“Los rostros del pasado” de Rodolfo Martínez y Felicidad Martínez

 
 
Yáxtor Brandan ha resultado horriblemente herido en su última misión. Mientras convalece, recuperándose del milagroso modo habitual en él, revive en sus sueños una y otra vez el asesinato de su mujer e hijo. Sus personas más cercanas y otras que no lo son tanto, empiezan a darse cuenta de que ha recuperado sus recuerdos y rememoran, a su vez el pasado del adepto, mientras diferentes facciones empiezan a moverse y se forjan alianzas inesperadas.

Continuo con mi empeño suicida de terminar la saga de “El adepto de la reina”. “Los rostros del pasado” es a la vez la tercera y la segunda entrega de la serie, y una colección de relatos relacionados.

Lo de la segunda viene porque Rodolfo Martínez anunció que había reescrito la novela para colocarla en el segundo lugar de la saga. Lo de antología porque en el fondo no deja de ser un “fixup” de las novelas cortas “Embrión”, “Amistad”, “Detective” y “Adepta”. No las he leído, pero el propio Rodolfo lo dice en los agradecimientos, así que será verdad.

Después de leer “Los rostros del pasado”, he llegado a la conclusión de que la decisión del cambio de orden es completamente acertada. En “El adepto de la reina”, Yáxtor Brandan recupera sus recuerdos, que empiezan a afectarle en “El jardín de la memoria”, esta última novela resulta más efectiva si el lector ya se ha asomado al pasado del protagonista, en concreto si ha conocido a Ámber y además, se evita el hiato forzado antes del gran final, que confío que sea, “La sombra del adepto”.

Dije que era un “fixup” y supongo que lo es, pero los autores se han esforzado por “dotar al libro de una estructura convincente e imbricar cada historia individual en la trama general de la serie”. En mi opinión lo han conseguido y han “creado una novela que merece la pena”. Las citas vuelven a ser de los agradecimientos.

Para empezar, la obra tiene unidad de estilo, o al menos yo no he sido capaz de distinguir diferencias entre las partes escritas por Rodolfo y las partes escritas por Felicidad, aunque con los años me voy volviendo menos perspicaz. Si en algo se distingue del recuerdo que conservo todavía fresco de “El jardín de la memoria” es que parece haber mejorado. No he percibido las “muletillas” a las que me referí en la anterior reseña. Ignoro si es porque Rodolfo Martínez las ha eliminado, porque me he acostumbrado a ellas o porque la influencia de Felicidad Martínez es muy positiva.

Cada una de las novelas revelan algo nuevo sobre Yáxtor y las conspiraciones entre las que anda envuelto desde su niñez y sobre los personajes que le rodean. ¡Y que personajes! Sobre todo Ámber, claro está pero también Shercroft, antiguo tutor de Yáxtor y trasunto muy poco sutil de Sherlock Holmes, Asima, la adepta suprema de curación. La interacción entre estos dos últimos resulta memorable.

La calidad de los argumentos resulta algo más justita. Como es habitual en Rodolfo Martínez, los protagonistas no para de ser hechos prisioneros, con una facilidad pasmosa, dada la inteligencia y los recursos que se les suponen. El caso mas exagerado es el de Shercroft en “Detective”. Si se examina el argumento con atención, la última incursión de los protagonistas en la embajada de Agrúnder es absurda. No hay ningún motivo lógico para acometerla, ni nada que pudieran conseguir. La bronca que les dedica Orston Velhas está perfectamente justificada, así como las lamentaciones de Shercroft, pero el lector menos avispado se dará cuenta de que no fue el orgullo o el exceso de confianza lo que le hizo meterse en la cabeza del lobo.

Fue la necesidad de animar un poco la historia, antes de su final.

Un poco lo mismo le ocurre al propio Yáxtor en “Amistad”.

A lo largo del libro, se abusa demasiado de la intuición de los personajes. Creo que en cada una de sus parte uno o más de uno de ellos se dan cuenta de repente de que “algo no encaja”, sin saber exactamente el que. Es algo que no chirriaría cuando cada una de las novelas se publicó individualmente, pero que al agruparlas queda repetitivo.

Finalmente, algunos de los giros inesperados de la parte dedicada a Ámber me resultaron improvisados o rebuscados, lo que me provoca una cierta sensación de incoherencia. Es una opinión personal y no descarto que pueda deberse a las horas en las que la situación actual me ha obligado a desplazar mi horario de lectura.

Finalmente, se desvela la identidad de la figura en la sombra que, con sus actos brutales, forjó el destino del adepto… Y resulta que es la que llevo diez años sospechando. No sé como tomármelo. Por un lado, es un ejercicio de coherencia interna, puesto que todo lo leído en las tres novelas apuntaba en la misma dirección. Por otro lado, no había perdido la esperanza de que fuera una pista falsa y que la verdad fuera más sorprendente. “La sombra del adepto” lo dirá.

Una última queja: ¿porqué “Los rostros del pasado” es de un tamaño y un coloración diferentes al de los anteriores ejemplares de la saga?



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