillo, como el que no quiere la cosa que todo el capítulo transcurre en otro universo.

Eché de menos algo más de “sentido de maravilla”, aunque quizá sea porque José Antonio Cotrina me tiene muy mal acostumbrado. Es uno de los pocos autores que todavía consigue de vez en cuando que mi mandíbula caiga al suelo. No hay un efecto “atiza” similar al del final de “Amanecer” en “Fractal”, aunque algo de eso haya en el alucinatorio capítulo “5 Al otro lado”
Lo que más me ha gustado ha sido la estructura, de palíndromo, cada capítulo termina, más o menos, con un cambio de universo y acabamos volviendo a visitar los mismos universos por los que ya hemos transitado, en orden inverso, de forma que la novela termina justo en donde lo dejó el primer capítulo.

Y la apropiadísima portada de Libertad Delgado, claro.

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